viernes, 29 de abril de 2011

El mejor

Lo bueno de la aparición de Lionel Messi es que acabó con la discusión sobre quién fue mejor entre Pelé y Maradona.

Quienes dicen que Maradona es mejor que Messi aseguran que mientras el del Barcelona no gane un Mundial nunca estará a su nivel. Esto en términos de lógica quiere decir que anteponen hoja de vida a calidad en la cancha. De acuerdo a eso, Maradona nunca estará al nivel de Pelé, que no ganó un mundial sino dos, anotó en las dos finales en las que estuvo y además de marcar más de mil goles se quedó con dos Libertadores y dos Intercontinentales.

Pero yo creo firmemente que para ser el mejor no hay que ganar un mundial sino jugar mejor que todos, que es lo que hace Messi. El fútbol no había visto hasta ahora tal mezcla de habilidad y efectividad como la suya; comparado con él, un grande como Maradona parece cojo.

Alguien dijo que Messi era Maradona, pero todos los días. Es cierto, y me atrevería a voltear la frase para afirmar que Maradona en sus mejores días era Messi. Ese enano (Messi, quiero decir) lleva cinco años jugando bien todos los días, y en los partidos donde no luce hace al menos un pase gol y manda a la defensa rival a fisioterapia.

Quienes se resisten a Messi como el mejor de la historia terminarán cambiando de opinión si el argentino sigue así. Se trata de gente que necesita que otra gente les diga qué pensar sobre ciertas cosas. Con el paso del tiempo, las voces de los otros y los videos compilatorios con sus goles y jugadas (las personas de ese tipo se derriten con los videos compilatorios) los harán cambiar de opinión.

Si usted sigue creyendo que la calidad de un jugador depende de lo que gana, siga contabilizando títulos. Bajo esa lógica, Eudalio Arriaga fue mejor que Freddy Rincón, Djorkaeff estuvo por encima de Platini, y Materazzi es más que Paolo Maldini. Yo deseo que Messi nunca gane un mundial para acabar con ese cuento de que quien no es campeón del mundo no puede ser el mejor. ¿Qué tiene una final del mundo que no tenga una final de Champions?

El secreto de este Barcelona no es Guardiola, ni la dupla Iniesta-Xavi, ni la cantera, ni el esquema, ni la institución, es Messi. Es el mejor de la historia, y lo más bonito de todo es que no lo sabe. Yo solo pido que el día que abramos los ojos no empecemos a decir que Messi es Dios, que lo volvemos drogadicto y gordo a punta de elogios desproporcionados.

martes, 26 de abril de 2011

La culpa es de uno

Hay días en los que uno sale de la ducha sintiéndose sucio. Se ha enjabonado tres veces, se ha dado duro con la esponja (porque la mano no tumba todos los ácaros), se ha dejado cinco minutos el champú y diez el acondicionador, como ordena la etiqueta, y nada. Luego loción, desodorante, perfume. Nada sirve. Es lunes en la mañana pero sale uno de la casa como si fueran las seis de la tarde del domingo y estuviera empijamado.

El caso es que el sucio no es su cuerpo, sino usted (su cuerpo y usted no son el mismo ser viviente). Lo que lo mancha es el sentimiento de culpa, para el que no se ha inventado jabón alguno. El Pecado Original dice que hasta el bebé mas lindo llega al mundo cargando una falta ajena, y uno se lo toma tan a pecho que siente que hasta con respirar está cometiendo un delito.

Pecados mortales, pecados capitales, pecados veniales, ajenos o propios, ninguno deja dormir de noche. Roban la casa y es culpa de uno por no echar doble tranca. El hecho es que se vive con la sensación constante de haber hecho algo malo. Lo paran en un reten del tránsito y así se tengan los papeles en regla jura que la licencia va a estar vencida aunque ayer, cuando la vio por última vez, estuviera vigente.

Cuando era niño no sabía dónde esconderme cuando se perdía algo en el salón de clases. No había sido yo, seguro, pero me moría al pensar que la calculadora que había desaparecido se iba a materializar de manera milagrosa
(antimilagrosa mejor) en mi maleta. Cuando se comete un crimen sin culpable sale uno a decir de inmediato que no fue sin que nadie le haya preguntado, mientras la cabeza repasa si lo que dice la boca es cierto.

Yo hago las cosas no por juicios morales, ni religiosos, sino por cómo me siento después de hacerlas. Yo sería capaz de cometer atrocidades. Mataría, estafaría a amigos y familiares, pero sé que el sentimiento de culpa, y no la sentencia de un juez, no me dejaría vivir. Si no puedo ni levantar los pies después de comerme un litro de helado de chocolate, no sé qué sería de mí si violara a una compañera de trabajo con la que solo tengo fantasías de ese tipo.

Culpo a Dios de todo. Si nos hubieran educado con otra religión no estaríamos buscando culpables ante cada problema, sino soluciones. Es lo que nos está pasando con el invierno: el Gobierno culpa a la CAR, que se defiende diciendo que el error es de las alcaldías locales, y así. Es que somos católicos, nos gusta flagelarnos, señalar al prójimo y agradecer que alguien nos diga que somos una porquería que necesita ser salvada. Nos dicen que Jesús murió por nosotros y eyaculamos de felicidad.

Mientras unos a otros se pasan la pelota del invierno, la ira de Dios no hace distingos e inunda la Universidad de La Sabana, fortín del Opus Dei. Ya ven cómo es la vida, tanto luchar esa gente para que a su institución no entrara el pecado y tener que lidiar ahora con toda la mierda del Río Bogotá. Suele pasar que aquel que come bajo de sal para cuidar la presión arterial termina sufriendo de la próstata.

Lo que prueba todo esto es que al agua la tiene sin cuidado el poder del Opus Dei. Ya seas un simple mortal que vino a este mundo a masturbarse, o una secta religiosa con todas las influencias, hay culpas que ni el mejor kit de Lancome es capaz de limpiar
.

sábado, 23 de abril de 2011

En tu honor

Me las doy de detallista y me gusta andar con cara de genio incomprendido por todos lados, pretendiendo ver cosas que la gente del montón (usted) no es capaz de percibir.

Últimamente he tratado de relacionar el universo entero con un lugar cualquiera, uno solo, que la gente visita a diario. Antes frecuentaba discotecas, pero no alcanza. En las discotecas la gente mete drogas en los baños y se toca en la pista de baile. Habla mucho de la especie humana, pero no es suficiente.

Vivo jugando fútbol. Una cancha es un buen lugar para conocer a las personas: un hijo de puta en el fútbol es un hijo de puta en la vida. Recuerdo la frase de Albert Camus que dice que todo lo que sabía sobre moral se lo debía al fútbol. Podrá ser cierto, pero estamos hablando de la misma persona que dijo que el periodismo era el mejor oficio del mundo, así que a otra cosa.

Las últimas semanas las pasé en un hospital. En los hospitales se ven todas las miserias humanas y el poderoso y el mendigo se retuercen de dolor en idénticas proporciones, pero todos los días son iguales porque la gente no para de morir. No hay descansos, no hay domingos, y la vida sin domingos no vale la pena.

Durante mi estancia en el hospital tuve que ir con frecuencia a un supermercado que estaba cerca (porque es real la leyenda que dice que la comida de hospital es intragable).

Un supermercado tiene mucho de la vida misma. Al llegar a la caja la gente pone los billetes sobre la banda donde ruedan los productos, lo que prueba que somos cochinos. Hay ofertas, dos por uno, descuentos, y uno busca todo eso como loco, porque el ser humano es ventajoso. En un supermercado todo está rotulado, clasificado, identificado, que es como nos quieren los gobiernos y las multinacionales.

Luego están las manzanas. El hombre es un puesto de manzanas: todos apiñados, uno encima de otro, relucientes, deseables, exhibiéndonos para que alguien nos compre. De lejos nos vemos formidables, pero una vez nos detallan tenemos nuestro imperfecto, nuestra magulladura, nuestra falla.

Todos esos sitios son solo meras aproximaciones a la vida. Tienen baches, blancos en el mapa que pretendo armar. Mi búsqueda tiene deficiencias, justo como la frase de Camus sobre el periodismo, solo que decirla con un Nobel de literatura en el bolsillo sirve para que nadie afirme que eres un pobre diablo que no sabe lo que dice.

Seguiré pues buscando el lugar que contenga el universo en sí mismo. Se me ocurre que un burdel es una buena opción y que ahora que me dejaste puedo ir a uno sin cargo de conciencia. Será el viernes, y salvo cambio de planes de último minuto, me echaré un polvo en tu honor.

Twitter: @azableh

miércoles, 20 de abril de 2011

El vacío interior

Vivo tratando de llenar el vacío. El vacío interior, quiero decir. Uno llega al mundo lleno de órganos y fluidos, con los años se atiborra de ideas y recuerdos, pero llega a la adultez y descubre que está vacío.

Se empeña entonces en llenarse sin importar el sobrepeso y no lo logra. Yo no me saturo ni con comida ni con sexo, que deberían dejarme harto. Hay épocas de mi vida en que como cuatro veces al día y cada sentada la complemento con un postre, pero me acuesto y el hambre no me deja dormir. Es tanto el desespero que trato de llenar mis vacíos con Dios, ¿pero cómo hace uno para complacer a Dios en la iglesia y a una novia torcida en la cama sin terminar derrotado por el sentimiento de culpa?

He poblado mi vida de mujeres, de amigos, de fotos, de pasatiempos, de suscripciones a revistas, de ropa, de aparatos eléctricos (si tuviéramos claro que la tecnología no es la felicidad los de la compañía de electricidad estarían quebrados). Tengo repleta la agenda del celular, pero nada, nada, nada calma el vacío interior.

Porque el problema es que estamos solos. No importa cuántos amigos tengamos, ni cuánto dinero, ni cuántos hijos, al final del día nos ponemos la pijama y estamos irremediablemente solos. Descubrimos tal condición y no hay amor de la vida capaz de sacarnos la tristeza ni pizza extragrande que llene el agujero.

Me gustaría saber entonces a quién le reclamo por ser un producto defectuoso. Porque el problema con las aseguradoras que hay en el mercado es que aseguran las cosas que no importan, las que pueden ser reemplazadas, pero no hacen nada por las esenciales. Yo quisiera que me aseguraran no contra el síndrome del túnel carpiano, sino contra las frases mediocres que me salen cada tanto. A la compañía que me garantizara que soy capaz de escribir más allá de mis posibilidades le daría todo el dinero que pidiera.

Yo llegué tranquilo al mundo y ahora tengo una ansiedad que no me la quita ni un litro de helado de chocolate en fondo blanco. ¿A qué ente superior le cobro el seguro? ¿Cómo se llama la aseguradora de Dios? ¿Cómo no enloquecer cuando se convive con un cuerpo que todo lo que consume lo transforma en mierda, grasa y traumas sicológicos?

Twitter: @azableh

lunes, 18 de abril de 2011

Si te vas

No soportaría que te suicidaras porque quedaría embrujada la casa que compartimos y arruinarías así la experiencia de vivir allí. Es una buena casa, me gusta, me costó dar con ella. Tú sabes lo difícil que es encontrar hoy un lugar bien ubicado, no muy caro, con una cuota de administración decente, sin problemas de humedad y servicios estrato cuatro.

Si te quitas la vida tendría que mudarme, porque del miedo no podría volver tarde en la noche después del trabajo, atravesar la sala a oscuras y llegar al cuarto para tirarme en la cama como si fuera a morir (no creo que el apartamento esté en capacidad de sobrellevar más de una muerte).

No me gustaría llegar, no prender la luz como es mi costumbre y llevarme la sorpresa de golpearme el pecho con tus pies. Además no quiero imaginar tu cuello -una de las cosas más bonitas que he visto- todo desgarrado, y deforme y morado después de soportar el peso de tu cuerpo. ¿Qué tipo de cuerda compra alguien que quiere colgarse? ¿Cuántos metros son suficientes? ¿Quién la vende? ¿Cómo llega uno al mostrador y la pide sin despertar sospechas?

Y es un milagro que la gente no se suicide más seguido, con lo desesperanzadora que es la vida. Uno ve personas de edad que por necesidad se regalan y se meten, por ejemplo, a extras de comerciales y por doscientos mil pesos la jornada aguantan que las lleven de acá para allá, y les hablen duro y al final del día vuelven a casa en un bus. Tal vez no noten lo bajo que hay que caer para seguir malviviendo, o lo saben pero se hacen los locos para no pegarse un tiro.

Pero en tu caso es mejor no te dispares. Podrías tirarte de una ventana si se te da la gana, que así tu muerte, técnicamente, no sería en el apartamento, sino en el pavimento, y así no tendría yo que convivir con el miedo de un fantasma en la casa. El problema es que sería algo muy público, desagradable para tus amigos y engorroso para tu familia. La gente podría pensar que eres una vil imitadora de Lina Marulanda, y a ti nunca te ha gustado ser segunda de nadie.

En todo caso, si te vas a quitar la vida avísame con tres meses de anticipación, como exigen las inmobiliarias, para tener tiempo de hallar un nuevo lugar dónde vivir.

No esperes que te descuelgue del techo (viendo el cielo raso de la casa pensaría que no va a aguantar) ni que recoja tus vísceras con pala, que después de una caída de veinte pisos nadie es capaz de diferenciar el hígado del riñón.

Igual dale, si eso te hace feliz. Solo te pido dos cosas: la primera es que todo salga bien, porque si fallas vas a odiarte más y de paso lograrás que yo, que nunca te he visto como una mediocre, desconfíe de tus capacidades. La segunda es que dejes una nota donde me aclares una duda que he tenido siempre. ¿La gente se quita la vida por desespero, por aburrimiento o simplemente para joderle la vida al prójimo?

sábado, 16 de abril de 2011

Sesos

No es estudiar tres posgrados y saber cuánto subió el dólar. No es leer el periódico para estar informado, indignarse con las malas noticias y alegrarse con las buenas. No es tratar de entender al sexo opuesto. No es ahorrar para tener una vejez tranquila. No es trabajar mediocremente de lunes a viernes de 9 a 6 para no ser despedido. No es tener más claves que las que se pueden recordar y confundir la de Hotmail con la de Twitter y la de la tarjeta débito con la de crédito. No es viajar porque hay que conocer el mundo (en especial Nueva York). No es llenarse de gatos en caso de no tener hijos. No es cambiar de carro cada tanto porque hay que mejorar. No es controlar el mercado mundial de petróleo. No es ocupar un cargo público para que otros le abran la puerta del carro y le llamen doctor. No es entender la Ley Lleras, que las leyes fueron hechas para que nadie las entendiera. No es tener esmoquin propio para evitar el asco de alquilar uno. No es marchar por la séptima para protestar contra algo que no va a cambiar y volver a casa sintiéndose una mejor persona. No es dejar un legado para que en un parque de tu ciudad levanten un busto a tu memoria. No es dar limosna en la iglesia para tratar de compensar el hijo de puta que eres, ni llevar a la familia a tierra caliente una vez al año para sentir que se cumplió con la tarea. No es organizar fiestas de acuerdo a la edad que se tiene: del bautizo a la primera comunión, la fiesta de quince, el grado, luego el matrimonio, las bodas de plata o de oro (según el caso), innumerables cumpleaños y por último un concurrido funeral.

La vida se trata de no dejarse ganar la guerra por los demonios internos. Y en caso de perderla, pegarse el tiro con delicadeza para que los sesos no queden todos regados por ahí.

miércoles, 13 de abril de 2011

El amor de tu vida está en Boston

Una amiga se muda a Boston para encontrar el amor, me lo dijo con esas exactas palabras: “Quiero ir a Boston y encontrar el amor”.

En realidad se va a hacer una especialización en edición y escritura, pero todos necesitamos una excusa para dar con el amor que creemos merecer. Los leones saben que el más fuerte adquiere el derecho a copular con las hembras de la manada; Juan Manuel Santos no se hizo presidente para solucionar el país sino para tener a la mujer que se le diera la gana.

Mi amiga está sin empleo desde hace unos meses, tiene el horario trastocado y se va en agosto porque quiere progresar, pero también porque parece que para ella el amor no está en estas tierras.

Los consejeros sentimentales dicen que el amor no se busca sino que llega solo, y puede ser cierto; los papás de otra amiga se conocieron en una clase llamada mecánica de sólidos y hoy tienen un matrimonio de cuarenta años y tres hijos. Y si uno puede encontrar al amor de su vida mientras aprende los efectos de las cargas externas en el interior de un cuerpo deformable, todo es posible.

Dos amigas más están en España. Una no hizo más que comer mierda (en el amor, se entiende) cuando vivía acá, viajó con el corazón destrozado y ningún tipo de confianza en los hombres (hace bien); hoy está casada con un buen hombre, tiene un hijo y espera otro.

La otra se fue en busca de una vida, ¿pero qué es para una mujer como ella la vida sin amor? Mal no le ha ido, lo que no quiere decir que le haya ido del todo bien. El estudio de arquitectura al que llegó a trabajar cerró y los hechos la pusieron en Valencia con casi treinta años y un sueldo de practicante que apenas le da para vivir.

Dejó en Colombia a un hombre que la amaba y que hoy no quiere saber nada de ella. A cambio se hizo novia de un valenciano que mientras le juraba amor eterno se follaba (para usar un término bien español) a su compañera de apartamento. Son los problemas de tener que dejar tu país porque no da oportunidades para desarrollar tu profesión.

Por esas cosas que solo el sicoanálisis es capaz de explicar, se cortó el pelo apenas terminar la relación, pero como 580 euros al mes no alcanzan para mucho lo hizo con un aprendiz de peluquero que no le cobró nada. Resultado: echó a perder la larga cabellera que venía cultivando desde hacía años y quedó, según ella, como un niño emo. Soltera, pobre, lejos de casa y con un peinado que odia, mi amiga no vive días felices. Las mujeres son capaces de soportar todo, menos un mal corte de pelo. Cuando una mujer se mira al espejo y no le gusta lo que ve, el resto del día, el resto de la vida, rueda cuesta abajo.

Mañana sale rumbo a Noruega con unos amigos para ver auroras boreales, que dicen es uno de los espectáculos más conmovedores. Pero la aurora boreal no es la felicidad, solo las personas pueden hacernos felices o infelices. Lo demás en esta vida (partidos de fútbol, helados por la tarde, orgías, viajes a Disney, auroras boreales también) son simples luces artificiales, mero decorado. Juliana nunca me lo ha dicho, pero creo que sacrificaría todos los fenómenos naturales del universo a cambio de arreglar ciertos asuntos de su vida, el amor entre ellos.

De vuelta a mi amiga de Boston hay que agregar que su viaje no solo tiene que ver con el amor, sino con Colfuturo, que debe prestarle una millonada para que pueda irse a estudiar. Lo siento por ella, lo último que necesitaba su problema existencial es que en él se involucrara también la burocracia estatal.

lunes, 11 de abril de 2011

Ellos lo necesitan

Yo no censuro a personas como Piedad Zuccardi, al contrario, celebro su existencia y creo que hay que ayudarle a seres de su mismo linaje para que no se ensañen siempre contra los mismos.

Entiendo que se trata de gente de muy buen gusto pero sin talento alguno, gente de mundo que necesita echar mano de lo que sea para darse la vida que se merece. Vivir de la ilegalidad no es ilegal porque no podrían subsistir con el sueldo de un médico del montón, por eso se meten a la política y en ocasiones hasta se alían con fuerzas oscuras.

Por eso, si uno es colombiano y ama a su prójimo, debería poner su grano de arena, pensar en los otros y decirle a esos poderosos que diversifiquen su radio de acción. Yo abogo para que den un descanso a los campesinos del sur de Bolívar y a las comunidades indígenas que tuvieron la indelicadeza de asentarse sobre tierras ricas en minerales.

Dichas etnias deben mudarse lo más rápido posible, sin oponer resistencia para evitar matanzas y violaciones (aunque no necesariamente), y dejar que gente capaz, con visión y ambición explote los recursos que ellos en su ignorancia no son capaces de valorar.

Yo ofrezco mi casa y los ahorros de mi vida para que la clase dirigente pueda viajar y usar los relojes Cartier y las carteras Louis Vuitton que tanto le gusta. Para darle a nuestros ciudadanos ilustres lo que necesitan es preciso que dejemos de pelear por educación, trabajo y salud y a cambio amortigüemos cuantas alzas de gasolina sean pertinentes.

En lugar de vender niños completos para los turistas extranjeros, habría que venderlos por partes que es más lucrativo, como hace la industria automotriz. Mire usted cuántos sueldos mínimos cuesta el espejo retrovisor de un carro, por ejemplo. Yo, que ya no soy tan niño, por el bien de los senadores, el gabinete de ministros y los contratistas del Gobierno daría mi páncreas si fuera necesario, asumiendo que es ese el órgano que más alto cotiza en el mercado.

Todo porque hay que darle un respiro a los pensionados que ya no pueden más con sus cuerpos y sus bolsillos. Es necesario que otro sector de la población se sacrifique para que los iguales a Julio César Turbay Quintero puedan tener un carro de más de trescientos millones de pesos como el que él tuvo en su día. Una camioneta con nevera, sillas individuales de cuero, LCD y Home Theater es lo mínimo que se merece la realeza colombiana.

Por eso celebro que los Nule hayan trasladado sus operaciones a Bogotá; ya han tenido suficiente los habitantes del Atlántico con las inundaciones para ahora sufrir con el apetito voraz de un grupo que pensó que podía convertirse en el más poderoso del país usando el dinero del Estado en lujos y no en las obras para las que los habían contratado.

Pero es que hay que entender que los Nule son tan poca cosa que necesitan ropa fina y apartamentos caros para sentirse bien. Hacen todo lo posible para que los demás no noten lo básicos, lo poco evolucionados que son. Suele pasar que donde hay mucha pompa, mucha mancorna de oro, no abunda la inteligencia.

Personas como ellos usan lo más caro para compensar su calaña y para que no nos fijemos en sus desfalcos sino en sus Armani. Eso, asumiendo que uno sabe reconocer un Armani, que no siempre. Uno ve a la Zuccardi y no conoce la marca de la ropa que usa, pero la supone de diseñador extranjero. La gente sencilla, en cambio, puede andar en sandalias y no pasa nada, no necesita de excesos que alivianen el peso de sus conciencias.

El mundo se divide entre los que dan importancia a las apariencias y los que no. Para infortunio suyo y mío, los cargos públicos y las porterías de los clubes sociales están monopolizados por los primeros.

sábado, 9 de abril de 2011

Lo malo

Lo bueno de tener hijos es que si todo sale bien te llenan de amor más que de disgustos. Lo malo es que al final de la vida te dejan morir en la cama de un hospital, no porque no te quieran, sino porque contra una enfermedad letal no hay mucho que el amor pueda hacer.

El universo es tan amplio que nos contiene a los dos, a ti y a mí, que estamos haciendo cosas tan diferentes. Es sábado por la tarde y mientras yo cuido a alguien en el hospital, tú cantas frente a miles de personas que aunque no se sepan todas tus canciones han cruzado la ciudad solo para verte.

A esta hora tú vives la vida a pleno mientras yo la veo pasar por la ventana sin poder salir, como si el hospital en el que me encuentro fuera una pecera sin agua, llena de pescados que agonizan.

Fue un día soleado, al menos donde yo me encuentro, porque hay que precisar que estamos en ciudades diferentes. Cuando tengas un chance avísame qué tal estuvo el clima por allá.

El universo es tan amplio que nos contiene a ambos, que hacemos distintos planes y sentimos cosas diferentes el uno por el otro.

Lo bueno de vivir es que uno tiene sábados de sol donde es el centro de las miradas; lo malo, es que hay otros en los que se es un intruso que le roba minutos a la vida así no esté a punto de morir.

Hoy cuidé todo el día a mi padre enfermo, pero en realidad no estaba ahí; no hice otra cosa que tratar de visualizarte cantando frente a un mar de caras que se sabían tus canciones, o no. La injusta no es la vida, sino uno.

jueves, 7 de abril de 2011

Coomeva

Era 1998 y yo empezaba en el periodismo. Necesitaba comer y aceptaba de todo. Fue así como terminé haciendo el video oficial de Carlos Alonso Lucio para las elecciones de ese año. Era un estudiante y para vivir hice muchas cosas de las que no me siento orgulloso; supongo que así se debe sentir Shakira cuando le recuerdan que la TV y Novelas la eligió alguna vez como el mejor culo de Colombia.

En una de esas me propusieron escribir el libreto para el video institucional de Coomeva y yo me entregué, como siempre, por monedas.

Pero todo lo que se hace en esta vida se paga en esta vida (ahí tenemos el final de Misael Pastrana y con suerte seremos testigos del de Andrés) y haberme vendido a una EPS me está pasando factura.

Si usted tomó la decisión de afiliarse a Coomeva después de haber visto el video que escribí, le pido me disculpe por todos los inconvenientes haya podido causarle. Al parecer mi poder de convencimiento es tal que yo mismo terminé afiliado a ella.

Fue hace seis años y a la fecha no había tenido que lidiar con ella (porque en este país uno no interactúa con las compañías de servicio al cliente, las enfrenta como en una corrida –siendo uno el toro que tiene las de perder-), pero quiso el destino que empezara a pagar pronto mi deuda y en menos de un mes me tocó acercarme dos veces a una de sus oficinas.

Uno llega a un centro de atención de Coomeva e instintivamente sabe que lo van a devolver porque algo está incompleto, mal redactado, mal fotocopiado. Siempre hay alguien dispuesto a decirle que no a lo que sea que uno pida.

Tiene unas cosas llamadas UBA y otras bautizadas como SIP y yo creo que ahí radica todo el problema: uno como usuario se preocupa no por la vuelta que tiene que hacer sino por lo que significan tales siglas. A partir de allí, todo rueda cuesta abajo. Antes, en materia de salud se decía que alguien estaba como una uva para expresar que gozaba de buena salud. Ahora se me ocurre que el opuesto viene siendo estar como una UBA, vuelto mierda.

Para la primera diligencia esperé hora y cuarenta y cinco minutos para un certificado que me dieron en cincuenta segundos. Para la segunda, algo más complejo, tomé el número 20 e iban en el 79, es decir que casi me iba mejor si esperaba mi turno en rever (cómo me gusta decir rever).

Y digo más complejo porque si bien la espera fue similar, la primera vez era para entrar a un trabajo, y en este país nadie quiere trabajar, mientras que la segunda era para pedir traslado de ciudad de un paciente.

La vuelta me tomó toda una mañana porque nunca hay coherencia entre el número de ventanillas que funcionan y la cantidad de usuarios en el recinto, pero también porque estaba en el lugar equivocado y nadie me lo había dicho.

Mientras al paciente se lo come vivo un cáncer, la EPS le roba a uno cuatro horas (la sexta parte de un día en la vida de una persona) para radicar una carta y empezar a darle trámite, que dicen que tarda entre diez y doce días. ¿Cuánta burocracia le sobra a una empresa que necesita doce días para darle luz verde a un pedazo de papel?

Yo contaba las horas que ya había esperado y los días que faltaban para que se pudiera hacer el traslado y me llenaba de furia. Los que esperaban en la fila trataban de calmarme, diciendo que me había ido bien, que ya había pasado todo.

Y lo peor es que tenían razón. En medio del caos que es este país, al paciente en cuestión no le ha ido mal. Coomeva le ha dado exámenes, un cuarto de hospital para él solo y la atención constante de médicos y enfermeras. En lugar de quejarme le quiero es agradecer.

Solo me gustaría que en materia administrativa mostraran la misma eficacia. Ante el pedido no sabe uno si es un descarado que se pone a exigir en tiempos de crisis, o si por el contrario ha crecido comiendo mierda por tantos flancos que cualquier cosa que salga bien lo agradece como un milagro del cielo que quizá no merece.

El hecho es que lo bueno que hacen en sus clínicas lo destrozan en sus UBAS. Dígame usted qué hacer cuando el funcionario que recibe la carta exige que sea entregada directamente por el afiliado, pero el afiliado lleva una semana en una cama de hospital penetrado por más agujas que las que su cuerpo puede resistir? ¿Por cuál ventanilla empezar a destrozar el lugar?

Coomeva acaba de abrir banco y ya me veo haciendo el guión de su video promocional porque necesito el dinero, y luego abriendo una cuenta con lo que me paguen, porque nada me causa más ilusión que la posibilidad de perder los ahorros de mi vida a manos de una entidad bancaria.

Aunque dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, yo prefiero los actos pasionales que se llevan a cabo en el momento y causan arrepentimiento después. A mi salida de la UBA oriné en el letrero con letras de bronce que decía “Somos su opción en salud”. Espero que entiendan que no fue una venganza, sino una prueba para ver cuántos días tardan en entregar los resultados de unos exámenes de orina.

domingo, 3 de abril de 2011

Mientras tanto

Mientras usted se levanta, se mira borroso al espejo y decide si debe afeitarse en sentido contrario a como le crece la barba, alguien está acabando con el mundo. Mientras ve una película, compra un paquete de calzoncillos, celebra (o lamenta) un gol de Messi, hay alguien desfalcando al sistema, aprovechándose de su pasividad.

El problema es que no se sabe, ya no cómo empezar a rasurarse, sino por dónde empezar a salvar al planeta. Intenta uno combatir a la bestia devorahombres de mil cabezas y ningún rostro, y es una tarea titánica que sobrepasa a un hombre que, como usted, a duras penas sabe si le conviene más afeitarse a favor o en contra a cómo le sale la barba para enfrentar con algo de dignidad el día que le espera.

En lo que toma una decisión los pelos le han crecido fracciones de milímetros, pero la bestia ha crecido metros, alimentada por humanos que dieron su vida para hacerla más fuerte.

Mientras usted se pega una ducha más, un hombre se hace millonario y otro muere; ambos hechos están relacionados, porque para que alguien sea feliz es necesario que otro sufra.

Sale entonces de su casa limpio, rasurado, decidido y se dirige a donde su operador de teléfono celular con la intención de cerrar la línea. Mientras pasa la carta de desafiliación que se hará efectiva con su próximo corte de minutos, un ejército de asesores de servicio al cliente ha reclutado decenas de clientes más. Ganó la batalla, pero en la guerra ha salido victorioso el enemigo. Al tiempo que reclamaba el alto costo de la factura y pasaba la fotocopia de su cédula para demostrar que usted sí es usted, le creció la barba, también las uñas; llegará a media mañana a su oficina a trabajar sin ganas, odiándose un poco más.

No se puede vencer a la bestia. (Trabaja para una multinacional, lo que quiere decir que usted mismo, con todos sus diplomas, aptitudes y experiencia, hace parte del sistema digestivo de esa bestia).

Cosas pasan todo el tiempo. Mientras usted ve una película de porno suave en viernes por la noche, la mujer que le fascina se lo da por amor a un hombre que solo quiere comérsela. Mientras está concentrado en las escenas de sexo se le cae el pelo, sus células mueren para nunca regenerarse, un cáncer le pasa del hígado al páncreas y en alguna zona rural del país miembros del ejército violan campesinas menores de edad.

Con la crisis del mundo árabe nos hemos enterado de que cada vez que alguien iba a Egipto a conocer las pirámides le estaba dando dinero a Mubarak. Lo que ignoramos, por ejemplo, es que un hostal para jóvenes turistas extranjeros en Cartagena es propiedad de la gente de JP Morgan. Así, mientras que a esas personas bonitas y drogadictas les llega la hora de pasar la hoja de vida en City Bank, le dan sus euros a uno de los grupos financieros más voraces del mundo.

No se puede dominar a la bestia devorahumanos; para boicotear al sistema con éxito es necesario matar a Dios, no dejar de tomar Coca-Cola.

viernes, 1 de abril de 2011

Basura cósmica

Existen mejores maneras de acabar con la especie humana, si es eso lo que queremos.

Hay que darle la oportunidad de morir a los que verdad quieren morirse. No tiene sentido matar civiles en una guerra, ni darle bienestarina adulterada a niños que (por ahora) no tienen la culpa de nada.

Yo creo estar aportando para la causa y aprovecho cada oportunidad que tengo para bajarle la autoestima a la gente. Cuando una amiga me dice que está deprimida porque la dejó el novio, le agrego que está gorda, que su trabajo es aburrido y que llevaban años poniéndole los cachos, por ejemplo. Si fuera médico y pudiera pasar inyecciones letales por debajo de cuerda, lo haría sin titubear.

Hace años trabajé en una editorial y puedo asegurar que lo que mantiene a la industria son los libros de autoayuda. La literatura no da, los libros de culinaria tampoco; los de superación, en cambio, le dan de comer a una cantidad de editores que tienen la habilidad de corregir un arrume de hojas pero no son capaces de escribir ninguna.

A Walter Riso le dicen el autor del millón de dólares, título que saca es éxito en ventas, pero a Riso no se lo soporta ni la señora que lo trajo al mundo. Si yo fuera él, trataría de mejorar mi imagen comprándole un lote de armas a Indumil, y a cada ser afligido que se me acercara le alquilaría una con su respectiva bala, una sola (la bala sí la vendería y la cobraría por adelantado). Lo mejor que se puede hacer con la gente que necesita ayuda espiritual es enseñarle dónde darse el tiro de manera que muera sin dolor y no quede bobo, o en una silla de ruedas.

Por paradójico que suene, para darle respiro al planeta regalaría cigarrillos a los fumadores, 730 paquetes al año (a razón de dos al día) y daría droga gratis a todos los adictos. Empezaría legalizándola para acabar con dos problemas de una vez: la guerra de los carteles que mata a tanto inocente, y los idiotas que creen que hay que drogarse para pasarla bien.

Aspiraría también al cargo de Director del Tránsito y dispondría de zonas en la ciudad exclusivas para conductores borrachos. Solo las deshabilitaría hasta que todos fallecieran en accidentes fatales entre ellos mismos.

A la vuelta de unos años la población se reduciría dramáticamente. Habría menos gente, que es la idea, porque hay que darle espacio a los árboles, a las aves, a los ríos. Estas tierras estaban pobladas por osos de anteojos, venados, armadillos y zarigüeyas que desean volver a su hábitat. No quieren morir porque en su cerebro no existe el concepto de autodestrucción.

Nosotros, en cambio, (Paris Hilton y Andrés López, Shakira y el presidente de Estados Unidos, usted y yo) somos basura cósmica.