viernes, 8 de julio de 2011

Tengo un arma

Guardo un arma en mi mesa de noche, temo que alguien entre por la ventana un día cualquiera. Vivo en un quinto piso, pero no hay que fiarse.

La tengo también por si se manifiesta el fantasma de mi padre. Ya se lo he advertido en voz alta: “Si te apareces, te doy plomo”, le digo. Hasta ahora me ha hecho caso. Temo que se materialice en cualquier parte de la casa, pero en especial en un rincón de mi cuarto del que siempre he desconfiado.

En una gaveta de ese rincón guardo su cédula, no por fetichista sino por si me toca hacer un trámite legal. Me parece de lo más lógico que si a mi padre le da por aparecerse lo haga justo en el lugar donde la guardo, por eso antes de dormir practico tiro al blanco con proyectiles de plastilina que lanzo hacia ese rincón. Mi padre mide 1,80 (note que no dije “medía”), así que tengo calculado hacia dónde debo disparar la bala para darle en el corazón, todo con la idea de que no sufra.

Guardo el arma porque soy terriblemente inseguro. Uno es inseguro para todo, pero no de todo puede defenderse a pistola. De adolescente no era capaz de sacar a bailar a las niñas en las fiestas, en la universidad me bloqueaba cuando tenía que hablar en público. Ahora, cuando escribo algo no sé si vale la pena hasta que leo el primer comentario de los lectores. Si es favorable me creo el dueño del mundo, si no, me dan ganas de pegarme el tiro con la pistola de la mesa de noche; por eso nunca leo comentarios en la casa.

La redacción del periódico en el que trabajo es gigante, hasta el más valiente de los periodistas sufre de miedo escénico cuando tiene que atravesarla. Yo quisiera estar armado cada vez que camino por ella porque el pánico me domina, pero he aprendido que cargar un arma no me hace más valiente. En todo caso sé que podría más mi resentimiento y terminaría matando a un par de editores (ya los tengo ubicados, así como las posibles rutas de escape).

Tengo un arma para protegerme del mundo exterior a la manera que otros compran un perro, instalan alarmas y contraen matrimonio. No descarto pegarme un tiro en cualquier momento y así acabar con los demonios internos, que son los que en realidad me hacen daño.