jueves, 31 de octubre de 2013

Todo el mundo quiere sacarle algo a alguien‏

Voy a decirlo de una vez porque no me gusta andar con rodeos: estoy cansado de que traten de meterme la verga sin mi permiso. Suena feo, pero tengo tal fama de patán que un vergazo más o un vergazo menos no hace la diferencia.

Para empezar, en este momento tengo cuatro cuentas de cobro embolatadas porque a veces parece que quienes lo contratan a uno con tanta urgencia hicieran después todo lo posible para no pagar. Eso sí, el trabajo que encargan se tiene que entregar puntual o no vuelven a llamar. Vivir del freelance me ha enseñado que uno no se tiene que esforzar en escribir el artículo a satisfacción, sino en lidiar con los procesos de las cuentas de cobro, que bien desgastantes que son. De ahora en adelante voy a trabajar igual a los que me encargan trabajo: entrega de artículos solo lunes de 2 a 5 p.m.

Por otro lado, ando buscando apartamento y no puedo más. Me he concentrado en Rosales, que es lo que me gusta porque soy un arribista, pero todo está carísimo. Dicen lo mismo cada vez que me muestran uno: “un cuarto, sala-comedor, cocina, depósito y garaje. Dos millones, más administración. El apartamento está totalmente remodelado y el edificio tiene un bonito jardín”, como si uno a esta edad estuviera para salir a retozar en un jardín comunal. Y lo dicen con ese acento cachaco todo educado, de gente divinamente de toda la vida, pero cuando le botan a uno el precio lo ofenden porque no hay derecho que en este roto de ciudad se manejen esos precios. Cuando la burbuja explote y nos vayamos todos a la mierda la culpa va a ser de ellos, que se hacen los maricas con la excusa de que “A eso está el mercado”, cuando lo cierto es que el mercado lo hacen ellos mismos.

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jueves, 24 de octubre de 2013

El estómago

Usted y yo tenemos en el estómago ácido clorhídrico, una sustancia muy corrosiva y ácida que suele usarse como reactivo químico. En proporciones específicas podría matar a una persona, lo que quiere decir que usted y yo andamos por ahí cargando un arma mortal.

Aguanta de todo el estómago, no solo la comida basura que le metemos. A veces, para elogiar a alguien le decimos que tiene estómago, y cuando estamos enamorados afirmamos que sentimos mariposas en el estómago, cuando en realidad es el ácido clorhídrico que nos consume. Es un órgano apasionante y no le damos la importancia que le corresponde. Dicen del estómago que es el segundo cerebro porque tiene unas 100 millones de neuronas. En el de una mujer encontraron cuatro kilos de su propio pelo, mientras que en Inglaterra un señor se tragó un anillo de compromiso que no podía pagar, así que trató de robárselo. En China, a un niño de dos años le sacaron del estómago un feto que resultó ser su hermano gemelo, mientras que Novak Djokovic tuvo que descubrir que era intolerante al gluten para cambiar de dieta y convertirse en el tenista número uno del mundo.

El cloruro de hidrógeno, que es una forma del ácido clorhídrico que cargamos en la panza, se usa para tratar metales, curtir cueros e incluso puede ser liberado por volcanes. Y que tales sustancias no nos maten habla muy bien del estómago, pero muy mal de nosotros. Somos unos individuos duros, unos hijos de puta con estómago (literal). Podemos tener sexo con la esposa de nuestro mejor amigo, acabar con selvas y matar a un hombre y después acostarnos a dormir como un bebé.

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jueves, 17 de octubre de 2013

Sexo con las ricas

La semana pasada había quedado en que llevaba años buscando a mi madre en otras mujeres, y que de tanto buscarla me he metido de lleno en el estrato seis bogotano al que no pertenezco.

Las ricas son mal polvo, me da la impresión, aunque haya tenido poco contacto con ellas. No hablo de las que estudian en la Javeriana y viven en estrato seis, que en estrato seis vivo hasta yo. Me refiero a las millonarias de verdad, a las que desde los 14 se van de paseo a Cartagena porque sí y rumbean con los hijos del presidente de turno. A las que son “amiguis” de toda la vida, arman combo para pasear por Europa en verano y entre ellas se llaman Lauris, Natis, Juanis, Cayis y Anama.

Y no es que no sean promiscuas, al revés. He sabido de jóvenes que queman en la chimenea la citación al examen de citología vaginal para que en la casa no se enteren de que tienen sexo con frecuencia. Reprimidas es lo que son; una amiga, por ejemplo, me contó que en su excursión de colegio a Punta Cana una compañera volvió embarazada y no supo de quién porque se había acostado con siete hombres en diez días. Pero con todo y eso, a las niñas lindas, las que huelen a splash de fresa, comérselas es un lío. 

El otro día Andy Murray se convirtió en el primer británico en ganar el Abierto de Wimbledon en 77 años y las cámaras enfocaban a su novia emocionada en la tribuna. Daba la impresión de que por fin se lo iba a dar después de años de noviazgo, porque mujeres como ella, que no sudan por nada del mundo y hacen todo sin alma (hasta aplaudir al novio que en la cancha vence al número uno del mundo) se sienten princesas que si se acuestan con alguien es porque lo están premiando.

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lunes, 14 de octubre de 2013

FIFA 14

Estoy estrenando FIFA 14 y debo confesar que es mejor que el sexo. Pensarán que lo digo porque soy malo en la cama y me refugio en los videojuegos y pues, la verdad, digan lo que se les dé la gana, no me importa. ¿Cómo no me va a gustar más el FIFA que el sexo si a lo primero puedo dedicarme ocho horas sin parar y a lo segundo no?

Para empezar, a mí no me gustan los videojuegos, me gusta el fútbol. De niño tuve Atari porque era lo que se le regalaba a los niños de entonces y no tuve opción; un día mi papá apareció en la casa con uno porque sí, no era Navidad ni mi cumpleaños. Era novedoso, pero me aburrí rápido. Yo soñaba con un Adidas Tango anaranjado que usaban para jugar en la nieve que nunca me regalaron. Olvidado el Atari no tuve Nintendo en ninguna de sus versiones porque yo lo que soy es un futbolista frustrado, por eso vivo pegado a FIFA (antes al Pro Evolution Soccer). Yo no juego videojuegos, yo juego fútbol.

Así soy, las cosas serias las dejo para última hora, pero las nimiedades que me hacen feliz las asumo con la seriedad de un cónclave papal. El día que compré FIFA 14 me fui para la casa temprano, apagué el celular y almorcé a las 9 de la noche porque se me olvidó hacerlo antes. A la mañana siguiente me desperté a jugar a las 6 a.m. Yo, que escogí el periodismo para no madrugar nunca en mi vida.

Cuando me gusta algo me gusta con intensidad, casi con dolor, y no lo suelto hasta que me aburro. El tema con los juegos de fútbol es que nunca me aburren porque por medio de ellos vivo mis sueños frustrados. Cuando me va mal en un torneo ando de mal genio, no duermo bien. Soy un emo del Playstation, un emo viejo, no sé qué sería de mí de haber sido director técnico de verdad, de esos que echan a la cuarta fecha por malos resultados.

Por ejemplo, yo deje de salir con una mujer porque me compró FIFA 12 de sorpresa, yo me enteré y le pedí que me lo diera de inmediato para estrenarlo, pero ella aclaró que era un regalo y que me lo daba cuando nos viéramos el sábado (apenas estábamos a martes). Yo insistí, le dije no podía esperar, ella me puso a escoger entre ella y el juego, y perdió. Me dejó por inmaduro y yo la dejé por cruel, ¿como me iba a hacer esperar cuatro días? Ahora que ando soltero me metí en un torneo en el que voy de 18, a 7 puntos de salvarme del descenso a falta de cinco fechas y sé que me voy a ir a la B. Yo, que superé la crianza de mi madre y a mis dos ultimas ex novias, tengo claro que nunca me voy a recuperar de ésta.

Por cosas así reconozco que FIFA y similares son unos juegos de perdedores, de gente triste y sola. Ahora que todo es virtual la gente me pide mi usuario para jugar por internet, lo que se me hace patético; enfrentarse a un tipo que está en Japón y luego a un suizo es de idiotas. Yo no tengo usuario, y si lo tengo, no sé cuál es, nunca voy a darlo. Yo juego solo o invito a amigos de carne y hueso a la casa, como tiene que ser.

Es que son más idiotas que yo. Les encanta hacer bicicletas y taquitos y jugadas de fantasía, tendencia en la que me resisto a caer. ¿Han visto fútbol profesional? ¿Qué jugador serio se pone a hacer pendejadas en una cancha cuando lo que está en juego son el sueldo y los puntos? También existe el que prefiere el Pro Evolution Soccer por la “jugabilidad” (término que parece acuñado por un  narrador de fútbol) y no le importa que la liga inglesa no tenga los equipos reales y le toque a uno jugar con el Yorkshire Orange, el South Norwood y el West Glamorgan City. Digo, si uno va a cumplir sus fantasías con un juego, que al menos venga con los nombres, los uniformes y los escudos que son.

Y por eso quiero felicitar a la gente de EA Sports, que no me está pagando por escribir esta columna. Gran producto el que sacaron. Ya me eché una liga con el Junior, equipo del que soy hincha, y puedo asegurar que hicieron un excelente trabajo plasmándolo como la porquería que es en la vida real. A ver si los Char se ponen las pilas.

Publicada en la edición de octubre de la revista Enter. www.enter.co

miércoles, 9 de octubre de 2013

Buscando a mi madre

Fui a ver la última película de Woody Allen y terminé encontrando a mi madre. La protagonista de la historia es una millonaria que queda casi en la calle luego de que su esposo se arruina y esa una mezcla caricaturizada de ella con mis dos últimas exnovias. De mi mamá tiene el haber conocido el lado duro de la vida luego de que perdiéramos hasta los calzoncillos, mientras que de una de mis ex tiene el parecer una persona normal y salir de pronto con ataques de pánico y otros desequilibrios que uno no entiende. Mi otra exnovia está reflejada en esa habilidad que tienen ciertas mujeres en fijarse en la posición socioeconómica de los hombres con los que se meten, pero hacer como si no fuera importante para ellas.

Y eso pasa porque uno suele buscar lo que vio en casa, sin quererlo o queriéndolo. Yo tengo amigos que dicen de frente que ellos se quieren casar con una mujer igual a su madre, mientras que otros están casados con ella porque así lo persiguieron toda la vida, pero sin saberlo.

Yo lidio con la impresión de haberme metido siempre con las mujeres que no debería, de estar atrapado en una cárcel que escogí voluntariamente. Vivo enamorado de las cachacas estrato seis porque mi mamá lo fue alguna vez. Luego se mudó a Barranquilla y se casó con un costeño clase media, pero nunca perdió su esencia. Durante años ella fue la única cachaca que conocí y cuando me vine a vivir a Bogotá entendí porque nunca había tenido novia en mi ciudad: a mí no me gustan las costeñas ni las caleñas, ni las paisas. A mí lo que me gusta son las bogotanas, ojalá de estrato 6, para que sean bien ricas y bien arpías.

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jueves, 3 de octubre de 2013

A mí me mataron la ilusión

A mí me mataron la ilusión bien chiquito. Nunca me compraron la batería que quería, ni me llevaron a Disneylandia, ni me prestaron el carro de la casa. Suena a poco, pero es porque los adultos solemos minimizar los problemas de los niños. Y no se despiste, porque para un niño, que lo deje el bus del colegio es tan grave como para un adulto perder la casa. Los dos miedos son legítimos porque en ambos casos se siente como si el mundo se cayera.

No haber obtenido durante mi infancia las cosas que deseaba hizo que ahora de adulto sea un resentido que se alegra con la desgracia ajena. Cada vez que usted sufre por bobadas como que su equipo de fútbol perdió una final, yo gozo. Me da más felicidad su amargura que mi propia alegría porque ya estoy muy viejo para empezar a ser feliz.

A mí me rompieron el corazón de niño, y en mi casa, que es lo que más duele. Desde los diez años me despertaba a ver el Tour de Francia y apenas mis piernas pudieron alcanzar los pedales me obsesioné con una bicicleta de carreras. Me inscribía en competencias del colegio pese a tener una bicicleta de cross y, claro, siempre quedaba de último porque no estaba hecha para ser rápida sino para saltar rampas en destapado. Yo esperaba que mi padre se conmoviera con mi situación, que viera mi empeño en volverme en el Luis Herrera costeño y me diera esa bicicleta de carreras; nunca pasó.

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