domingo, 28 de agosto de 2011

Yo los salvaré

Mi fantasía es morir injustamente. Mientras otros sueñan con fama y fortuna, casarse con la novia del colegio, conocer Europa, yo anhelo fallecer cuando no me toque.

Aspiro a que me peguen un tiro en un reten del ejército porque el conductor no acató la orden de parar; o que me secuestren, y volver a casa con traumas y heridas imborrables. Que mutilen a machete una de mis extremidades, que no volverá a crecer nunca mas.

Imagino que una vez liberado me acosan los medios, que salgo ante las cámaras de los noticieros diciendo que fueron los peores días de mi vida, que es un sufrimiento que no le deseo a nadie, aunque en realidad haya gozado como nunca y todos los días de cautiverio haya tenido erecciones porque me gusta lo mórbido, lo destructivo.

Envidio a los que cubren guerras, no por el privilegio de llevar información al mundo, sino por el inminente peligro de morir. Ser corresponsal de guerra y regresar con vida a casa no tiene ningún sentido.

Visualizo que un conductor borracho se vuela el semáforo en rojo, me lleva por delante y que mi muerte sirve de algo, cambia algo. Lo que deseo en realidad es la fama póstuma, que la gente que no me conoció vaya a mi tumba a ponerme flores y que dos ciudades (ojalá dos países) se peleen por enterrarme.

Quiero que lleven grandes pancartas con una foto mía (preferiblemente la de Twitter) a las reuniones de la Asamblea General de la ONU, a las cumbres mundiales de desarme y de cambio climático, y que los poderosos tiemblen al verla.

Sueño con que me vuelvo mártir, con que la gente, la civilización occidental, me pone de ejemplo, aunque todavía no se de qué.

martes, 23 de agosto de 2011

Ladridos de perro

Algunos curas ladran cuando lo que quieren es hablar, y aún así pretenden que los tomemos en serio. Benedicto XVI dijo el otro día frente a millón y medio de personas que lo mejor era no seguir a Dios por cuenta propia, cortando de raíz cualquier emprendimiento individual por buscarle a la vida las respuestas que las deidades no nos soplan. Años antes, el Obispo de Tenerife había declarado a la prensa que existían adolescentes de 13 años que provocaban a los sacerdotes. Lo dicho, van a hablar y en vez de palabras sacan sus instintos más primarios.

Y si no puede uno creer en gente de altas calidades morales como un obispo, menos va a aceptar lo que diga un civil del promedio. Ante el inminente derrocamiento de Muamar Gadafi, uno de sus hijos ha dicho que el líder libio se encuentra en Trípoli, lo que quiere decir que muy seguramente descansa en una playa de Tahití.

Otro civil del montón, Tomás Uribe, aceptó que se había reunido con los Nule, pero que se trató de encuentros sociales intrascendentes. Es decir, se junta el hijo del presidente de un país con unos contratistas que manejan megaobras y en vez de hablar de concesiones e infraestructuras, platican del clima, de la Selección Colombia y de la sobrinita con gripa. Yo he estado en reuniones de menos envergadura, con políticos y constructores de mediopelo, y esa gente no habla sino de plata y licitaciones. Se sale uno del libreto para preguntar por la llegada de Falcao al Atlético y no saben qué responder.

La gente dice lo contrario de lo que quiere. Cuando me ofrecen comida en una casa ajena digo que no, así quiera abalanzarme sobre la nevera, primero, y sobre la hija de 18, después. No sería de extrañar que el Obispo de Tenerife haya caído tentado no por un adolescente de 13, sino por un niño de 11, así como Ratzinger es hoy Benedicto XVI gracias a que pasó su juventud buscando a Dios en solitario.

Algunos curas abren la boca para hablar y emiten ladridos de perro, sonidos de metralla, mazazos de cavernícola, del mismo modo que hay personas con la sexualidad más torcida que la de un alemán y aún así ejercen el sacerdocio sin problemas. El colmo que exista gente que no cree en milagros.

lunes, 22 de agosto de 2011

Correr por la vida

Los primeros que se van a ir a la mierda cuando llegue el fin del mundo son las organizaciones de beneficencia, fanáticas de salvar ballenas en el Ártico y niños en el África.

Cuando llegue el fin del mundo, que va a llegar, los que ayudan a los demás saldrán corriendo a la misma velocidad que nosotros, los que no movemos un dedo por la humanidad.

La Biblia dice que hay que ayudar al prójimo, pero se trata de un libro de fábulas. La naturaleza, en cambio, nos ha enseñado que el instinto de supervivencia llega hasta las últimas consecuencias y que uno no muere hasta que deja de respirar. Por eso vemos gente sin piernas que quiere correr los 100 metros, y sin brazos que agarra un lienzo a brochazos con la boca.

Hay incluso un señor llamado Nick Vujicic, que vino a esta vida sin piernas y sin brazos y se ha hecho rico a fuerza de motivar a personas que nacimos con todas las partes del cuerpo, pero con el ánimo por el suelo, como usted y como yo. Practica natación, juega fútbol, hace sánduches con los ñocos que tiene por brazos y demás actividades que sacan lo mejor de sí (lo peor, a mi modo de ver). Si yo fuera Vujicic, dejaría de hacerme el mentalmente fuerte y con todo el dinero ganado contraría un ejército de mujeres que, además de esclavas sexuales, harían todo por mí.

No hay que guiarse por las señales de la Biblia, que habla de jinetes y de señores con cola y cuernos. El fin del mundo vendrá en la forma menos esperada. Vendrá como Ghandi, como mi vecino del 302, como Suso el paspi, como Nick Vujicic. Vendrá, muy seguramente, como presentador de RCN (sospecho de Jota Mario y de Sergio Barbosa).

Cuando el mundo se acabe nos arrepentiremos de todas las cosas que hicimos para aplazar su final. Nos odiaremos por haber rezado, desayunado bien cada mañana, pagado las cuentas; por no haber fumado, por haber ido al médico y habernos vacunado. Nos odiaremos por haber respetado a nuestro jefe.

Cuando llegue el fin del mundo, que vendrá, los testigos de Jehová correrán por sus vidas junto a los de Green Peace y los cobradores de American Express, dejando atrás a los discapacitados, los ancianos, los osos de anteojos y los deudores morosos que alguna vez cuidaron. Todos, tan rápido como sus piernas lo permitan, tratarán de seguirle el paso a Nick Vujicic.

viernes, 19 de agosto de 2011

Un mundo

Imagine un mundo sin placa bacteriana. Sin mal aliento ni pecueca.

Un mundo donde los alimentos no se pudren y la grasa no se acumula en nuestro abdomen.

Un mundo donde usted no se mira al espejo con odio (o lástima) mientras se arregla, y al terminar de abotonarse la camisa no le da miedo salir a la calle.

Un mundo donde los cables no se enredan y las patas de las mesas se corren gentilmente para que el dedo meñique no se golpee contra ellas.

Un mundo donde la bolsa de Nueva Yok no abre a la baja por meras sospechas.

Un mundo donde las alarmas de los carros no son tan nerviosas.

Un mundo donde la pobreza se resuelve imprimiendo billetes sin que la economía global se venga al suelo.

Un mundo donde Shakira es bacterióloga; Juanes, plomero; Andrés López, pediatra; Suso el paspi, profesor de escuela y El cantante del gol, portero de discoteca. Es decir, un mundo donde nadie sabe que existen.

Un mundo sin puñales, sin revólveres, sin escopetas; un mundo sin escopetarras.

Un mundo donde es fácil demostrar que Dios no existe. O que sí.

Un mundo sin sida, un mundo donde el cáncer es curable. Un mundo con depresión, pero donde el Prozac no tiene efectos secundarios.

Un mundo donde a la Coca-Cola no se le va el gas.

Un mundo con erecciones voluntarias, no voluntariosas.

Un mundo donde se puede invitar a follar a una mujer como quien la invita a cine.

Un mundo donde los hombres podemos, con presionar de cierta manera el glande, decidir si la esperma embaraza o no.

Un mundo donde droga y licor son legales. Mejor, un mundo donde nadie quiere consumir droga ni licor, porque la realidad es tan bonita que nadie quiere deformarla.

Un mundo donde el cigarrillo no mata, no huele y las colillas son comestibles, pero no engordan.

Un mundo donde los coños saben a helado de chocolate.

Un mundo donde ni parir ni el sexo anal duelen.

Un mundo donde tener objetos de ultralujo no da estatus sino vergüenza.

Un mundo sin su jefe.

Un mundo donde a nadie le interesa romper un récord Guinness.

Un mundo donde uno puede escribir como Borges al menos una vez al año.

Un mundo donde las EPS se lucran de salvarle la vida a las personas, no de matarlas.

Un mundo donde los fantasmas no asustan, para que puedas ver a tu padre y hablar con él sin que te dé un paro cardíaco.

Un mundo donde Max Henríquez acierta en sus pronósticos.

Un mundo donde nadie, salvo usted, insulta a su madre.

Un mundo donde sabemos cuál es el plural de clítoris y la calvicie sólo existe en el Monte de Venus.

Un mundo donde Willie el tiburón es mascota vitalicia de los mundiales de fútbol.

Un mundo donde los aviones no se estrellan, las cosas no se rompen, el internet no se cae y los cordones no se desamarran solos.

Un mundo sin abogados y con banqueros clase media.

Un mundo donde la depilación e ir al odontólogo son diligencias indoloras.

Un mundo sin honor, si orgullo, sin Dios ni patria.

Un mundo donde el culo queda limpio después de cagar. Siempre.

Un mundo donde las culebras no son venenosas y los tiburones, vegetarianos.

Un mundo donde la gente muere tan fácil como quedarse dormido. Sin dolor ni agonía.

Imagine descubrir que usted, y no los otros, es el culpable de las cosas malas que pasan.

miércoles, 17 de agosto de 2011

La sociedad civil

Nunca antes había sido tan peligroso ser civil como ahora. Yo, que me la paso con nostalgia del pasado, hubiera querido vivir en la Edad Media pese a que la gente andaba armadura, moría de catarro y era quemada por hereje.

Ser judío siempre ha tenido sus riesgos. Ser negro, homosexual, discapacitado o ateo puede también traer contratiempos en algún momento de la vida, pero lo que preocupa es lo peligroso que resulta ahora ser civil en términos generales. Usted va a la universidad a estudiar ingeniería, derecho, medicina, pero nadie lo prepara para ser un ciudadano común y corriente, sin ínfulas de grandeza, privilegios sociales, condecoraciones militares ni armas en la mesa de noche.

En Siria, más de dos mil civiles han muerto desde que empezaron los disturbios contra el gobierno. Suena a mucho pero importa poco porque se trata de Siria, que es Medio Oriente, lejos y complicado. Nadie quiere ir a Siria.

La gente, en cambio, quiere ir a Londres, a Madrid, pero se asusta cuando ve que Inglaterra y España se han convertido en pequeñas Sirias.

El primer ministro británico estudia la posibilidad de restringir el uso de redes sociales después de que disturbios en su país dejaran cinco muertos y 1600 detenidos. Imagine usted, que no acepta que su jefe le diga que pase menos tiempo en Twitter, recibiendo órdenes del director de la policía al respecto.

En España, donde tienen un desempleo del 20%, millones de personas sin más vínculo que estar cansados salen a la calle a protestar, al tiempo que a alguien se le ocurre que es buena idea gastar 50 millones de euros en la visita del Papa, representante en la tierra de un dios que no sabemos si existe.

Abro el periódico y la noticia de la página izquierda dice que están instalando transmisores satelitales a las tortugas para estudiar su comportamiento. En la de la derecha, una nota dice que al hambre en Somalia hay que sumarle un repentino ataque de cólera. Concluyo entonces que por estos días es mejor ser animal que humano, y que lo único peor que ser civil es ser civil en Somalia.

Seres humanos son atacados por todas partes, no tenemos quién nos defienda. Nos atacan los gobiernos que deberían protegernos, pero también los vendedores de planes de Movistar, las EPS y el departamento de cartera de MasterCard.

En los estadios del mundial sub 20, una arepa cuesta cuatro mil pesos y un sánduche viejo, 9 mil. Tiburones se comen a turistas en las Islas Seychelles, un chimpancé le arranca la cara y las manos a una mujer, mientras que a otra le echan ácido y le desfiguran el rostro. No hay manera de reaccionar ante tanto ataque, esto ya es sálvese quien pueda.

El papá de una amiga es capitán de barco mercante y dice que leyes internacionales obligan a echar al mar a cualquier polizonte que encuentren, sin importar si el buque se encuentra en la mitad del Atlántico. Enlaza uno todo y entiende a los piratas somalíes. Atacados por el hambre y el cólera, se buscan la vida en altamar pero van armados para que no los echen a los tiburones.

Y aunque hay mucho de miseria en un somalí con hambre cargando una ametralladora más grande que él, pero bastante glamour en las películas de Jack Sparrow, ambos vienen siendo piratas. Aún así, en este mundo de porquería da más prestigio ser inglés y bandido que negro y pobre. A las películas sobre los primeros, al menos, las nominan al Oscar.

lunes, 15 de agosto de 2011

Atropellados por la ola verde

La cifra es escalofriante: 30,6 gigatoneladas de dióxido de carbono se emitieron en todo el mundo el año pasado. Uno oye que hay rondando por ahí 30,6 gigatoneladas de lo que sea y no sabe hacia dónde empezar a correr. Si son gigatoneladas de CO2, además, lo primero que viene a la cabeza es ponerse un pañuelo en la cara. Piensa uno en la nube más negra que haya visto salir de una chimenea y ni se acerca al tamaño del desastre.

No sabemos qué tan pesada es una gigatonelada ni los males que puede causar el CO2, pero lo intuimos. Según internet (nunca hay que confiar en él), una giga es mil millones y el dióxido de carbono es un gas que es el principal causante del calentamiento global. Es decir, las noticias no son buenas.

Cada vez hay más productos en el mercado con una hojita verde pegada en algún lado; cada vez vemos más comerciales en televisión donde una cálida voz en off aconseja cuidar el planeta, mientras la imagen muestra a un anciano ayudando a un niño a plantar un árbol, pendejadas así.

Sin ir muy lejos, mi televisor tiene una opción llamada “ahorro de energía”, identificada en el control remoto con un botón verde, pero todo es mentira: un LCD como el que tengo puede consumir cuatro veces más energía que otro televisor, y en consecuencia emitir cuatro veces más CO2. Eso sin incluir el plomo, el arsénico y toda la chatarra electrónica que trae en su interior.

Nunca he estado a favor del reciclaje, no le veo el punto a que una persona se tome el trabajo de separar orgánicos de inorgánicos mientras grandes empresas acaban con el agua y los recursos. Gracias a la prensa, por ejemplo, nos hemos enterado de que la minería en Colombia es un negocio que va en alza y que las licencias se otorgan como quien canta números en un bingo. Abrimos el periódico, nos enteramos de que se necesitan mil litros de agua para obtener un gramo de oro y no quedan ganas ni de separar una lata de Coca-Cola de una cáscara de banano.

Y resulta que, desglosadas, el 44% de las emisiones de CO2 provienen del carbón, el 36% del petróleo y el 20% del gas natural. Piensa uno entonces en la factura que llega mensualmente a la casa con una mariposa impresa en la hoja y la compañía de gas que la emite queda en ridículo.

No deja de ser extraño, entonces, que mientras más gente diga estar comprometida con el bienestar del planeta, más contaminado esté. Esto significa que somos unos incapaces para mantener la casa en orden, o que alguien nos está mintiendo y que la llamada conciencia ecológica es una estrategia de mercadeo para aumentar ventas y llenar los requisitos de algún protocolo internacional.

Un día nos vamos a despertar para descubrir que la llamada ola verde es una falsa esperanza, un eslogan sin fondo incapaz de salvar a alguien. Y que conste que al decir “ola verde” estoy hablando del medio ambiente, que por muy condenado que esté tiene más posibilidades de salvarse que el movimiento político que alguna vez fundaron tres ex alcaldes de Bogotá.


Publicado en la revista Cartel Urbano. www.cartelurbano.com

viernes, 12 de agosto de 2011

Evolución

Los aficionados a la música de protesta.
Los que pasan diciembre en Cartagena.
Los que oyen Shakira, Juanes y se ríen con La pelota de letras.
La gente de derecha.
La de centro.
Y la de izquierda.
Los que defienden al Bolillo.
Los que lo atacan.
La gente que adopta alguna posición.
Los que creen que la chiva periodística es una acierto y no un cáncer.
Los que toman gaseosa al clima.
Los Papas (y los papás).
Los que creen en algún tipo de dios.
Los que rezan.
Los que leen.
Los que aman.
Las presentadoras de farándula.
Los narradores de fútbol.
Los columnistas, los blogueros, los tuiteros.
Facebook.
Los feministas.
Los machistas.
Los racistas.
Los nacionalistas.
Los regionalistas.
Los heterosexuales que no entienden que hay otro camino.
Los que no saben tocar piano.
Los concejales.
Los que han visto al menos una película de Harry Potter.
Los televidentes.
La gente de la Nasa.
Los que hacen lo que sea por dinero.
Los actores.
Los calvos.
Los peludos.
Los artistas conceptuales.
Los teatreros.
Los que hacen una cosa que se llama Mapping.
Los que no aceptan la legalización de la droga.
Los que no aceptan que el ser humano no sabe nada de nada.
Los que no tienen vicios.
Los que no ven porno.
Los abogados.
Los publicistas.
Los periodistas.
Los inversionistas.
Los contratistas.
Los petroleros.
Los militares, en especial los militares.
Los bilingües a medias.
Los hinchas no catalanes del Barcelona.
Los del Real Madrid que no nacieron en Madrid.
Los músicos que hacen nuevas versiones de canciones ajenas.
Los descendientes de Charles Darwin.
Los tartamudos, en particular, y los humanos, en general.
Todos estamos un nivel por debajo en la escala evolutiva.

jueves, 11 de agosto de 2011

And the music

No señale a Carolina Cruz, que ella es un simple pagano, una especie de Lee Harvey Oswald de las secciones de farándula. La cogieron en medio del ajetreo de Colombiamoda y le pidieron que dijera unas palabras en inglés a propósito de la muerte de Joe Arroyo.

- ¿Se murió Joe Arroyo?

- Esta mañana.

- Pero yo no lo conocí. ¿Y por qué en inglés?

- Porque es para NTN24 News. No importa, que no lo va a ver nadie, y los que sí, reconocerán tu esfuerzo.

Y así nació el famoso “He was a really happy person, and the music”, una frase tan desafortunada que lo único bueno que tiene es que Arroyo murió antes de oírla.

Uno puede perdonarle a RCN que Clara Elvira Ospina sea su directora de noticias, y que llene de basura la hora prime (y la no prime también). Puede tolerar La cosa política y que Vicky Dávila niegue que le cantó a Juan Pablo II cuando vino a Colombia. Puede soportar incluso que Lina Polanía no me haya aceptado en Facebook, pero no se le puede permitir que haya emprendido una campaña de desprestigio contra nuestras modelos y presentadoras; ellas llevan años desprestigiándose solas, digo.

El hecho es que el canal NTN24 News, hablado en inglés para que sea visto por la audiencia internacional, pensó que era buena idea preguntarles a las modelos participantes en Colombiamoda qué sentían con la muerte de Joe Arroyo, y una a una fueron cayendo todas: Carolina Cruz, Bianca Arango, Jessica Cediel, Taliana Vargas.

¿Por qué ellas? ¿Tenían algún vínculo especial con Joe Arroyo? ¿Eran sus amigas, sus novias, se iban de fiesta con él? ¿Por qué Bianca Arango? ¿Alguien en Suiza sabe quién es ella? ¿Lo sabe alguien más al sur de la calle 72 de Bogotá?

El país entero se burla de NTN24 News. Se ríe de que Natalia Pachón, la entrevistadora, hable de “Merellín” y de “The Joe Arroyo”; de que Carolina Cruz diga “And the music” y de que Taliana Vargas finja congoja en un decente inglés. De Jessica Cediel, en cambio, no se mofaron: nadie esperaba que hablara un segundo idioma.

Pero lo dicho al comienzo, no hay que señalarlas a ellas, meras víctimas, obligadas por la empresa para la que trabajan a hablar en un idioma que no dominan y crucificadas por el público. Los cerebros de esta movida macabra son las directivas del canal, que mandan a sus empleados a hacer las veces de carne de cañón como cualquier medio de comunicación del mundo que se respete.

Habría que armar un marcha como la que se organizó alguna vez contra las Farc para que respeten al televidente, pero también a nuestras modelos. Una marcha contra Bryan Andrews, que no le importa el drama de nuestras mujeres porque el inglés es su lengua materna. No ha entendido que un norteamericano hablando español es loable, pero un colombiano malhablando inglés representa incultura, retraso, arribismo.

Una vez los usuarios protestamos, los de NTN quisieron borrar toda huella del video de Carolina Cruz. Lo bajaron de su página oficial, primero, y luego de Youtube cuando descubrieron que un ciudadano (de bien, sin duda) lo había colgado. “Este video ya no está disponible debido a una reclamación de copyright realizada por NTN24 SAS”, es la triste leyenda que sale en la página.

Pero olvidan que estamos en la era de la globalización y que el internet es más poderoso que la autocensura. El video de Carolina vivirá en links piratas y en páginas de mala muerte, para que momentos aciagos en la historia de Colombia como ese sean recordados para siempre.

Tengo grandes amigos que trabajan para el canal, y espero que entiendan que mi reparo no es contra ellos, sino una queja contra toda una política empresarial. Andrés, Jairo, Mariano, ustedes son buenas personas, mejores profesionales, los quiero así trabajen para RCN, and the music.

Publicada en la edición de julio de la revista Enter. www.enter.co

martes, 9 de agosto de 2011

Desproporcionado

La proporción es una cosa tan compleja que no sabemos cómo abordarla. En arquitectura, por ejemplo, reprobaban a los estudiantes que en sus maquetas ponían seres humanos del tamaño de árboles y carros con las dimensiones de un edificio.

Vivimos en un país de desproporciones, donde los almuerzos corrientes vienen con cuatro harinas y una proteína (que suele ser carne de caballo). Nadie dice nada porque llenarse el estómago con seis mil pesos para poder seguir trabajando toda la tarde es un lujo, más allá de que a las 4 p.m. la siesta nos gane.

Hernán Darío Gómez le pega a una mujer y lo tratan como al peor de los criminales. Es un acto inaceptable, sí; es una figura pública que debe mantener la compostura, también, pero se nos va la mano, como siempre, porque nos gusta fijarnos en pequeños detalles mientras olvidamos el contexto. Los detalles son importantes, son los que impiden que nos peguemos un tiro cada mañana, pero de nada sirven si la estructura es un caos. Es como tener una caja de seis velocidades de un Mercedes Benz, pero sin el Mercedes.

A mí lo que no me cuadra en el tema de Bolillo Gómez es el discurso feminista, lo que no me hace necesariamente machista. Los discursos extremos, inflexibles, que no aceptan matices me parecen de lo más perjudicial. Estoy en contra de cualquier manifestación de feminismo, machismo, patriotismo, racismo, fanatismo religioso,
homofobia y cualquier cosa que se le parezca.

Está bien que la violencia de género ha cobrado miles de víctimas, pero el caso de Gómez no es el de un hombre pegándole a una mujer, sino el de un ser humano agrediendo a otro; nadie debería adueñarse del discurso que censura el hecho, ni creer que su moral está por encima que la de cualquier otra posición.

Acá condenamos a un hombre violento, pero a los políticos les decimos “Doctor”, y hasta los nombramos presidentes. Que Hernán Darío Gómez es un símbolo, de acuerdo, pero es que las personas nos dejamos llevar por imágenes: vemos dos pedazos de madera cruzados y decimos que es una cruz, y que Jesucristo murió en ella por nosotros. Le rezamos y le damos gracias. Nada de eso, Jesús era un tipo como usted que murió porque significaba una amenaza para los poderosos de la época.

¿No ha llorado usted viendo una foto de la novia que lo dejó? Sabe que no se trata de ella y que es una imagen, pero la guarda como si fuera la de carne y hueso porque a los humanos nos encanta aferrarnos a intangibles. Imbéciles que somos.

A raíz del hecho, un usuario de Twitter escribió que Gómez debía irse porque era “la cara de los hombres colombianos en el mundo”. ¿De verdad? ¿Usted siente que un director técnico lo representa? ¿Uno llega a Vietnam y lo señalan y le dicen “Hernán Darío Gómez” entre risas y mímicas de golpes? Es cierto que el tipo toma guaro, le pega a las mujeres y es malhablado, como cualquier colombiano promedio, pero afirmar que representa a una millonada de hombres es una exageración.

Desproporcionados que somos. Tanto, que la gente del Reinado Nacional de la Belleza no deja participar a una mujer si ha posado antes en ropa interior. Peor aún, durante meses los medios de comunicación le dan horas y metros de despliegue al evento, con patrocinios, enviados especiales y MiniCromos. ¿Con qué cara un país que hace eso le exige la renuncia a un tipo que pierde los cabales un sábado en la noche?

Yo quería que Gómez se fuera, es más, nunca debió ser nombrado, pero de irse, debió haberlo hecho por flojo, rosquero y mal técnico, no por golpeador de mujeres. Es un premio tonto, una excusa, como cuando metieron a Al Capone a la cárcel por evadir impuestos y no por traficar con licor.

El licor. Quien dice licor en Colombia dice Bavaria. Bolillo Gómez no se fue por violento sino porque el patrocinador de la selección no lo quería. Es decir, lo tumbaron razones económicas, no morales. Somos un país, un mundo de porquería.

Sin embargo no entiendo el papel de Bavaria, más allá de poner plata, que no es poca cosa. Una empresa que vive de emborrachar a un pueblo violento que cuando toma se vuelve más violento no tiene mucho que opinar. Lo único que tiene a favor es que el alcohol es legal y la droga no, pero digan lo que digan quienes hacen las leyes de este mundo, una licorera no tiene más autoridad ética que un narcotraficante. De haber existido hoy, Al Capone tendría una fábrica de licores, ¿le hubiera permitido usted a ese señor pontificar sobre qué está bien hecho y qué no?

Yo he ido a El Bembé, el bar donde pasó todo lo del Bolillo, y puedo decir que sus precios son de escándalo (desproporcionados). Una vez me gasté $300.000 que no tengo y no me emborraché; imposible no salir con rabia así. Es una suerte que esté soltero, porque de haber ido con pareja también la habría agarrado a golpes.

Ahora el problema ya no es del Bolillo, que deja de ser una figura pública y puede dedicarse a hacer la vida privada que le plazca. Lío el que se le viene al que lo suceda; con todo lo que ha pasado no solo tiene que ser una seda, también le toca salir campeón del mundo.

lunes, 8 de agosto de 2011

Pequeñas muertes

Llevo seis días sin bañarme y doce sin afeitarme. No me depilo la zona púbica hace trece meses y no lavo la ropa desde febrero. Suelto el baño dos veces por semana y prescindí del papel higiénico.

Era octubre del año pasado cuando aspiré la alfombra por última vez, me lavo los dientes un día no y el otro no sé, las hojas de un eucalipto cercano llevan más de un año acumulándose en el marco de mi ventana.

Meto la mano al clóset y me visto con lo primero que encuentro; desayuno, almuerzo y como en el mismo plato desde el semestre pasado. Llevo un año sin prender la estufa, todo lo preparo en el microondas y queda a medio cocinar.

Todo está echado a perder: el sofá blanco de la sala tiene manchas de jugo de naranja y salsa boloñesa, en la nevera hay un frasco de encurtidos que venció en 2009 y un pedazo de queso que ha desarrollado vida en su superficie.

La humedad ya ha acabado con la pintura de las paredes y los periódicos se acumulan en la puerta de la entrada. En enero de este año prometí cancelar la suscripción, pero no he tenido fuerzas.

Dejé de saludar a los porteros del edifico un domingo cualquiera. Cuando entro o salgo paso por encima de ellos sin modular palabra. Ya no tengo internet ni televisión por cable, me cortaron la luz pero la reconecté pirata, no contesto el teléfono fijo desde abril y el celular se descargó hace tres semanas.

La idea de morir me seduce. Mientras me dejo tentar, ensayo pequeñas muertes. No sé qué hago frente a este computador y no en el fondo de un cenizario.

domingo, 7 de agosto de 2011

Un mundo reservado

No he podido ver la última película de Woody Allen luego de tres intentos. Parece que se reivindicó luego de esa porquería llamada 'Vicky Cristina Barcelona' y su 'Medianoche en París' tiene los teatros llenos.

El hecho es que cuando llego a la taquilla del cine me dicen que no hay boletas para las tres próximas funciones. De regreso a mi casa me siento poca cosa porque tengo el ego por el suelo: el otro día no pude tener sexo con una mujer porque no tenia condón. No lo entiendo, ¿quién sale de la casa lleno de preservativos pensando que se va a acostar con alguien?

La otra noche logré entrar a un bar llamado El Coq tras cuatro intentos. Me daba mal genio cuando me negaban la entrada, pero me odié montones cuando pude conocerlo: adentro, mujeres histéricas (en la terminología del sicoanálisis) y caras de verga (en el leguaje callejero) departían mientras en los baños la gente hacía fila para aspirar cocaína.

Tanto poner cara de digno, tanto decirle al de la puerta que era amigo del dueño para terminar pagando por cerveza como si fuera petróleo, rodeado de lo peor que tiene la sociedad colombiana, porque suele pasar que la gente bien es en realidad la gente mal.

Mis amigos me recomiendan Medianoche en París y me aconsejan que reserve una silla por teléfono. Yo me niego porque me crié en un mundo donde bastaba ir a la taquilla del cine para entrar. Era el mismo mundo de mierda de hoy, pero se respetaba el orden de llegada y una vez adentro uno se podía sentar en la silla que se le diera la gana.

Pero llegaron las reservas para cambiarlo todo. La sola idea de reservar es violenta, vende el concepto de que las cosas buenas están prohibidas para la gente del común, pero que hay personas privilegiadas que sí las merecen. Crearon jerarquías, castas, desigualdad; se convirtieron en las culpables de las guerras del mundo. Cada vez que alguien llama a Cine Colombia a reservar, un niño muere de hambre en Somalia.

Uno debería poder comprar un tiquete a Tokio en el siguiente vuelo sin que le contestaran que el avión está lleno y que el próximo cupo está para dentro de dos semanas.

Reservas en los hoteles, en los restaurantes, en el cine, en las aerolíneas, cupos apartados por personas que no sé si se crean mejores que uno, pero que nos hacen sentir inferiores a ellos. La gente que reserva es una señora que llega a ocupar todo un piso del Ritz de París con un ejército de sirvientes, diez maletas Louis Vuitton y tres French Poodles.

Por eso me niego a reservar para ver Medianoche en París. Un amigo se ofreció a prestarme su tarjeta Elite Gold de Cinemark, que da quién sabe qué facilidades. 'Tarjeta Elite Gold', vaya nombre para un pedazo de plástico que en vez de abrirte las puertas del cielo te abre las de una sala de cine cualquiera.

Ignoro si la película es la obra maestra de Allen, pero no importa, uno no se aflige por las cosas que no conoce. Dicen que los amaneceres de las playas de Croacia son los mejores y que hacer un trío con dos mujeres es una experiencia inolvidable. Yo veo el edificio de al frente cuando abro las cortinas de mi cuarto cada mañana y consulto porno cuando estoy arrecho; no me lamento por nada.

Somos una raza de porquería que nos inventamos las reservas y la bomba atómica. Lo dicho, la gente bien es la gente mal.

jueves, 4 de agosto de 2011

Lleven crucigramas

No se sienta mal porque el Dow Jones haya caído 4,3% y usted no sepa qué significa, que el mercado accionario está diseñado para que nadie lo entienda.

Usted es un trabajador del promedio (nada excepcional), una persona honrada, casada y con hijos que nunca ha hecho daño a nadie, pero un día cualquiera el Dow Jones cae 4,3% y pierde su empleo.

No sabe qué es el Nikkei ni el S&P, ignora quiénes están en la junta directiva del banco Barclays (que perdió el 7,8% de su valor mientras usted se tomaba el café de la tarde), pero cuando algún poderoso corre el riesgo de caer, millones de hombres lo esperamos abajo para servirle de colchón.

No conocemos las reglas del mundo en que vivimos ni cómo funciona la economía. Creemos que con saludar al vecino, ceder la silla a los ancianos, donar las vueltas en Carulla, cumplir las metas trimestrales, sacar a la madre a almorzar y pagar puntual la EPS alcanza, pero no. Estamos a ciegas, dando bastonazos entre el Nasdaq y la Retefuente. Nos topamos con una noticia económica (la que define qué pondremos mañana sobre la mesa) y nos da pereza, preferimos Angry Birds.

El hecho es que un grupo de inversionistas, de los que no sabemos cómo se han hecho a nuestro dinero, deciden un jueves cualquiera que no es seguro invertir en UniCredit (anótelo con un –9,3%) y se van a quebrar mercados a otra parte. Entonces, la cadena económica que hasta ahora no entendíamos toca a la puerta para notificarnos que estamos despedidos por recorte de personal.

Hay muchas cosas que no comprendemos, cosas con las que vivimos esperando que no se quiebren. Su esposa lo adora, usted no lo entiende porque es un pobre hombre del montón, pero confía en que ella nunca lo descubra y se quede a su lado para siempre.

El precio del petróleo, la justicia colombiana, la portabilidad numérica, el ranking de la FIFA, el techo de la deuda, el prestigio de Juanes, la rapada de Chávez. El mundo es un lugar lleno de misterios y aun así seguimos respirando.

Wall Street cayó 4,3%, muchos inocentes pagaremos la furia de los dioses. Nos vemos en el parque, lleven crucigramas.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Cifras

Puedo leer el periódico sin que nada se me quede, pero es porque el periódico no trae noticias importantes. El de hoy, por ejemplo, dice que los Nule están a un paso de la muerte comercial, que cayó un cargamento de cocaína en el aeropuerto y que Colombia clasificó a octavos de final del mundial juvenil.

Noticias banales que creemos sustanciales porque no entendemos que lo importante es lo que ocurre en la mente.

Que los hombres tengan mejores sueldos que las mujeres (como reza otra noticia) es irrelevante; lo trascendental es que exista una mujer acomplejada porque los hermanos le dicen que es una perra, y la mamá que es bruta, mientras el padre la viola en silencio. Esa mujer sale a buscar trabajo y se vende por tres pesos en lugar de los diez que pediría un hombre promedio.

Otra cosa son las cifras, yo vivo pescando cifras en el diario. No sé cuánto es dos más dos, pero veo un número y puedo pintarme la noticia entera.

El otro día leí una que aún no supero: el 52% de los embarazos en Colombia son indeseados. Dudo que exista una mejor manera de decir que a este país le sobran 25 millones de personas.

La noticia coincidió con otra que decía que Facebook lanzaba una opción para que sus usuarios anunciaran si están embarazados. A la gente le ha parecido la maravilla, pero a mí me parece un poco sosa, yo lo que quiero saber es cuántos de los 600 millones de usuarios de la red social fueron embarazos no deseados; he ahí una noticia.

Me cansa la gente que se casa, la que encarga hijos; estoy agotado de fingir alegría cuando alguien anuncia que está preñada; no soporto que una mujer me pida que sienta a su bebé patear. No sean idiotas; follen, follen mucho, rompan coños y corazones, pero no traigan más niños al mundo, que el mundo está perdido.

Encontré otra información que asegura que después de los 40 las mujeres quieren sexo y los hombres caricias. La sola cifra me hizo entender años de desprecio y sexo frustrado, algo que sicólogos, sexólogos y ex novias nunca pudieron. Lo mejor fue que pude concluir que si la mitad de la gente quiere caricias y la otra mitad busca sexo, lo normal es que el 52% de los nacimientos sean a la brava.

Y así voy por los diarios, de número en número para que el mundo entero pueda entrar en mi cabeza. Nunca comprendí la situación del Medio Oriente hasta que me enteré de que 25 inmigrantes habían muerto asfixiados en el cuarto de máquinas de un barco que iba de Libia a Italia.

¿Cuán desesperado tiene que estar uno para salir escondido de su país en busca de una mejor vida y terminar muriendo en altamar e identificado por las autoridades de una patria que nunca conoció?

La foto de los 25 cuerpos cubiertos por 25 mantas azules me hizo entender cómo es morir por asfixia; fue más contundente que todos los cables internacionales que sobre Gadafi llegan a la redacción del periódico para el que trabajo.

Yo no habría sido capaz de inferir la vergüenza que significó la inauguración del Mundial Juvenil solo con ver las imágenes de televisión, necesité leer que costó 6.000 millones de pesos y que el asunto va a ser investigado por la Contraloría para oler el torcido. Ahora queda que nos digan por qué el estadio de Cali costó tres veces más de lo presupuestado. Al parecer la FIFA lo ha reconocido como el mejor escenario del torneo, pero es que con 60.000 millones de pesos de más cualquiera hace algo bonito.

Pasando a temas más agradables, mujer, esta noche me pedirás que te acaricie, pero yo querré polinizarte, así que tómate la píldora, reacomódate la T y tengamos sexo anal con doble condón, que no te quiero ver dándole click al botón de maternidad en Facebook.

En todo caso, si llegas a quedar embarazada, le ponemos MacGyver.

lunes, 1 de agosto de 2011

Los traumas se quedan en casa

Los traumas hay que dejarlos en la casa, antes de salir al trabajo cada mañana.

Usted llega a la oficina a las nueve y tiene que fingir que le gusta lo que hace y está feliz con su sueldo; viste decente (aunque no use corbata), pretende que no quiere acostarse con ninguna compañera y no revela que estuvo a punto de darle un puño al espejo mientras se afeitaba porque no se soporta. No lo hace porque no sabría cómo explicar la herida, pero también porque es un tacaño que no está dispuesto a comprar un espejo nuevo.

El mundo es un lugar violento por culpa de aquellos que llevan sus complejos más íntimos a la vida cotidiana. Los maltratados por sus padres se convierten en sicarios, mientras que los niños que todo lo tuvieron se meten a la política. Simón Gaviria llegó con 30 años a la Presidencia de la Cámara y Santiago Pastrana sueña con ser presidente de Colombia, como su padre y su abuelo. Anhelan el poder desde antes de tener cédula, aunque no sepan por qué, ni para qué sirve.

Hay en internet un video de un policía en Medellín que dispara al aire mientras civiles le dicen que guarde el arma y se vaya. Hay lógica en lo que le piden, pero nadie sabe qué pasa en la casa de ese agente ni qué le ocurrió en su infancia. Es un señor que cada mañana carga sus resentimientos en su pistola de dotación y sale a recorrer las calles escudado en el “Dios y Patria” de su escudo.

El video me hizo recordar una foto que fue primera página en la prensa y que mostraba a dos francotiradores de la Policía en el techo del estadio El Campín, acompañada de un titular que decía que la seguridad para el Mundial Sub-20 estaba lista.

La imagen, lejos de darme seguridad, me llenó de miedo. ¿Qué hacen dos tipos con escopetas apuntando hacia la cancha de un estadio de fútbol? No creo que estén para protegerme. Desde que un agente me dio un bolillazo en una pierna a los 12 años nadie me quita la idea de que el Estado está para joderme y no para darme una mano.

Lo dicho, traumas.

Sacar los traumas caseros a pasear a la calle es peor que llevar trabajo a la casa. Usted trabaja horas extras en el hogar y logra que su mujer se divorcie y que sus hijos lo abandonen cuando sea anciano, pero lleva los rechazos de su madre a la calle y termina disparándole a diez en un McDonald’s o a 76 en Noruega, según lo fuerte que lo hayan golpeado.

Traumatizados nuestros policías y nuestros delfines políticos, traumatizado Humberto Rodríguez, “El Gato”, que aceptó la presentación de Sábados Felices; traumatizado el tipo que fundó en Caquetá el Movimiento Machista, que sólo admite en su partido a hombres que no dejen opinar a su mujer y tengan al menos una demanda por alimentos.

Traumatizado también un árbitro en Argentina que dio 18 minutos de adición en un partido porque no quería volver a casa por temor a su esposa, que siempre critica sus decisiones con violencia. Quizá unirse al Movimiento Machista sea lo suyo.

Traumatizado yo, que una vez en la ducha tengo que empezar a enjabonarme siempre por la axila derecha. Cuando me distraigo y lo hago por la izquierda, me trastorno, baja mi rendimiento en la oficina, ingiero comida todo el día sin logar llenarme.

Pasó esta mañana. No sé en qué estaba pensando, pero comencé por el pecho. Cuando me di cuenta ya era tarde y a partir de allí todo fue cuesta abajo. Dejé en casa un espejo roto y llegué al trabajo con mis traumas y mi mano izquierda vendada; no fui capaz de mirar a nadie a la cara.

Escribo esto con una sola mano (la menos diestra) en uno de mis peores días, no espere mucha poesía.