jueves, 29 de mayo de 2014

Ni un documental más

Discovery Channel está sobrevalorado. Discovery y similares, digo, porque en ese paquete puede uno meter a History, Nat Geo y Animal Planet.

Ese tipo de canales dan una falsa sensación de cultura, porque después de ver uno de sus programas se pueden decir tres comentarios tramadores en una reunión de amigos, pero la verdad es que no aportan demasiado. Dan contexto, no conocimiento. No culturizan, sino que documentan. A la fecha no se han inventado nada mejor para aprender que los libros.

Para empezar, los programas pocas veces cumplen sus promesas. Anuncian una serie sobre el asesinato de Kennedy y se gastan dos capítulos de dos horas durante cuatro semanas para al final no contar ni quien lo mató. Y en los programas de espantos nunca muestra uno. Un equipo de diez personas se va con cámaras infrarrojas, sensores de movimiento y medidores térmicos a una cárcel del siglo XIX abandonada donde supuestamente se ven y se sienten fantasmas todo el tiempo, y nunca captan uno.

Para esos canales que posan de culturales la única guerra que se peleó fue la Segunda, y llevan décadas haciendo documentales al respecto. A la Alemania Nazi no se le puede hacer un especial más porque ya se ha contado todo de todas las formas posibles.

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jueves, 22 de mayo de 2014

Te escribo desde un café

No suelo escribir en lugares que no sean mi casa, pero la semana pasada se cayó el internet el día que tenía que mandar un artículo, así que me fui al café más cercano a terminarlo. Y el más cercano era un Juan Valdez.

Muy deprimente ir a un sitio de esos, llámese Juan Valdez o como sea. Para empezar, lugares así tienen un ambiente todo cool con su musiquita y su decorado que termina siendo es culo. Hacen todo para que los clientes nos sintamos cómodos, como si estuviéramos en Nueva York, cuando en realidad esta ciudad es Kabul. Los cajeros tratan de ser todos amables, y por esa amabilidad, que además se nota que es falsa porque muy bien no deben ganar y les debe saber a mierda atender a un cretino detrás de otro, se demoran de 15 minutos por cliente. Encima le preguntan a uno que si tiene la tarjeta Club de amigos. ¿Qué carajos es eso?, si en este mundo nadie es amigo de nadie, y menos de una gran corporación que factura millones. Yo acabo de montar una empresa y lo que quiero es clientes, plata. Mis amigos ya los hice hace rato.

Cuando llegó mi turno pedí un pastel de pollo, fruta picada y una botella de agua (porque qué oso marica tomar agua de la llave) y me preguntaron que si con gas o sin gas. Nuevamente, qué es esa maricada de pedir agua con gas, si el agua con gas es para idiotas. En sitios tipo yupie –hipster la tendencia es tomar agua con gas, llega alguien a pedirla sin gas y lo miran como si le faltara mundo.

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martes, 20 de mayo de 2014

HD o no HD

Caracol y RCN están buscando plata extra, por eso bajaron sus señales HD de las compañías operadoras de cable. Y resulta lógico, es tanto el dinero que le han metido a embrutecernos con novelas, realities y noticieros que ahora quieren su inversión de vuelta.

Yo no los critico, los entiendo, encima porque no hay nada que entender: detrás de toda decisión ilógica o arbitraria hay siempre razones de dinero o poder. Además, nadie se va a morir por no ver a Jota Mario Valencia en HD, que ya es suficiente con aguantárselo en la señal análoga. Además, si uno mira bien, las señales HD de los canales privados no es que sean tan HD. La definición es ahí y suelen ponerle a ambos lados unas barras verticales que cortan la imagen.

Los que pierden son Caracol y RCN, nadie los va a llorar. Así perdió en su día DirecTV cuando compró el fútbol colombiano por una millonada, pensando que los suscriptores iban a abandonar la competencia en desbandada. Cuando el producto que se tiene para la venta no es bueno, puede uno hacer como mico, que los resultados no serán los esperados.

Rara la televisión. O raras las personas, más bien, que nos volvemos adictas a lo que nos perjudica. Yo vivo pegado al televisor, pero no por RCN ni Caracol. Y sé que me hace daño porque cada día soy más idiota, pero no puedo hacer nada para remediarlo. Vivo en un apartamento de dos ambientes y tengo dos aparatos y tres conexiones al cable porque en algún momento puse dos televisores juntos para ver dos partidos de fútbol en simultánea. No estoy orgulloso de ello, lo digo con vergüenza más bien porque la verdad quisiera ser un hombre de lectura.

De niño mi madre me compraba libros con ilustraciones para que me entretuviera y me culturizara, y no me dejaba tener televisión en el cuarto. Debí ser un lector voraz, pero algo se torció en el camino porque de leer a los clásicos a temprana edad pase a convertirme en ese hombre que no se duerme si no deja la televisión prendida y luego se despierta a las 4 a.m. a apagarla para seguir durmiendo. Mal durmiendo, más bien.

El otro día un guionista de una famosa serie gringa (podría ser ‘House of cards’, pero ni idea) dijo que las series de televisión eran las novelas de nuestra época, pero yo difiero. La televisión dopa, los libros abren la mente, y no lo digo por ser cliché. Uno se acuerda de los libros que leyó pero no necesariamente de las cosas que vio, porque leer implica hacer un esfuerzo por pintarse la escena, mientras que en la TV lo dan todo digerido y así no tiene gracia.

Pero no puedo hacer nada, soy adicto hasta a esas películas que vienen dobladas en español y que constituyen una falta de respeto a los televidentes fieles. Doblada al español hasta ‘El Padrino’ parece hecha por Dago García. Una vez le pregunté al ejecutivo de un canal extranjero por qué las doblaban en vez de ponerlas con subtítulos y me dijo que porque el nivel de alfabetización en Latinoamérica era muy bajo, pero también porque la gente veía películas mientras comía, y que resultaba más fácil comer y oír que comer y ver. Lo dicho, somos unos adictos y nos tratan como tal.

Lo bueno es que me voy a casar (a la fecha sigue firme el compromiso) y he acordado con quien será mi esposa que no tendremos televisión en el cuarto. No es necesaria, la verdad. Se duerme mejor y se lee más, también se habla más y eso es clave, en especial ahora que está tan en boga eso de hablar con la pareja para no matar la relación. Y yo quiero que mi matrimonio dure, de corazón; quiero hijos, nietos, una mascota, todo el paquete, y ningún Jota Mario Valencia en HD me va a romper ese sueño.

Publicada en la edición de mayo de la revista Enter. www.enter.co

jueves, 8 de mayo de 2014

Todas las mujeres están locas

Una amiga me cuenta vía chat sobre su última decepción amorosa. Yo, que la conozco bien, le pregunto qué le pasa, porque la noto realmente mal. Es como si se estuviera auto-saboteando, pienso, no en vano lleva, le calculo, 30 de sus 37 años de vida con el corazón roto. “Yo no voy a parar hasta enamorarme de verdad”, me contesta.

Pues eso, que no va a parar hasta acabarse aún sabiendo que a los hombres de su vida los ha escogido mal a propósito. A todos, menos a su padre porque no tuvo la oportunidad de elegirlo. Ya sea por lo que les dieron o por lo que no, las mujeres suelen buscar a su padre en otros hombres.

Mi amiga se está auto-saboteando, y auto-sabotearse no es otra cosa que un placebo para no suicidarse. El suicidio es bueno, funciona, debería ser visto como un descanso y no como una tragedia. El suicidio es también una venganza, porque la muerte es el único abandono y la única mudanza. Uno puede cambiar de casa mil veces, pero morir es la única manera de trastearse de verdad y para siempre a otro vecindario. Volviendo a lo de auto-sabotearse, todos lo hacemos, pero en especial las mujeres, no en vano son más propensas a sufrir de depresión que nosotros.

En el amor funcionan más o menos así: miran el menú de hombres y escogen al que saben que no va a funcionar para poder decir que lo intentaron y preguntarse luego por qué a ellas les tocan siempre esos cafres. Pero ellas lo saben, tienen claro que van saltando de hijueputa en hijueputa porque han aprendido a reconocer a uno a kilómetros. Y saben también que no es les toque sino que así lo buscan. No se cansan de probarnos y probarse si son capaces de cambiarnos. Ellas, proveedoras de amor, bondad y otras virtudes, esperan contagiarnos con el ejemplo y hacer un hombre digno de esa piltrafa en la que se fijaron. Entre más buscan la felicidad y fallan, más tristes quedan. Las mujeres son cactus, enredadas, llenas de espinas, y nadie sale bien librado después de lidiar con un cactus.

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jueves, 1 de mayo de 2014

Cualquiera escribe un libro

Cualquier hijueputa escribe un libro. Yo tengo dos, para empezar. Ninguno bueno, eso sí, ambos muy mediocres. Es que los saqué por mi cuenta, sin editorial ni diseñador, sin corrector de estilo ni mercadeo, y así es muy jodido. Es que cuando toqué la puerta de una editorial pusieron cara de drama y me dijeron que solo podían darme el 10% de las ganancias porque en los libros no hay plata. No entiendo a esas empresas; si el negocio en el que están no es rentable, dedíquense a otra cosa y dejen de morirse y matar de hambre a los escritores.

Ahora, yo no soy escritor; yo escribo, que es diferente. Escritores Borges y Dostoievski, García Márquez y Dios, pare. Yo no tengo el nivel para ser publicado por una editorial, y ese es el problema del mercado del libro, que cualquier hijueputa se cree con madera para escribir uno.

A mí lo que me aterra es el poco prestigio que tenemos los blogueros y el mucho que tienen los que publican un libro, si ambos hacemos lo mismo. Alguien lanza libro, así sea la mierda, y empiezan a llamarlo “Escritor”. Lo sacan en la prensa, lo invitan a dar conferencias y a dictar clase en una universidad. A un bloguero no le pone atención ni la mamá. A un escritor de libros, en cambio, no se lo soporta ni la mamá.

No entiendo esa idolatría, si ser un autor publicado no es ningún mérito. Vea usted a Catalina Gómez, por ejemplo, que de la noche a la mañana se convirtió en gurú de los consejos hogareños y sacó un libro llamado ‘Los apuntes de Cata’. Se trata de una vaina muy pedorra donde da consejos tipo “Una pasta hecha con agua y bicarbonato puede calmar la molestia de las picaduras de insectos”. Listo, imprímase. La pieza es éxito en ventas, sale en reseñas de prensa y las amas de casa le piden a la autora sugerencias sobre limpiar paredes, conservar alfombras, endurecer las uñas y hacer durar los pañales del bebé. Todos consejos que se encuentran en internet o que los podría dar una tía.

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