domingo, 26 de agosto de 2012

Punto final


Despierto un día y no le funciona la tecla punto a mi computador. Es un MacBook (no me alcanzó para el Pro) y lo compré después de oír los consejos de un par de amigos. Antes tuve un IBM que compré en Japón y quería cambiarlo por algo similar o mejor. (No tenía para el MacBook Pro, menos iba a tener para un pasaje a Tokio, así que lo compré en una tienda local).

Desconcierto primero, rabia luego, empeño en arreglar la tecla después. La soplé, la moví, la espiché con insistencia, reinicié el computador. Tenía que mandar un artículo ese mismo día, así que traté el copy-paste, el código Ascii, pregunté vía Twitter. No encontré la respuesta que buscaba, pero aprendí muchas cosas, entre ellas, que basta con escribir una palabra en el navegador y luego espichar CTRL+enter para que salgan el www y el .com.

Pensé entonces que era un bonito reto profesional. ¿Cómo escribir un artículo completo sin puntos? Habría sido más fácil si la tecla averiada fuera la del corchete, o la de la C provenzal. Empecé a redactar la columna, pero abandoné al tercer renglón; parece que no soy tan buen escritor como pensaba.

Este es mi tercer computador portátil, el primer Mac, y nunca había tenido un problema similar. No entiendo la fama de los productos Apple. Son buenos, pero no la octava maravilla como creen algunos. Se dañan como los de cualquier otra marca y sus repuestos son carísimos, desde un simple cargador hasta los audífonos del iPod. Cuestan tanto que parece que fueran hechos a mano por el Secretario General de la ONU y no por obreros chinos que lo único que quieren es suicidarse.

Pero igual las personas hacen lo que sea por tener algo de Apple. En Claro están "regalando" iPhones a $250.000 a cambio de dos años de contrato, y si se pierde o toca reponer hay que pagar millonadas. Igual hacen fila y firman lo que sea sin mirar. La gente empeñaría a sus hijos con tal de tener un iPhone, lo que indica, por otro lado, lo caro que resulta criar a un hijo.

El asunto con mi computador es que fui a tres tiendas Apple autorizadas y en todas me dijeron lo mismo: cuando a un aparato de esos se le daña un botón no se puede cambiar sólo ese, hay que reemplazar todo el teclado. ¿Precio del cambio (mano de obra incluido)? $416.000 del alma. Y lo peor, me lo entregaron en dos días, pero con teclado en inglés. Si quería uno en español me habría tocado volver en dos semanas, un lujo que una persona que vive de escribir no se puede dar. Ahora no sé donde queda la Ñ, ni los paréntesis, ni el punto y coma; hacer artículos me toma el doble de tiempo que antes.

¿Me van a decir ustedes que a Steve Jobs, el genio consentido de la computación mundial, no se le ocurrió que era más fácil cambiar una pequeña pieza que todo un componente? Avaro es lo que era ese viejo. El único consuelo que me queda es que su cáncer fue lento y doloroso, y que no verá un centavo de lo que me costó el arreglo. ¿Alguien sabe dónde está la tumba de Steve Jobs? Quiero bailar sobre ella

Ya tengo el computador de vuelta, me han dado tres meses de garantía. Me da la impresión de que se le va a volver a dañar algo al cuarto, espero con paciencia ese día. No tengo nada más que decir, punto final.

Publicada en la edición de agosto de la revista Enter. www.enter.co

miércoles, 22 de agosto de 2012

Odio lo que soy


Yo me parezco demasiado a lo que odio, por eso me levanto cada día a despotricar del mundo en el que vivo. Pero es porque uno sólo puede criticar proyectando sus defectos en los demás, nunca en primera persona.

No aguanto a los manipuladores, no soporto la doble moral de la gente ni que crean en Dios, pero es porque yo manipulo y tengo doble moral. Alguna vez le recé a Dios, sin éxito.

Uno se critica a sí mismo en los otros para poder mirarse al espejo cada mañana. Me da placer, por ejemplo, ver cómo la imagen del Presidente se ha venido dañando. Me alegra porque Juan Manuel Santos representa al peor tipo de ser humano que conozco: el cachaco estrato seis. Hipócrita, snob, pretencioso, clasista, culpable de la violencia de este país que después organiza marchas y Alimentartes para remediarla. Lo digo yo, que toda la vida he tratado de convertirme en un cachaco de clase alta pese a haber nacido costeño clase media.

Terapia

Imagínanos juntos, en el mismo cuarto, cada uno en su escritorio escribiendo nuestros blogs, sin hablar, compitiendo para ver quién escribe mejor y perder ambos. Escribir y publicar de afán, mediocremente, porque igual no nos pagan por hacerlo, para luego tener sexo. Tan salvaje como si nos estuviéramos leyendo, orgasmos como verbos.

Te has fijado en cada idiota que qué importa ya intentar conmigo. Estoy tan viejo y amargado que escritura y sexo es lo único que puedo ofrecerte, pero tú insistes en pedirme juguetes que van con tu edad: viajes, maratones de películas, comida gourmet, reírnos de nada, salir a emborracharnos, cama por cárcel hasta que sea lunes y toque volver a trabajar. Y yo estoy dispuesto a lo que sea con tal de que no tengas que volver nunca al siquiatra. Sexo con amor, o sin él, como terapia.

viernes, 17 de agosto de 2012

Te tomé una foto a los 18

Te tomé una foto a los 18. Era primavera en un lugar con estaciones y llevabas un vestido verde ligero con pequeñas flores negras estampadas. Tenías el pelo cogido, sudabas un poco y el sol dejaba ver a ratos tu entrepierna. Tenías 18 y esperé a que estuvieras de espaldas para que fuera sorpresa; luego te esperé hasta los 33 para contarte. Te lo confieso ahora para que sepas que sigues siendo la niña bonita de aquellas vacaciones. Te tomé otra a los 22, cuando tú aparecías y yo temblaba. A los 22 les tomé fotos a tus pies, a la fachada de tu casa, recorrí los salones de universidad donde veías clases y les tomé fotos a cada uno de ellos; vacíos, a escondidas, asustado, porque si no me das miedo no me gustas. A los 18 te tomé una foto para mostrártela cuando fueras vieja y combatir así los días tristes como hoy. Hoy te ves como se veía tu madre cuando te conocí. 

Tú debiste morir virgen. Nadie te merece, aunque yo lleve 15 años viendo cómo te entregas a todo hombre que no sea yo.

jueves, 16 de agosto de 2012

Ibuprofeno para el alma

Llevo ocho meses tratando de afiliar a mi hermana a una EPS y no he podido.

Ocho meses de menús de call centers que no llevan a ningún lado, de papeles y firmas, de mostrar recibos de pago que no lo dejan a uno a paz y a salvo ni con su propia alma. Comencé en enero del corriente y creí que en junio había coronado, pero la semana pasada me llamaron a decir que estaba moroso porque los aportes a la salud se habían ido a la EPS que no correspondía.

Luego de luchar durante más de un semestre he llegado al punto en el que prefiero matar a mi hermana y suicidarme después antes de hacer una vuelta de EPS más. Pusimos nuestra salud en las manos de las peores personas que tiene Colombia, y pareciera que no les basta con quedarse con nuestro dinero, necesitan también nuestra paz mental para saciarse.

Y buena parte de la culpa la tenemos nosotros, que creemos que el sistema funciona cuando está diseñado para que no marche. Mejor sería esperar nada de la vida, comenzando por los hospitales, seríamos menos amargados.

jueves, 9 de agosto de 2012

Una frase prestada

Las mujeres se entregan con furia a su primer amor, salen heridas y luego se pasan el resto de la vida tratando de recuperar la confianza que perdieron en su adolescencia.

El príncipe azul las deja de diván y les toma tiempo entender que ser una princesa es muy aburrido. Tengo una amiga que aún hoy, diez años después de haber terminado con su primer novio, no lo supera. Va al siquiatra dos veces por semana y llora después de cada sesión. Tiene el corazón y el bolsillo rotos, porque no es barato pagarle a alguien para que nos oiga.

Le he dicho que cree un blog, que yo abrí el mío para no ir al siquiatra y ahorrarme unos pesos. No ha sido capaz porque se asustó cuando le dije que un blog implicaba ser constante, exponerse. Y eso que no le mencioné lo difícil que es ser constante cuando se escribe gratis. En vez de escribir, tiene por armas el humor negro, el cinismo, el alcohol y sabotear sus relaciones amorosas.

Y eso pasa porque el primer amor está sobrevalorado. En su juventud las mujeres escogen al más popular, al más bonito, que es por lo general el más cafre. Muchas veces, ese hombre va envejeciendo pero sigue siendo el mismo idiota, así que se mete con mujeres más jovenes porque son las únicas a las que puede conquistar. Las mujeres con experiencia se vuelven incrédulas y las que van al siquiatra descubren que el amor no es otra cosa que encontrar a quién someterse.

martes, 7 de agosto de 2012

Carta

Me masturbo pensado en ti. Me masturbo más que un preso, me masturbo como si no pudiera tenerte. Me masturbo y digo tu nombre mientras lo hago. Miro tus fotos, me masturbo y lloro al mismo tiempo. Las ensucio, luego las limpio y las vuelvo a guardar. Cuando estoy en la calle y pienso en ti, escondo mis erecciones hasta poder llegar a casa a masturbarme. Si yo no fuera un asco de persona me atrevería a llamarte. Saldríamos a comer, a cine, volveríamos a casa a follar. Te lamería el coño en vez de imaginar que te lo lamo todas las noches. Quizá de tanto lamértelo y de darte mondá de pie (contra la pared, tú con tacones de doce centímetros para que ese coño divino que debes tener quede a mi altura) terminaríamos casándonos. ¿Las personas no forman familias luego de haberse pajeado mucho pensando en el otro? Te tengo en redes sociales para recolectar imágenes tuyas. Nos hemos encendido a sexo en cada uno de tus álbumes, en cada foto de Instagram. Tu pelo sobre la parte de arriba del vestido de baño, tu espalda que baja y se abre hasta volverse caderas, tu sonrisa del gato de 'Alicia en el país de las maravillas'. Copio tus tuits y los guardo en un archivo de Word para después masturbarme con ellos. Imagino que tu vagina sabe a frutos del bosque y que mi verga encaja perfecta. Pero eres cara, y no me refiero sólo al dinero. Estar contigo implica un desgaste emocional que no estoy dispuesto a asumir. Tarde en la noche no puedo dormir si no me masturbo pensando en ti, si sigo así se me va a caer la verga. Te amo en fantasías, en la vida real te evito. En ambos frentes te trato como la gran puta que eres. 

lunes, 6 de agosto de 2012

¿El evento deportivo más importante del mundo?

De niño leí un artículo que decía que los eventos deportivos más importantes eran, en su orden, los Juegos Olímpicos, el Mundial de Fútbol y el Tour de Francia. Y me pareció raro, porque a mí, que crecí obsesionado con los deportes, nunca me pareció que los Olímpicos fueran la gran cosa.

Puedo recitar de memoria los goleadores de los mundiales y los ganadores del Tour (los del Giro de Italia también), pero los Olímpicos no me interesan, me parecen dispersos; mucho deporte y mucho deportista para tan pocos días. Es un problema mío, pero por algo esta columna va con mi foto y mi firma. Si a usted los Olímpicos le parecen lo último en guarachas, respeto su opinión.

Yo no olvido los tres goles de Rossi a Brasil en el 82, o el recital que daba Armstrong cada vez que recorría Francia en bicicleta, pero me cuesta recordar cualquier hazaña olímpica. Una medalla solo le importa al que la ganó y a un puñado de sus compatriotas. Un tailandés no tiene idea de que Ximena Restrepo ganó bronce en Barcelona 92 o que María Isabel Urrutia es nuestra única medallista de oro. Y lo mismo que sabe el tailandés sabe un ecuatoriano, que vive aquí no más. 

En los Olímpicos de Beijing se entregaron 958 medallas, lo que dice que es más fácil volver de unos Olímpicos con una medalla que sin ella. Salvo Usain Bolt o Michael Phelps, ningún medallista olímpico actual está en el imaginario colectivo. ¿O sabe usted quién fue medalla de plata en piragüismo en Seúl 88?

Tan poca importancia tienen los Juegos que Argentina es bicampeona olímpica de fútbol y nadie le rinde pleitesía por eso. Bielsa la ganó en 2004 y luego renunció. Cualquier argentino empeñaría esas dos medallas a cambio de no llevar 22 años sin clasificar a la semifinal de un mundial. Los Olímpicos son tan mal negocio que Montreal tardó más de 30 años en pagar los que hizo a cambio de que nadie recuerde qué pasó en Montreal 76. 

No entiendo quién nace diciendo “Quiero ganar la de oro en nado sincronizado”, o “Todas las mujeres van a caer a mis pies cuando sea campeón olímpico de marcha”. ¿Cómo es posible que alguien sacrifique los mejores años de su vida entrenando para una competencia que se va en segundos apenas? ¿Vale la pena madrugar y coger cuatro buses todos los días para quedar de cuarto en la prueba de envión en levantamiento de pesas? 

¿Quién levanta pesas en estas épocas donde con espichar una tecla de computador se pueden trasladar millones de dólares de una cuenta a otra? Uno entiende que Bulgaria y China sean potencias en la materia, porque son países donde el trabajo pesado es aún necesario, y también que Colombia produzca tanto levantador de pesas: a muchos les toca hacer su propia casa gracias al poco apoyo que brinda el gobierno. El Comité Olímpico Colombiano se parece a un bar bogotano de hipsters que se escribe parecido y se pronuncia igual, El Coq: es muy difícil entrar, nadie sabe qué pasa adentro ni qué hacen con la plata que les damos. 

Por último, acto de patriotismo no es apoyar a los nuestros en Londres 2012, sino aguantar las transmisiones de nuestros canales. Digo, si un tipo con la experiencia de William Vinasco le dice Iniesta a Casillas (acaba de pasar en la Eurocopa), ¿qué barbaridades alcanzaría a decir para llenar los vacíos durante la transmisión de la prueba de tiro con arco?

Hace poco leí que Muhammad Alí tiró al río la medalla de oro que ganó en los Juegos Olímpicos de 1960. Ignoraba que el quizá mejor boxeador de todos los tiempos fuera un tipo tan inteligente. Era eso, o tenerla en el baño para cuando se acabara el papel higiénico.

Publicada en la edición de julio de la revista SoHo. www.soho.com.co 

miércoles, 1 de agosto de 2012

El helado de chocolate

Esta mañana llegué despechado a Carulla. Suelo ir al supermercado y no al bar cuando me rompen el corazón porque soy un niño: no me gusta el whisky, sino el helado de chocolate.

Bajó de precio el litro de Popsy, y eso me hace feliz porque lidiar las penas con placebos me estaba matando: brownies de A&A, chocolatinas Jumbo Jet de 100 gramos, galletas Morenitas. El helado de chocolate estaba tan caro que sólo podía comprarlo cuando los ponían en oferta con el 25 por ciento de descuento o cuando el golpe había sido muy duro. Ahora que está a 12 mil y fracción en vez de a 17 mil y punta puedo meterme con cualquier mujer sin pensar en las consecuencias.

Con el helado se te van todas las penas, pero tiene que ser un litro y de una sola sentada. Dos bolas en una copa no sirven de nada, hay que comer hasta que revientes, quedar tan fofo que te repugne verte al espejo. Comer hasta entender que uno puedo llenarse, pero no saciarse.