A los que cenaron solos, a los que cenaron salchichas con
Coca-Cola, a los que no cenaron. A los que pasaron el día en soledad porque no
tenían a nadie, a los que lo pasaron solos por voluntad propia, a los que no
quieren a los seres queridos, a los que pasaron Nochebuena rodeados de personas
pero igual se sintieron solos. A los que la medianoche los cogió viendo porno o
‘Mi pobre angelito’. A los que no consiguieron vuelo hacía donde querían, a los
que Avianca les extravió las maletas…
miércoles, 26 de diciembre de 2012
jueves, 20 de diciembre de 2012
Cero sexy
Vengo de someterme a un examen médico completo y resulta que
estoy sano. Ya lo intuía, pero igual quería hacérmelo porque, como dice un
amigo, uno debe ir al médico cuando se siente bien y no cuando está enfermo.
Salí divinamente. “Parece de veinte”, me dijeron los
doctores. Parece de veinte es un piropo que se le dice a una persona que está cerca de la vejez, me da la
impresión, así que me sentí acabado aunque todo hubiera salido de maravilla.
Porque estoy sano, pero maldita vida si los médicos se las arreglan para
hallarnos defectos y dejarnos la autoestima por el suelo.
El examen es sin ropa, como para que uno vaya perdiendo la
dignidad así haya pagado una millonada. Luego descubren que uno tiene una serie
de lunares potencialmente cancerosos y le enciman la explicación de que el
cáncer de piel es el más voraz de todos y que cerca del 60% de las personas que
lo sufren, mueren.
miércoles, 19 de diciembre de 2012
Armas allá, basuras acá
Todo es un doble discurso, todo es una fachada. El llanto de
la gente, el despliegue de los medios, las palabras de Obama. 27 muertos en
Connecticut son en realidad poca cosa, pérdidas mínimas necesarias para una
industria de armas que mueve 3.500 millones de dólares cada año en Estados
Unidos.
La verdad es que cuando nos reproducimos como una plaga (de
1.500 en 7.000 millones en poco más de un siglo) no hay hambruna, ni guerra, ni
masacre que valga. Somos muchos, seguiremos creciendo, y salvo gran catástrofe,
la especie no está en peligro. La vida sigue.
Lo que pasa es que toda muerte es una pequeña tragedia.
Tragedia para los cercanos y los sensibles, quiero decir, para los que no
buscan figurar. Los medios tienen que reportar porque ganan plata con ello y
los políticos muestran congoja porque fueron elegidos para figurar en esos
medios que facturan con cada mala noticia. El mundo está gobernado por personas
que no tienen corazón pero posan de sensibles. Pasa allá y ocurre acá, donde trataron de ocultar la muerte de
un hombre de 60 años en la carrera de la Torre Colpatria.
El hecho es que durante la semana vimos tanto de la matanza
de Connecticut que aprendimos que se escribía con doble N y una C antes de la
primera T. Oímos también frases de cajón y mensajes de apoyo prefabricados que
no le daban paz mental a ninguna de las víctimas.
De todo lo que
se dijo de lo hecho por Adam Lanza, lo más cruel y sensato se lo oí a un amigo:
“siento un fresquito cada vez que pasa una cosa de esas en Estados Unidos”.
Al principio no le entendí, incluso me indigné; yo, que me
ofendo por pocas cosas y que tengo tres sobrinos que van al colegio en Long
Island, apenas a unas horas del lugar de la masacre. Pero todo me quedó claro
cuando me explicó que la política estadounidense se basa en la doble moral. Yo,
que creía saberlo ya, lo oí con el asombro de un niño (de colegio) cuando me
dijo que las armas nunca iban a
ser prohibidas porque movían la economía del país y que, si Estados Unidos fuera
productor de droga, ésta sería legal.
Y aunque 27
muertos sean poca cosa para una industria billonaria, el hecho ha generado toda
clase, no de debates, sino de locuras. Para empezar, la Asociación Nacional del
Rifle escondió su perfil de Facebook (ni idea cómo lo lograron, si Facebook
hace con nosotros lo que se le da la gana). Luego, un congresista llamado Louie
Gohmert afirmó que la mejor forma prevenir esas matanzas era vender más armas.
Y parece que el mensaje tuvo acogida, porque la venta de armas se disparó
(nunca mejor dicho) y días después un niño de 11 años llegó armado al colegio.
Todo esto en un país que produce toneladas de armas reales
pero que en ocasiones prohíbe la venta de pistolas de juegues, ha declarado
ilegal el matrimonio entre homosexuales y que la gente beba en la calle. Su
lógica debe tener todo esto, pero cuesta entenderla.
Si en Estados Unidos hay niños que parecen cobrar valor
cuando los mata un desconocido, los habitantes de Bogotá somos importantes porla basura que producimos. Nadie da un peso por nosotros, pero nuestros desechos
valen millones. Me han explicado el tema de Petro y las basuras decenas de
veces y sigo sin entenderlo. Quizá porque, a diferencia de lo que pasa en
Estados Unidos, no hay ninguna lógica detrás del asunto. Yo sólo sé que a este
paso se va a hacer realidad el dicho que reza "El día que la mierda valga,
los pobres nacerán sin culo".
lunes, 17 de diciembre de 2012
El video más visto del mundo
Es difícil tener fe en la Humanidad cuando se lee la noticia
de que el video de la canción ‘Gangnam Style’ es el más visto en la historia
del internet. 850 millones de visitas en Youtube, más de 2.200 millones de
reproducciones en total (y contando) hacen que idealistas como yo nos sintamos
mal. Porque, de acuerdo, somos libres y cada uno verá lo que le gusta, pero que
lo que le guste a uno sea un coreano influenciado por lo peor del consumismo
occidental es impresentable. Está bien que Dios nos haya dado el libre
albedrío, pero no tenía por qué crearnos con tan mal gusto.
2.200 millones de reproducciones -seguramente más de 3.000
para cuando usted lea este artículo- representa medio mundo, literal. Por muy
doloroso que sea, que la mitad de la gente desapareciera (ojalá a los que les
gusta el video del coreano) sería de gran ayuda para el equilibrio de la vida
en este sobrepoblado planeta.
Y vean que ‘Gangnam Style’ le quitó el récord de reproducciones a una canción de Justin
Bieber, otro producto del capitalismo salvaje. ¿Cómo pretender que cosas como
las bellas artes y la filosofía son importantes si todos los días se confirma
que lo que el mundo quiere es mover las caderas al son de una canción fácil?
Entiende uno que haya guerras, y hambrunas, y billones de dólares robados por
entidades corruptas que terminan afectando muchas vidas. Si un ser humano es
capaz de sentir gusto por ‘Gangnam Style’ es capaz de cualquier atrocidad.
Mira uno cuáles son los videos más populares de internet y
todos parecen hechos por y para tarados: un niño que llora porque Chávez ganó
las elecciones en Venezuela; otro que llora también porque su hermanito le
muerde el dedo; un tipo que le hizo un video para pedirle matrimonio a su
novia; otro señor que dispara contra el computador de su hija. Todos recordamos
la campaña ‘Stop Kony’, cuya punta de lanza era un documental, que luchaba por
impedir que el líder ugandés Joseph Kony siguiera cometiendo crímenes contra la
población de su país. El video fue un éxito y pronto superó las 100 millones de
vistas y recaudó millones de dólares. Al poco tiempo se supo que la información
mostrada allí había sido manipulada y el líder de la causa, Jason Russell, fue
arrestado por vandalismo y hacer actos sexuales en público.
Y si todo esto ha pasado con simples mortales, imagine lo
que ocurriría con Dios. No da la cara hace tanto que no le haría daño un paseo
por las redes sociales. Si es cierto que es omnipresente, debería usar el
internet para reafirmarlo. Si Dios nos probara que existe se volvería Trending
Topic en Twitter. Debería también hacer un video y colgarlo en Youtube; se
volvería viral y quebraría el récord de PSY.
Me había resistido al video de ‘Gangnam Style’, pero tuve
que ceder, no podía escribir sobre algo que no había visto nunca. Primero fue
sentir que algo se moría por dentro; después, preguntarme si hay algo malo en
mí, si tengo la realidad deformada y me equivoco cuando pienso que gran parte
de lo que producimos es basura. Casi cedo, pero qué va. Es el resto del mundo
el que está mal, yo estoy divinamente pese a todo.
Publicada en la edición de diciembre de la revista Enter. www.enter.co
jueves, 13 de diciembre de 2012
Hacer mercado o ver a Millonarios
Es duro el golpe cuando se sabe que la boleta más cara para
ver a Millonarios en la final del fútbol profesional cuesta $530.000. Duele
aunque uno no sea hincha de Millonarios y lleve seis años sin ir a un estadio
en Colombia.
Ya después se ve bien la noticia y entiende que el precio
para abonados y socios es muchísimo menor, pero igual, que 90 minutos de un
fútbol tan mediocre como el colombiano cueste un salario mínimo mensual (y que
haya gente que lo pague) habla muy mal, no del país y de su fútbol, sino de la
naturaleza humana.
Lo dicho, se lee la noticia de primerazo y salta enseguida
el justiciero de quinta que llevamos dentro, el que pretende cambiar el mundo
sin levantar el jopo del sofá. Primero, ideas llenas de rabia: que ahí están
pintados los cachacos; aprovechados, hampones con buenas maneras, snobs y con
ínfulas. Siempre se han sentido ingleses y ahora deben pensar que Millonarios
es el Chelsea para gastarle esa plata.
domingo, 9 de diciembre de 2012
El mejor nueve del mundo
Todavía estoy tratando de entender qué significa eso de que
“Falcao es el mejor nueve del mundo” que tanto se oye por estos días en el
país, porque hasta ahora me lo he repetido a ver si comprendo la idea, y no
doy. Hasta donde entiendo, el mejor delantero del mundo es Lionel Messi,
seguido de cerca por Cristiano Ronaldo. El resto de jugadores está un escalón
por debajo de esos dos, así también existan Van Persie, Rooney, Ibrahimovic,
Agüero y Suárez, a quienes solo voy a mencionar para no enredar la columna.
Me parece que lo que pasa es que hemos logrado tan poco como
país que nos agarramos de lo que sea para reafirmar nuestra nacionalidad. ¿Qué
es ser el mejor nueve del mundo? ¿Jugar con el número nueve en la espalda y
hacer muchos goles o ser letal cerca al arco rival? El mejor nueve del mundo es
Messi, punto. ¿Qué importa si se mueve solamente en el área o de la mitad del
campo hacia arriba? ¿Qué importa si arma la jugada desde atrás y luego aparece
cerca del punto penal para meter el balón en la red?
El hecho es que un delantero hace goles, y Messi ha metido
más que Falcao. Eso de ser el mejor nueve es un tecnicismo, como tratar de
descubrir quién es el mejor siete o el mejor once, o querer saber quién es el
mejor arquero del mundo con los pies, debajo de los palos o cortando centros.
El mejor arquero del mundo es el mejor arquero del mundo, nada más. Cada vez
que oigo que alguien repite que Falcao es el mejor nueve del mundo como si
fuera una lección de colegio aprendida de memoria, me acuerdo de cuando en el
país hizo carrera la idea de que Víctor Aristizábal era el mejor jugador del
mundo sin balón.
A creerse esas cosas lo llamo subdesarrollo, como tomarle al
diseñador Jean Paul Gaultier una foto con un sombrero vueltiao cuando estuvo en
Cali, o pensar que tenemos uno de los mejores himnos nacionales y que nuestras
mujeres y nuestros paisajes son los más bonitos del mundo. De mujeres y
paisajes espectaculares está lleno el planeta, así como himnos ridículos como
el nuestro existen en los cinco continentes.
Ahora uno ve en redes sociales iniciativas para que a Falcao
le den el Balón de Oro. Ha tenido una gran temporada (lleva ya varias a ese
nivel), ¿pero de verdad creen que es superior a Messi, a Cristiano Ronaldo, al
mismo Iniesta?
Y todo porque desde el Atlético de Madrid empezaron una
campaña mediática para que el colombiano se lleve el premio. Eso de que Falcao
es el mejor nueve del mundo se lo oí a Diego Simeone. ¿Pero cómo no va a
decirlo, si es su entrenador? Y acá lo creen porque lo dice un hombre de fútbol
y además porque sale en la prensa. ¿Ustedes creen todo lo que sale en la
prensa? ¿No han visto la cantidad de idioteces que decimos los periodistas, la
sarta de pendejadas que publican los periódicos y las revistas, la radio y la
televisión? Los medios tienen que llenar espacios día a día, así que están
dispuestos a publicar cualquier afirmación categórica. No se dejen descrestar.
Otra cosa es que Falcao sea una gran persona, el mejor
delantero que ha producido el país, y que esté hoy a la altura de los mejores
del mundo, pero para elogiarlo no hay que decir bobadas. Él no es el mejor
nueve del mundo porque no existe tal cosa. El país está desfasado y eufórico,
que es lo que le pasa siempre que alguno de los nuestros logra despuntar. Más
bien disfrutemos esta buena racha del goleador y dejemos de ser tan colombianos.
Publicada en la edición de noviembre de la Revista SoHo. www.soho.com.co
jueves, 6 de diciembre de 2012
Hay que matar
A los que se roban un celular, a los que roban lo que sea; a
los que aplauden cuando aterriza el avión; a los que se pasan el semáforo en
rojo; a los conductores que aunque la intersección esté llena siguen andando
porque el semáforo está en verde y trancan el cruce; a los que se toman Twitter
en serio; a los que dicen “Tuirer”; a los que se cuelen en una fila; a los que
violan; a los que oyen a Santiago Cruz, Pipe Bueno y otras porquerías; a Yandar
& Yostin y a Cali & El Dandee; o a Yandar y al Cali y dejar vivos a
Yostin y al Dandee...
domingo, 2 de diciembre de 2012
Navidad y existencialismo
Ahora que empieza diciembre y no sé cómo terminé en un
centro comercial al que no le cabe un adorno navideño más y donde cada almacén
está más lleno que el anterior, lo tengo claro: el mundo es un mejor lugar en tiempos de
guerra.
El mundo es mejor en tiempos de guerra, con seres humanos
humildes que agradecen cada nuevo día pese a todo y sobreviven con lo mínimo;
que festejan pocas cosas, sin gordura, sin lujos, sin objetos caros, libres de
cosas inútiles como pianos de cola y anillos diamantes porque no sirven para
comer. La guerra nos deshumaniza, ¿pero no lo hacen también RCN y Nike? Yo digo
que la guerra nos vuelve prácticos.
Usted no se merece las cosas que posee. No las necesita pero
igual las tiene, que es una forma de no merecerlas. Los parlantes Bose, el
internet de banda ancha, los teléfonos inteligentes. Seguro quisiera botarlas,
¿pero con qué cara paga después las cuotas que aún debe?
Y la idea le llega clara a la cabeza después de entrar a la
única tienda que hay en el país de Bang & Olufsen, una marca danesa de
electrodomésticos de lujo que hace lucir a Apple como el Tía de la décima.
Usted desea un equipo de sonido de la marca, pero luego recuerda esas películas
de la II Guerra Mundial con judíos empeñando joyas y escapando a través de
cañerías y entiende que, así tuviera el dinero, es un lujo innecesario. Se
puede vivir sin lo último en audio y video.
Usted piensa y sus ideas no se callan pese al ruido de los
niños que corren por ahí y al volumen de los villancicos en los parlantes.
Entre más árboles de Navidad levantamos y más nieve artificial cae sobre las
calles de nuestro país sin estaciones, peor estamos. Si celebramos cada vez con
más ternura la Navidad es para olvidar que el mundo está podrido. El lío es que
las tabletas de última tecnología alegran el rato, pero no sirven para callar
la voz interior.
A mí me ocurre lo mismo que a usted. El otro día fui a la
Zona Rosa de Bogotá y quise salir de allí no más verla de lejos. Llegué con la
obligación de hacer compras de fin de año, pero convencido de que si le ganaba
a diciembre me iría mejor. No era aún 25 de noviembre pero ya nada funcionada:
las calles congestionadas, el alumbrado público que encandilaba, los árboles
gigantes cargados de bolas y guirnaldas, los Papás Noel en la puerta de cada
almacén con promociones amañadas (¿cuántas veces ha encontrado ese objeto que
tanto quiere con el 40 por ciento de descuento que anunciaba la vitrina?)
La jornada de compras fue larga. Dos horas, cuatro almacenes
y la bolsa vacía. Entré a recargar fuerzas en una heladería y noté que tengo
unos kilos de más; me sobran calorías como me sobran televisores: en mi casa hay
tres y apenas somos dos personas. Alcé la cabeza y me sedujo una vitrina con el
último LED. Se escapaba a mi presupuesto y no lo necesitaba, pero lo quería.
¿Debía comprarlo? Entré al almacén y mientras salía de la duda le compré a mi
hermana el iPhone 4s que quiere. Me dice que el 4 a secas ya no la hace feliz y
que piensa subastarlo en internet, aunque no creo que le den mucho por esa
viejera. Así somos.
Publicada en diciembre de 2011 en la revista Enter
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