jueves, 29 de marzo de 2012

Los tiernos

Los tiernos tienen la culpa de los males del mundo, todo lo que tocan lo corrompen. 

Mire por ejemplo esas fotos que están tan de moda en internet que vienen con un marco negro y una leyenda debajo. No son una mala idea, pero porque son pesimistas. Recuerdo en especial una de una niña con la cabeza sobre el tablero del salón de clases, desesperada porque no puede resolver unos problemas de matemáticas. Debajo se lee: “Fuck this shit, I´ll be a stripper”.

Pero llegaron los tiernos a dar sus aportes y se cagaron todo. Ahora lo que encuentra uno son fotos iguales, pero con mensajes positivos. Hay una de un perrito con mirada tierna, dos patas artificiales con rueditas y la frase “Porque si él no se rinde, tú tampoco deberías hacerlo”. Lo único que dan ganas es de agarrarlo a patadas a ver si pierde las otras dos patas y de paso se muere.

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lunes, 26 de marzo de 2012

No más hinchas colombianos del Barcelona



Uno solo puede ser hincha del equipo de la ciudad en que nació o del que le enseñaron en la casa, punto. Bogotanos hinchas del Nacional, costeños que le van al América, japoneses fanáticos del Manchester United, todos son hinchas clase B, aberraciones de la naturaleza, subhumanos.

Si nació en Santa Marta, dé la vida por el Unión Magdalena; si es risaraldense, lo suyo es el Pereira. De malas, asúmalo. Si es de Santa Fe, lo siento, no tengo palabras de aliento para usted.

Hay que ver a los que se autoproclaman “hinchas” del Barcelona. Salen de todos lados, no solo de Japón y de Bogotá; están en Twitter y Facebook, fueron con usted al colegio, viven en su edificio, han compartido con su familia almuerzos y fines de semana.

Uno entiende que alguien congenie con el equipo y le gusten los jugadores; entiende también que las mujeres mueran por Guardiola. Imposible no simpatizar con este Barcelona que está haciendo historia, pero decir que uno es hincha del club, hacerle fuerza como si fuera algo propio y enfrascarse en discusiones con seguidores del Real Madrid es de las actividades más idiotas del hombre, un ser que se ha especializado en actividades idiotas.

Y es idiota porque lo hacen por exitismo. Un hincha colombiano del Barcelona le va a sacar mil excusas para justificarse: que estudió en Barcelona, que la tatarabuela era catalana, que es admirador de Miró y de Serrat, que es hincha desde 1995, como si en el 95 el FC Barcelona fuera un equipo con tres hinchas y ningún título.

Si estudió en Barcelona, ¿por qué no se hizo hincha del Espanyol entonces? Si vive en Madrid, ¿por qué le hace fuerza al Real y no al Rayo Vallecano? Mire usted cualquier hincha paria y verá que sigue el patrón de haber cambiado a su equipo por uno más ganador, nunca por uno más débil. ¿Usted cree que es coincidencia que los equipos más ganadores sean los de más hinchas y más dinero? Eso somos los humanos, siempre queriéndonos montar al bus de la victoria por la puerta de atrás.

Y van saltando de club en club según el que gane más títulos. Antes eran boquenses de corazón, luego se volvieron ultras del Milan; hoy sienten que nacieron en Paseo de Gracia cuando en realidad los concibieron en un paseo de olla.

El hincha paria es el que llega a la oficina con la camiseta del equipo de ocasión y les hace fieros a sus compañeros, como si hacerse de un equipo ganador requiriera algún tipo de talento del que los demás carecen. Son los mismos que dicen “hoy jugamos contra el Valencia” o “ayer le ganamos al Leverkusen”. Así no es. Ellos, los futbolistas, fueron los que jugaron, ellos ganaron, ellos son los que cobran en euros. Usted es un tronco, ve los partidos por televisión, lleva una vida aburrida y si no trabaja cinco días a la semana se muere de hambre.

Al hacerle fuerza al Barcelona o al Real Madrid, da lo mismo, usted se convierte no solo en un hincha clase B, sino en un ser humano de segunda. En España no le van a agradecer su apoyo (no lo necesitan), lo seguirán viendo como un sudaca, mano de obra barata. Acá celebramos en bares las victorias del Barcelona como si en reciprocidad los catalanes salieran a echar maicena cuando Millonarios gana la Copa Colombia.

Hace unos años existía en Bogotá una cigarrería que se llamaba Real Madrid. Era la época de Zidane, de Figo, de las tres Champions en cinco años. Hace poco pasé por allí y descubrí que hoy se llama Cigarrería Barcelona. Usted, que se creía gran cosa porque fue a la universidad, hizo una especialización en el exterior y conoce el mundo, en realidad tiene la mente de un dueño de cigarrería.

Publicada en la edición de marzo de la Revista SoHo. www.soho.com.co

jueves, 22 de marzo de 2012

La historia de mi vida

Voy por la calle y meto las manos en los bolsillos de la chaqueta porque hace frío. Siento en el derecho un bulto de tela que no logro reconocer. Lo saco disimuladamente y resulta ser un calzoncillo. Lo guardo y sigo caminando como si nada, pero en realidad estoy en shock. ¿Cómo llegó allí? ¿Por qué está en el bolsillo derecho y no en el izquierdo, si soy zurdo?

Esa es la historia de mi vida: buscar explicación a los actos irracionales que cometo cada tanto. Irracionales sin importancia, quiero decir, porque el asunto con mis defectos es que no alcanzan a ser ilegales. Soy malo, pero no tanto como unos paramilitares que salieron en la prensa por andar traficando con tungsteno (¿?), o como ese señor Mohamed Merah, que viene de cometer una masacre en un colegio judío de Francia.

Usted es parecido a mí, ni mejor ni peor. La diferencia es que yo disfruto compartiendo mis carencias, esperando que algún día usted se anime a contar las suyas como si no tuvieran nada de malo, que no lo tienen.

Si usted abriera la boca se daría cuenta de que no es el único al que le gusta echarse un peo y meterse bajo las cobijas para olerlo completo. Si entendiera que en este mundo no hay bien ni mal, sabría que hay millones como usted que gastan horas masturbándose mientras ven porno, y que luego de llegar al orgasmo se quieren morir del sentimiento de culpa.

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lunes, 19 de marzo de 2012

Solo la gente puede hacernos felices

Codensa me hace infeliz, y no me refiero a lo que pasó en el Huila, donde desalojaron a la brava a unas personas. Aterrado vi el video llamado “El video que el gobierno colombiano no quiere que veamos”, donde se ve a la población civil ser desalojada por la fuerza pública, aparentemente para poder construir una hidroeléctrica de Endesa.

Lo mío no tiene que ver con desalojos; es más banal, más íntimo. Lo que ocurre es que por alguna razón la luz se vive yendo en el barrio donde vivo. Pleno siglo XXI y en ocasiones el fluido eléctrico se corta seis, siete veces; no en un año, ni en un mes, sino en un día. Es inevitable: cada vez que cae una gota de agua las calles de Bogotá colapsan y en mi casa se va la luz.

Y esto representa un gran daño para mí, que renuncié a las personas hace rato. Antes disfrutaba estar en la calle, pero ya no, porque la calle no tiene nada que ofrecer. Está llena de gente, y la gente es aburrida.

Hace tiempo me volví adicto a mi computador, a la televisión por cable, a las redes sociales. Si bien es cierto que solo la gente puede hacernos realmente felices, la tecnología no nos hace infelices, que es algo. Los aparatos tecnológicos nos proporcionan una especie de plenitud artificial, un sopor que nos permite sobrevivir de manera mediocre, que no hay nada de malo en ello. Hoy día no veo posible cómo un ser humano pueda reunir las bondades de un reproductor de DVD.

El hecho es que, rodeado de aparatos gracias a la tarjeta Codensa, sólo la misma Codensa es capaz de cortar la diversión. Cuando se va la luz me dan ganas de ver amigos, buscar una esposa, tener un hijo, pero no puedo. Sigo convencido de que es más entretenido tener un Playstation que un hijo. La personas son aburridas, decía, por eso que se me hace incomprensible que se busquen entre ellas así tengan electricidad en sus casas.

¿Qué queremos de la gente? ¿El amor que puede darnos? ¿Sus inseguridades y sus fobias? A veces creo que uno convive con sus familiares para que lo ayuden al final de la vida, pero no vale la pena. ¿40 años de lidiar con personas que a la larga son ajenas a usted solamente para que lo carguen los últimos tres, cuatro años porque no puede ir al baño solo? No me parece buen negocio.

Mejor hacer la de Sándor Márai, un escritor húngaro que vivía solo y guardaba un arma en su mesa de noche. Un día, con 88 años de edad, se dio un balazo en la cabeza cuando supo que su cuerpo no daba más y que sólo podría seguir viviendo en un hospital, al cuidado de médicos y enfermeras. Lo dicho, depender de otros humanos no es negocio, solo deberían interesarnos las personas que puedan proporcionarnos sexo o dinero.

Pero no me malinterprete. Soy un buen tipo que estima a una que otra persona y trata de no hacerle mal a nadie. Creo firmemente que la vida es lo más bonito que tenemos. Lástima la gente; y las inconsistencias de Codensa.

Publicada en la edición de marzo de la revista Enter. www.enter.co

jueves, 15 de marzo de 2012

Cuando tu vida es una mierda

Cuando tu vida es una mierda el primer requisito es no saber por qué la odias. Te vuelves intolerante a todo. Así tengas salud, trabajo, familia, amigos, amor, terminas odiándote porque la ropa no se te ve como a los modelos, o porque el semáforo se pone en rojo cuando es tu turno de pasar.

Yo me odio y no sé por qué. Es una forma de tristeza, supongo, tristeza devenida en furia. Me da lástima que la vida no sea lo que yo esperaba (es difícil nunca he sabido qué espero de ella). Yo pierdo el control cuando me levanto y me pego con la pata de la cama, o cuando orino por fuera del inodoro pese a hacer mi mejor esfuerzo. Reacciono mal cuando abro la ducha y la presión del agua es baja, o cuando como y me riego comida sobre la ropa.

Tendría que verme usted cómo me pongo cuando se enreda el cable de los audífonos, que es todos los días. Parezco un loco, podría matar a alguien de tanta rabia. Yo creo que soy digno de ser estudiado por la siquiatría porque mis reacciones son desmedidas. Pero no es la pata de la cama, ni mi puntería, ni la presión del agua, ni el cable del audífono; es mi vida. A veces llego a casa y me dan ganas de llorar porque no hay una mujer y unos niños esperándome. Pero así es mejor; terminaría golpeando a mi esposa y asustando a mis hijos.

Lea el artículo completo en http://win.gs/w08UGM

domingo, 11 de marzo de 2012

Sobrevalorado, subvalorado

El amor está sobrevalorado. Pero también bailar, las buenas maneras, el sexo, ser culto, los posgrados, Aleida, bañarse todos los días, comer balanceado, leer, estar informado, profesar la fe, argumentar, el sarcasmo en Twitter, los analistas, los Crocs, los escritores, Myriam Camhi, madrugar, cumplir años, los actores, Soda Stereo, El artista y El discurso del rey, casarse, tener un hijo, el metro cuadrado en Bogotá, Bogotá misma, Faustino Asprilla, el Festival de Viña del Mar, Fito Páez, Joaquín Sabina, la Nutella, el Circo del sol, la Nasa, publicar un libro, la liga española, la playa, las reglas de la RAE, U2, tender la cama cada mañana, trabajar toda la vida, hacer plata fácil, tener la razón, Pequeño Einstein, el Efecto Mozart, las cenas románticas y las rosas rojas, "hacer país", el 69, Gabo, ser casa de la selección Colombia, las obras de caridad, emborracharse, Los Rolling Stones, Viviane Morales, el pasaje de Transmilenio, el Festival Iberoamericano de Teatro y la Feria del Libro, tener conciencia ecológica, disfrazarse, todo lo que fabrica Apple, la filosofía, la cocina de autor, salir en televisión, Kota Koti, Maradona, las ONG´s, el precio de las camisetas de fútbol, Cartagena, las 13 estrellas de Millonarios, Zoé, Sofía Vergara, el Pascual Guerrero, trotar por las mañanas, Instagram, la hoja de vida de Juan Manuel Santos.

Ser del promedio está subvalorado. También el mar, las putas, los Juegos Olimpicos de invierno, Freddy Rincón, mis Crocs naranja, la voz de Gustavo Cerati, Luis Alberto Spinetta, el Circo hermanos Gasca, el río, la Bundesliga, Gabriel García Márquez, la paja, Nick Drake, The Kinks, ver televisión, la inteligencia de la gente que hace Jackass, las cucuteñas, la mano de obra, los Muppets, el vallenato, el culo original que la vida le dio a Jessica Cediel, los carros coreanos, el sudor, mi escritor favorito, ser 120 de la ATP y llegar de 50 en el Tour de Francia, la selección Brasil de España 82, las tetas pequeñas, Cream, el fútbol mexicano, Brad Pitt, Cali, el horno microondas, Juan Pablo Montoya, abrir la llave y que salga agua (casi nadie aprecia ese milagro), vivir sobrio, eructar y pear al mismo tiempo, las salchichas Americanita, Gary Oldman, TyC Sports, Lina Polanía. Usted y yo, aunque usted no mucho.

jueves, 8 de marzo de 2012

En cuatro

Estoy cansado del periodismo como forma de vida. Ya venía agotado con el tema por aquello de que se basa en dos ideales que no existen: la libertad de expresión y la objetividad. Usted trabaja en un gran medio y puede hablar de muchas cosas, pero no de lo que se le dé la gana. Nadie quiere ser El Espectador y vivir en crisis eterna.

Sin embargo, lo que acabó de matar el amor por el oficio fue algo más banal: un almuerzo con una ex compañera de universidad. Allí me contó que había dejado el periodismo para trabajar en el departamento de comunicaciones de un banco. Ya dirán que qué aburrido, pero ella está feliz, se desgasta menos y se gana en un año lo que yo devengo en cuatro (en cuatro años, se entiende).

Periodistas mal pagados, ahí comienza el problema de la profesión, que está llena de muertos de hambre, pero también de idiotas, una mezcla peligrosa.

El otro día, por ejemplo, vi que en un noticiero de televisión se referían a Martha Lucia Pereira como "una socialité". Después de eso, ¿con qué ganas se levanta uno a trabajar por este país?

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jueves, 1 de marzo de 2012

Tarados del mundo, tontos de película

Si usted es tarado lo mejor es que se dedique al cine. No haga como yo, que siendo tartamudo, inseguro y subnormal me metí al periodismo, donde nadie me protege. 

Lo digo porque no deja de sorprender la vocación de los 6000 miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas a premiar a los tontos del mundo, cuando el mundo mismo se dedica a sacrificarlos.
Coja usted a un retardado como Forrest Gump, por ejemplo. En la vida real se hubiera muerto antes de los 30, pero en una película fue estrella del fútbol americano, se hizo millonario, conoció el mundo, inspiró la canción Imagine y ganó seis Oscar para Paramount Pictures.
Y así ha sido durante años. Mientras los gobiernos les dan la espalda a los débiles de la calle, los de la pantalla grande se llenan de premios. Además de Tom Hanks, un Oscar se llevaron Dustin Hoffmann (autista), Daniel Day Lewis (parálisis cerebral), Geoffrey Rush (crisis nerviosa) y Collin Firth (tartamudo). Yo tartamudeo menos que Firth y viera usted lo que me costó sobrevivir, no a la II Guerra Mundial, sino a los recreos en mi colegio y los correazos de mi madre cuando perdía materias.

Lea el artículo completo en http://win.gs/x5t4bm