miércoles, 20 de noviembre de 2013

Políticamente correctos

Lo que va a matar a este mundo son las posiciones políticamente correctas, porque entre más cuidamos el lenguaje más descuidamos las maneras; mientras más preparamos el discurso para que la horda de indignados no se nos venga encima, más hecho mierda está esto.

En nuestra sociedad ya no hay  negros sino afrodescendientes, y los países como Colombia no son pobres sino en vías de desarrollo. Eso de labios para afuera, porque la verdad es que toda la vida el blanco y el rico se han aprovechado del negro y del pobre. Lo que pasa es que el que lo diga en voz alta queda como el malo de la película, así no sea uno ni muy rico ni muy blanco, apenas un clase media ahí que no se muere de hambre pero que no le alcanza para darse muchos lujos. Ser clase media (mediocre, a la larga) le permite a uno sobrevivir con algo de dignidad, pero mata el espíritu.

El mundo se acabó de putear el día en que a los hombres homosexuales se les empezó a decir gays ¿Cómo es posible que para reivindicar y respetar a una porción de la población con otras inclinaciones sexuales haya que usar una palabra en otro idioma? Eso, y el asunto del lenguaje incluyente, que es de las pendejadas más grande que nos hemos inventado. Decir colombianos y colombianas, o los niños y las niñas es para los que viven de la corrección política para ganar votos. Ahí tenemos de ejemplo a Nicolás Maduro, que por querer quedar bien con todos alguna vez dijo millones y millonas.

Somos tan tapados que a las tetas les decimos senos y a la verga, pene, cuando ambas palabras son correctas, no vulgares. Decir verga es como decir codo: ambas definen con exactitud una parte del cuerpo. No son malos términos, la maldad la ponemos nosotros.

Cuando a mi padre le dio cáncer nadie, ni los doctores, mencionaba la palabra; excepto yo, que la repetía cada vez que era necesario usarla en una frase. Y cuando murió, todos decían que había fallecido. Ya no solo le tenemos miedo al acto de la muerte, sino a la palabra. A veces creo que mi papá se murió de tanto decir yo cáncer.

Porque la gente no soporta que le digan las cosas fuerte. El mundo puede ser una porquería, pero mientras no lo sepamos, todo está bien. Ahora los niños que van mal en el colegio  no sacan cero sino insuficiente, que es más compasivo. A los ancianos toca llamarlos adultos mayores porque llega a decir uno viejo y lo juzgan como si estuviera matando focas bebés a bate. El otro día me tocó ver un noticiero donde se referían a unos enanos como personas de talla baja. Pero lo peor es hablar de la gente que no puede caminar; cada vez que me refiero a una sudo frío porque no sé cuál es el término correcto. Tullido no, está claro; pero no sé si decir parapléjico, minusválido, paralítico, persona discapacitada. Quizá son bobadas mías, pero luego me pongo de ejemplo: yo no hablo de corrido y toda la vida me han dicho tartamudo. A veces hasta gago hijueputa y no pasa nada. El hijueputa sobra, tal vez, pero yo soy gago, qué se le va a hacer. Mientras lo digan de forma no despectiva, todo está bien, es la palabra correcta para describirme. Es como si un calvo se ofendiera porque le dicen calvo.

En el Mundial de fútbol de 2010 estaba viendo yo Argentina – Nigeria. Ganaba Argentina 1-0 y los rivales estaban encima, no paraban de comerse goles, y ahí entendí que los africanos han ascendido en el fútbol porque a la potencia física le han agregado técnica, pero se han estancado porque carecen de sutileza para definir en el área rival. Ellos son un tractor en el medio campo, donde es necesario, pero frente al arquero, donde se debe tener la delicadeza de Natalie Portman en ‘Black Swan’, suelen fallar.

En fin, viendo ese partido puse yo un tuit preguntando si había algún estudio científico que determinara que los negros eran menos inteligentes que los blancos, y me cayeron encima a insultos, por racista (esa es otra, cuando la gente se siente ofendida, exige respeto a punta de hijueputazos). Yo digo que los racistas son ellos, porque mi pregunta la hice sin tintes de exclusión. Si hay estudios que dicen que las mujeres son más longevas que los hombres (lo que no lo hace a uno feminista) y otro que afirma que los japoneses tienen la verga (el pene, perdón) más pequeña que los escandinavos, ¿no es posible que exista uno que diga que, para los estándares de vida occidentales, el cerebro de los negros es menos eficiente? Suena cruel, pero cruel es el mundo, no el que escribe de él. Durante siglos África ha sido explotada, saqueada, masacrada; algo debe haber ahí, tienen que existir argumentos que expliquen el asunto.

Pero la gente prefiere indignarse a pensar, supongo en parte porque el mundo es una sucesión de historias de segregación racial con mucho muerto encima. Pero esa no es razón para no tocar el tema. ¿De manera que tratamos de buscarle explicación científica a todo, pero a  los temas raciales no porque es un tema tabú y de eso es mejor no hablar? (Pero por debajo de cuerda seguimos mandándoles a los africanos nuestra basura tecnológica, por ejemplo. Eso sí no nos indigna).

Todo esto para decir que la lora que han dado con lo que dijo Andrés Jaramillo sobre las minifaldas es de no creer, y que de todos los grupos políticamente correctos con los que hay que lidiar, las feministas son las que más miedo dan. Otro día digo lo que pienso de ellas.