jueves, 28 de noviembre de 2013

Los publicistas

Yo quise ser publicista básicamente porque hay viejas buenas, y uno por las viejas buenas hace lo que sea. Tengo entendido que el congreso de publicidad que hacen en Cartagena es una bacanal impresionante y que pocos gremios son tan promiscuos como ese. Aparentemente, después de Twitter el burdel más grande que existe es el del mundo de la publicidad.

Yo quise ser publicista y me quedó grande, apenas aguanté mes y medio hasta que me echaron. Durante ese tiempo descubrí cosas que antes solo sospechaba. Primero, que los publicistas viven en su burbuja y creen que lo que hacen es la verga y cambia el mundo. Hay creativos que hablan de su oficio como si estuvieran mediando en el proceso de paz de Medio Oriente, cuando lo que hacen es aumentar las ventas de quien los contrata. Como me dijo alguna vez mi hermana, la creatividad es la parte divina que tenemos las personas y hay algo de triste en usarla para vender zapatos.

Segundo, que para ser publicista hay que decir verdades a medias, y a mí en la ranga de colegio esa donde me gradué me enseñaron que una verdad a medias es siempre una mentira. Son unos genios malignos los publicistas, como bien dice Bill Hicks. No sé cómo le hacen, pero muestran que comerse un pasabocas es lo más parecido a ver a Dios. Yo me la paso tragando papitas, platanitos, chicharrón de paquete, galletas de chocolate y nunca, nunca he sido tan feliz como la gente de los comerciales. Cuando venden un carro en realidad venden es la idea de libertad, de acostarse con alguien, porque lo que mueve al mundo no es el amor sino el sexo, y eso sí que lo tienen claro los publicistas. Uno ve el anuncio de un auto nuevo y corre al concesionario creyendo que va a encontrar la felicidad cuando en realidad se hace a un objeto de cuatro ruedas que lo va a amarrar a los trancones, los repuestos, el precio de la gasolina y de los parqueaderos.

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jueves, 21 de noviembre de 2013

CR7

La gente que dice que Cristiano Ronaldo es el mejor jugador del mundo es porque nunca ha visto jugar a Lionel Messi.

El portugués es una cosa de locos, imposible negar su calidad. Cuando el tiempo haga lo suyo, ese señor podrá estar entre los cinco mejores jugadores de la historia. Pero le tocó vivir en estos tiempos, tiempos de Messi, y eso es lo que lo tiene jodido. ¿Han visto cómo celebra los goles ahora, como reafirmándose? Es impotencia, rabia por ser el segundo. Y está bien, porque para un tipo de su calidad estar a la sombra de otro debe ser muy duro. Terriblemente competitivo como es, quiere ser el mejor. Siempre lo fue hasta que llegó a España. Yo digo que no hay nada de malo en ser el segundo del mundo en un deporte practicado por millones.

Es como Argentina, que es una máquina de producir cracks, pero le tocó ser vecina de Brasil, con quien en términos de fútbol no se puede discutir. ¿Entonces qué pasa? Que cada vez que pueden, los argentinos les echan vainazos a los brasileños. Por eso (y por lambón y bruto) Maradona no quiere a Pelé. Por eso, en la transmisión del la final de la última Libertadores, Fernando Niembro (una especie de Carlos Antonio Vélez argentino) no hizo sino deslegitimar el triunfo del Atlético Mineiro.

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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Políticamente correctos

Lo que va a matar a este mundo son las posiciones políticamente correctas, porque entre más cuidamos el lenguaje más descuidamos las maneras; mientras más preparamos el discurso para que la horda de indignados no se nos venga encima, más hecho mierda está esto.

En nuestra sociedad ya no hay  negros sino afrodescendientes, y los países como Colombia no son pobres sino en vías de desarrollo. Eso de labios para afuera, porque la verdad es que toda la vida el blanco y el rico se han aprovechado del negro y del pobre. Lo que pasa es que el que lo diga en voz alta queda como el malo de la película, así no sea uno ni muy rico ni muy blanco, apenas un clase media ahí que no se muere de hambre pero que no le alcanza para darse muchos lujos. Ser clase media (mediocre, a la larga) le permite a uno sobrevivir con algo de dignidad, pero mata el espíritu.

El mundo se acabó de putear el día en que a los hombres homosexuales se les empezó a decir gays ¿Cómo es posible que para reivindicar y respetar a una porción de la población con otras inclinaciones sexuales haya que usar una palabra en otro idioma? Eso, y el asunto del lenguaje incluyente, que es de las pendejadas más grande que nos hemos inventado. Decir colombianos y colombianas, o los niños y las niñas es para los que viven de la corrección política para ganar votos. Ahí tenemos de ejemplo a Nicolás Maduro, que por querer quedar bien con todos alguna vez dijo millones y millonas.

Somos tan tapados que a las tetas les decimos senos y a la verga, pene, cuando ambas palabras son correctas, no vulgares. Decir verga es como decir codo: ambas definen con exactitud una parte del cuerpo. No son malos términos, la maldad la ponemos nosotros.

Cuando a mi padre le dio cáncer nadie, ni los doctores, mencionaba la palabra; excepto yo, que la repetía cada vez que era necesario usarla en una frase. Y cuando murió, todos decían que había fallecido. Ya no solo le tenemos miedo al acto de la muerte, sino a la palabra. A veces creo que mi papá se murió de tanto decir yo cáncer.

Porque la gente no soporta que le digan las cosas fuerte. El mundo puede ser una porquería, pero mientras no lo sepamos, todo está bien. Ahora los niños que van mal en el colegio  no sacan cero sino insuficiente, que es más compasivo. A los ancianos toca llamarlos adultos mayores porque llega a decir uno viejo y lo juzgan como si estuviera matando focas bebés a bate. El otro día me tocó ver un noticiero donde se referían a unos enanos como personas de talla baja. Pero lo peor es hablar de la gente que no puede caminar; cada vez que me refiero a una sudo frío porque no sé cuál es el término correcto. Tullido no, está claro; pero no sé si decir parapléjico, minusválido, paralítico, persona discapacitada. Quizá son bobadas mías, pero luego me pongo de ejemplo: yo no hablo de corrido y toda la vida me han dicho tartamudo. A veces hasta gago hijueputa y no pasa nada. El hijueputa sobra, tal vez, pero yo soy gago, qué se le va a hacer. Mientras lo digan de forma no despectiva, todo está bien, es la palabra correcta para describirme. Es como si un calvo se ofendiera porque le dicen calvo.

En el Mundial de fútbol de 2010 estaba viendo yo Argentina – Nigeria. Ganaba Argentina 1-0 y los rivales estaban encima, no paraban de comerse goles, y ahí entendí que los africanos han ascendido en el fútbol porque a la potencia física le han agregado técnica, pero se han estancado porque carecen de sutileza para definir en el área rival. Ellos son un tractor en el medio campo, donde es necesario, pero frente al arquero, donde se debe tener la delicadeza de Natalie Portman en ‘Black Swan’, suelen fallar.

En fin, viendo ese partido puse yo un tuit preguntando si había algún estudio científico que determinara que los negros eran menos inteligentes que los blancos, y me cayeron encima a insultos, por racista (esa es otra, cuando la gente se siente ofendida, exige respeto a punta de hijueputazos). Yo digo que los racistas son ellos, porque mi pregunta la hice sin tintes de exclusión. Si hay estudios que dicen que las mujeres son más longevas que los hombres (lo que no lo hace a uno feminista) y otro que afirma que los japoneses tienen la verga (el pene, perdón) más pequeña que los escandinavos, ¿no es posible que exista uno que diga que, para los estándares de vida occidentales, el cerebro de los negros es menos eficiente? Suena cruel, pero cruel es el mundo, no el que escribe de él. Durante siglos África ha sido explotada, saqueada, masacrada; algo debe haber ahí, tienen que existir argumentos que expliquen el asunto.

Pero la gente prefiere indignarse a pensar, supongo en parte porque el mundo es una sucesión de historias de segregación racial con mucho muerto encima. Pero esa no es razón para no tocar el tema. ¿De manera que tratamos de buscarle explicación científica a todo, pero a  los temas raciales no porque es un tema tabú y de eso es mejor no hablar? (Pero por debajo de cuerda seguimos mandándoles a los africanos nuestra basura tecnológica, por ejemplo. Eso sí no nos indigna).

Todo esto para decir que la lora que han dado con lo que dijo Andrés Jaramillo sobre las minifaldas es de no creer, y que de todos los grupos políticamente correctos con los que hay que lidiar, las feministas son las que más miedo dan. Otro día digo lo que pienso de ellas.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El Community Manager

Se armó un tierrero porque desde la cuenta de Twitter de adidas llamaron “descerebrados” a los que criticaron la nueva camiseta de la selección Colombia de fútbol. Ya saben cómo es la gente de delicada. No nos gustan los cambios y lloramos cada vez que se presenta uno. Hay que ver la que se armó cuando rediseñaron la página de El Tiempo, o las quejas cuando cambian la interfase de Facebook. 

Siempre es lo mismo: matoneo verbal, lamentaciones, amenazas con cerrar la cuenta o con que nunca se va a volver a comprar el producto. Que yo sepa, el único cambio significativo que se ha tenido que reversar es el de la fórmula de la Coca-Cola; de resto, puras amenazas de consumidor dolido.

Y sí, no se debió usar ese lenguaje desde la cuenta oficial de una multinacional de prestigio, pero tengo entendido que fue un error del community, que quiso mandar el tuit por su cuenta personal y puso mal el dedo. Se trata de una equivocación que hubiera podido cometer cualquiera pero que quién sabe si se lo perdonaron. Ser community manager es de esos oficios que tienen mucho nombre y poco sueldo, como el ejecutivo de cuenta o el editor. De hecho, el community manager suele ser el coime de todos en la empresa, hasta de los periodistas, que ya es mucho decir. 

Si me preguntan, bien que el tuit se haya ido por la cuenta de adidas y no por la personal del que mandó el tuit. Ni la marca de ropa ni la selección Colombia son públicos; son entes privados y uno mira si los consume o no. Si no le gusta la nueva camiseta de Colombia, pues no la compre. Y, repito, fea no es, para nada, lo que pasa es que la gente no sabe qué hacer cuando le cambian la receta.

Además, ¿qué esperaban del tipo que puso el tuit, si es un community manager? Y no se trata de pordebajear al gremio. A ese gente le pagan una miseria y le exigen al máximo. Todos le ponen tareas en las que “no se demora nada” pero que consumen todas las horas libres, y encima esperan que rindan y responda como si fuera el presidente de la empresa. Muchas veces, el medio o compañía  para la que trabaja tiene un producto mediocre, pero si no se mueve bien en redes sociales culpan al community y no al que hizo el producto que se trataba de promocionar.

Ahora resulta que en las universidades existe la carrera de Community Manager y yo desde acá hago un llamado para que nadie la estudie. Con esos sueldos que pagan les va a tocar trabajar hasta los 80 años para pagar lo que debe valer un semestre de esa vaina.

Y raro, porque los community parecen ser necesarios, ve uno a todo hora que viven poniendo anuncios donde se necesita uno. Poco antes de escribir este artículo había uno en Twitter que decía: “Busco CM senior con enfoque creativo y 2 años de experiencia certificada. Enviar HV urgente. #TrabajoSíHay”. Se veía necesitado el que lo escribió, me muero por saber ver las monedas que le deben estar pagando y la leche que le deben estar sacando al elegido. Trabajo sí hay, lo que no hay es plata.

Publicada en la edición de noviembre de la revista Enter. www.enter.co 

jueves, 14 de noviembre de 2013

La guerrilla que queremos

Se dio a conocer una foto de tres miembros de las Farc tomando el sol en un yate en Cuba y saltaron todos a indignarse, que parece ser el nuevo deporte nacional.

Por un lado, la guerrilla ha hecho mucho mal como para que se esté relajando en el mar de Cuba, pero, por otro, todo el mundo tiene derecho a tomar vacaciones porque esto de ganarse la vida es muy difícil. Ahí tienen ustedes a los universitarios, que además de meses libres a comienzo y mitad de año, encima les dan una semana de receso para que se desestresen. Vacaciones han tomado los mejores y los peores de la historia, el Papa y Hitler, así que la foto es irrelevante. Pasar una tarde de domingo encerrado en un cuarto o de cara al sol no va a acabar con la violencia en Colombia, ¿por qué no dejar entonces que un levantado en armas se tome un rato libre?

Yo me haría de una guerrilla que fuera coherente en el discurso, que hiciera de Robin Hood moderna y persiguiera a los delincuentes impunes, a los que se quedaron con la plata de Interbolsa, a los que se roban los terrenos baldíos que en teoría nos pertenecen a todos los colombianos. Le daría aportes y hasta tomaría un arma si esa fuera la salida, que no creo que la sea. Vea usted Holanda, donde están haciendo revoluciones con un artefacto que acá no hemos aprendido a usar: la cabeza. Allá transformaron iglesias en bibliotecas y les ha tocado cerrar cárceles por falta de presos. Y todo sin disparar una bala.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Nunca le pidas a alguien que te lea

Las personas me suelen pedir que lea las cosas que escriben. Personas que no viven de escribir, quiero decir: ingenieros, administradores de empresas, médicos. Me cansa que lo pidan porque lo hacen por vanidad, porque estás convencidas de que lo hacen bien, de que son un talento desperdiciado y esperan oír elogios tipo “Qué bien escribes, no puedo creer que no hayas publicado. Deberías escribir para el New York Times o publicar una novela, las editoriales se pelearían por ella”.

A mí me pasaba cuando estaba estudiando. Terminaba de escribir algo y decía “Soy un putas”, luego buscaba a algún periodista reconocido o un profesor para que lo leyera. Muy benévolos ellos, que ocultaban su cara de asco y decían tres generalidades, nada comprometedor, para que no me sintiera mal. Pero yo me sentía como el culo porque nunca me dijeron que lo mío era genial.

Ahora que no busco y me buscan, les doy con toda, porque sé que como vienen en busca de elogios y no de críticas, les voy a partir el corazón. Hace unos meses una amiga escribió algo luego de que Santa Fe fuera campeón de Colombia y me lo pasó para que le dijera qué pensaba. Era fatal y se lo hice saber; cero anestesia. Meloso, lleno de lugares comunes, de adjetivos y adverbios, sensiblero. Quedó aburrida, pero era mi deber. No tengo alma de editor y además no quiero que nadie que escriba sea bueno, así hay más trabajo para mí.

En su artículo, mi amiga cometía un error que solemos tener los que vivimos de esto y los que no, también: decir en diez palabras lo que podemos decir en tres. Si uno va a comunicar que el delantero hizo gol no tiene porqué escribir “el atacante impactó la bola hasta que ésta traspasó la raya y se encontró con la red”. Por eso el periodismo es un oficio de muertos de hambre, porque escribir no tiene ciencia, cualquiera abre un computador y empieza a teclear. Escribir bien es muy difícil, pero eso a los medios no les importa, por eso contratan de planta a cualquiera que tenga un diploma (a veces ni eso).