jueves, 28 de agosto de 2014

Reto

 “¿Quién sería el retrasado de lo del balde de agua?”, me preguntó una amiga la semana pasada. Se refería al ‘Ice bucket challenge’, por supuesto, algo que se volvió sensación en redes sociales en cuestión de horas, lo cual no tiene mérito alguno porque hoy cualquier cosa es furor en internet por nada.

Un día el ‘Ice bucket challenge’ no existía y al siguiente estaba entre nosotros para quedarse. Igual ocurre con muchas de las cosas malas que tiene el mundo, como el Ébola, una enfermedad de la que no sabíamos nada y que cuando oímos de ella por primera vez ya se había cargado a miles de personas. Lo de la cubeta lo empezó a practicar la gente sin saber bien su mecánica, solo porque unos famosos comenzaron a hacerlo. Yo al primero que vi fue a Cristiano Ronaldo, y como ese señor es un tremendo jugador de fútbol pero también un imbécil muy grande, se me hizo una huevonada.

Luego, leyendo sobre el tema, descubrí que eso de echarse un baldado de agua fría encima se lo inventaron para recolectar dinero para la gente que sufre de una enfermedad degenerativa llamada Esclerosis Lateral Amiotrófica. Y buscando un poco más di con que Corey Griffin, uno de sus impulsores, murió ahogado tras lanzarse a un lago poco después de que la campaña iniciara. Al momento de su muerte se habían recolectado 100.000 dólares, hoy el chiste va ya en 50 millones.

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lunes, 25 de agosto de 2014

El dinero plástico

Yo quiero que alguien me explique por qué es más práctico usar tarjeta que efectivo para pagar las cosas, porque la verdad es que no lo entiendo. Es claro que uno no compra una casa con fajos de billetes, pero es que no hablo de eso, sino de la manía de usar dinero plástico hasta para la transacción más insignificante.

Me parecen desconsideradas las personas que pagan el mercado con la débito porque son unas flojas que no piensan en los demás: en lugar de hacer fila en el cajero para retirar efectivo y luego hacer la fila en el supermercado, hacen solo la segunda y retrasan al resto del mundo. Porque el sistema financiero y los usuarios pueden decir misa, pero pagar con tarjeta complica las cosas en vez de simplificarlas.

Tengo analizada la fila del supermercado al que voy, y las personas que pagan con tarjeta detienen todo. Acá en Colombia la línea suele irse cada tanto, lo que hace que todo se demore. Y así funcione, mientras que pasan la tarjeta, meten la clave, le imprimen el recibo, lo firman, lo devuelven y reciben lo factura pasan millones de años. Por lo general, las que más se toman su tiempo en ese tipo de transacciones son las señoras ricas que cargan más dinero plástico del que pueden gastar y hacen mercado un martes a las 10 de la mañana porque no tienen nada más que hacer en esta vida. Y si no están ellas, nunca falta el que paga una gaseosa y un brownie con la débito, todo un escupitajo a la cara.

En teoría es más seguro y limpio usar dinero plástico, yo digo que son bobadas, como si cargar con unos billetes y un puñado de monedas fuera lo más engorroso del mundo. “El efectivo es sucio porque ha pasado por muchas manos”, suelen decir, como si las transacciones bancarias virtuales estuvieran exentas de porquerías morales, que son peores.

También argumentan que por usar las tarjetas devuelven no se cuántos puntos del IVA y regalan millas para volar gratis. ¿De verdad? ¿No conocen el sistema financiero? ¿Ustedes de verdad creen que los bancos regalan algo porque sí? Y después nos quejamos porque las entidades financieras nos tienen de los testículos.

Es que con la plata de verdad no hay pierde, los billetes son bienvenidos en todos lados, no hay sistema caído ni banda magnética desgastada que lo detenga. Trate usted de sobornar a un policía o de contratar a una prostituta de la calle con tarjeta débito, a ver qué le dicen.

Por eso yo tengo una relación íntima con el efectivo. Escondo en mi casa una caleta con billetes de baja denominación y siempre cargo con efectivo, parezco narco pobre. Y lo hago es de tacaño, para no gastar más de la cuenta. Soy tan amarrado que cuando sé que voy a coger taxi dejo la tarjeta débito en la casa, aunque muchas veces haya oído que si a uno le hacen el paseo millonario y no tiene plata, corre el riesgo de que los delincuentes lo maten. Prefiero que me maten a que me roben, así de tacaño soy.

Aunque peor que yo están los que guardan las nuevas monedas de mil. No se encuentran en la calle aunque el Banco de la República haya sacado a circulación 175 millones de ellas, y no se encuentran es porque la gente las acapara por bonitas y para llenar la alcancía de la casa. Gran contraste: se la dan de cosmopolitas haciendo transacciones con dinero virtual para no ensuciarse las manos, pero llenan un marrano como si aún les dieran mesada para el colegio. Abra los ojos, que si usted tiene más de 30 años y su forma de ahorro es guardar monedas de mil, ya viene siendo hora de preocuparse.

Publicada en la edición de agosto de la revista Enter. www.enter.co

jueves, 21 de agosto de 2014

La clase media

El fin de semana pasado fui a hacer compras para la casa y luego a almorzar y había filas en todo: para parquear en el centro comercial, para almorzar en El Corral, para comprar en la Panamericana. Fue un asco, todo estaba lleno de personas de clase media. Dicen que la clase media sostiene la economía mundial, lo que más o menos quiere decir que el planeta entero está cimentado en la mediocridad, lo que sirve para entender el origen de muchos de los males que nos aquejan. Porque es una plaga la clase media, se debería llamar clase mediocre: gente con la habilidad suficiente para no morirse de hambre, pero llena de limitaciones y miedos para dar un salto de calidad.

La clase media está loca y compra todo a plazos: pasa la tarjeta de crédito para viajar y paga en cuotas mensuales un carro que vale 20 veces su sueldo porque cree que un carro, así sea el de más baja gama, le sube el estrato. Gracias a la clase media el mundo se mueve, pero también por culpa de ella es que hay sobrepoblación y trancones. Un clase media empeñaría a la mamá si fuera necesario con tal de obtener el último computador. Tener iPhone 5 pero montar en bus, eso es ser clase media.

La clase media compra en Zara y similares porque quiere lucir bien pero no tiene la plata para entrar a un Hugo Boss. Su casa está armada con cosas de Tugó y Homecenter, que son hasta bonitas, pero de calidad regular. En general, un clase media está lleno de bienes que parecen finos pero que son todos desechables. La clase media aspira a todo de lo de la clase alta, pero chiviado: carros asiáticos con diseño europeo y viajes a Cartagena, donde se hospeda en las cabañas de la caja de compensación familiar a la que está afiliada. Para hacer un plan así, que incluye hasta recreacionista, es mejor quedarse en la casa y no conocer el mar.

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jueves, 14 de agosto de 2014

El primer mercado de mi vida

No espero compasión ni lástima al decir que el fin de semana pasado hice el primer mercado de mi vida. El primero en serio, digo. De niño fui muchas veces con mi madre al supermercado, pero era un mercado ajeno; yo era un parásito que consumía lo que mi papá producía y ella preparaba. Tampoco hablo de las compras de soltero que hice durante los más de quince años que viví solo y que consistían en salchichas, chocolatinas, carne y, en ocasiones, lechuga; todo pensado para ser preparado en no más de diez minutos. Una de las cosas de ser soltero es que comer no es un acto social sino de supervivencia, puro trámite.

Ahora que estoy ensayando para el matrimonio, lo que hice fue un mercado de verdad. Mercado de casa, de familia, de esos de carro lleno que odian encontrarse por delante los solteros cuando llegan a la caja a pagar los pocos insumos que llevan en la canasta.

Me estresó el valor de la compra, siete veces superior a lo que me gastaba cuando vivía solo, pero es que llevamos de todo: cuatro tipos de carne legumbres, frutas, verduras, comida enlatada, para hornear, golosinas y hasta especias. Cuando de especias se trata, un soltero apenas compra sal, y a veces, pimienta.

Hacer mercado de verdad es una cadena, no de gastos, sino de consumo, donde uno adquiere más de lo que puede comer. Ahora tengo la nevera llena por primera vez en mi vida, y la despensa también. Estoy tan desacostumbrado a la abundancia que el otro día no salí de la casa y pasé hambre porque no se me ocurrió ver que el congelador estaba repleto y que en la despensa había todo tipo de granos y enlatados. Es que antes en mi nevera había solo hielo (y eso).

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