Despierto un día y no le funciona la tecla punto a
mi computador. Es un MacBook (no me alcanzó para el Pro) y lo compré después de
oír los consejos de un par de amigos. Antes tuve un IBM que compré en Japón y
quería cambiarlo por algo similar o mejor. (No tenía para el MacBook Pro, menos
iba a tener para un pasaje a Tokio, así que lo compré en una tienda local).
Desconcierto primero, rabia luego, empeño en
arreglar la tecla después. La soplé, la moví, la espiché con insistencia,
reinicié el computador. Tenía que mandar un artículo ese mismo día, así que
traté el copy-paste, el código Ascii, pregunté vía Twitter. No encontré la
respuesta que buscaba, pero aprendí muchas cosas, entre ellas, que basta con
escribir una palabra en el navegador y luego espichar CTRL+enter para que
salgan el www y el .com.
Pensé entonces que era un bonito reto profesional.
¿Cómo escribir un artículo completo sin puntos? Habría sido más fácil si la
tecla averiada fuera la del corchete, o la de la C provenzal. Empecé a redactar
la columna, pero abandoné al tercer renglón; parece que no soy tan buen
escritor como pensaba.
Este es mi tercer computador portátil, el primer
Mac, y nunca había tenido un problema similar. No entiendo la fama de los
productos Apple. Son buenos, pero no la octava maravilla como creen algunos. Se
dañan como los de cualquier otra marca y sus repuestos son carísimos, desde un simple
cargador hasta los audífonos del iPod. Cuestan tanto que parece que fueran
hechos a mano por el Secretario General de la ONU y no por obreros chinos que
lo único que quieren es suicidarse.
Pero igual las personas hacen lo que sea por tener
algo de Apple. En Claro están "regalando" iPhones a $250.000 a cambio
de dos años de contrato, y si se pierde o toca reponer hay que pagar
millonadas. Igual hacen fila y firman lo que sea sin mirar. La gente empeñaría
a sus hijos con tal de tener un iPhone, lo que indica, por otro lado, lo caro
que resulta criar a un hijo.
El asunto con mi computador es que fui a tres tiendas Apple autorizadas y en todas me dijeron lo mismo: cuando a un aparato de esos se le daña un botón no se puede cambiar sólo ese, hay que reemplazar todo el teclado. ¿Precio del cambio (mano de obra incluido)? $416.000 del alma. Y lo peor, me lo entregaron en dos días, pero con teclado en inglés. Si quería uno en español me habría tocado volver en dos semanas, un lujo que una persona que vive de escribir no se puede dar. Ahora no sé donde queda la Ñ, ni los paréntesis, ni el punto y coma; hacer artículos me toma el doble de tiempo que antes.
¿Me van a decir ustedes que a Steve Jobs, el genio
consentido de la computación mundial, no se le ocurrió que era más fácil
cambiar una pequeña pieza que todo un componente? Avaro es lo que era ese
viejo. El único consuelo que me queda es que su cáncer fue lento y doloroso, y
que no verá un centavo de lo que me costó el arreglo. ¿Alguien sabe dónde está
la tumba de Steve Jobs? Quiero bailar sobre ella
Ya tengo el computador de vuelta, me han dado tres
meses de garantía. Me da la impresión de que se le va a volver a dañar algo al
cuarto, espero con paciencia ese día. No tengo nada más que decir, punto final.
Publicada en la edición de agosto de la revista Enter. www.enter.co