lunes, 30 de septiembre de 2013

Señales de que somos un país subdesarrollado

Y no me refiero a que tengamos chivas rumberas, ni políticos corruptos, ni las calles rotas, ni que la ONU diga que somos unos de los países más desiguales del mundo, que esas son obviedades. Nuestra vida cotidiana está llena de pequeños detalles que, si los miramos bien, nos indica que somos una nación de cavernícolas y que es mucho el camino que nos falta por recorrer.

* El cliente nunca tiene la razón. ¿Alguna vez se le ha dañado algo (lo que sea: un par de zapatos, una nevera, el carro) a la semana de haberlo comprado? ¿Ha tratado de devolverlo? Si no, el día que le toque esta lotería descubrirá que quien se lo vendió hará hasta lo imposible para no responderle. 

* Se puede pedir descuento. En el mundo desarrollado los precios son fijos y están exhibidos en todos lados para que el consumidor sepa cuánto debe pagar. Acá todavía se cobra según la cara de marrano que tenga el comprador.

* Los bancos siempre están llenos. En países desarrollados, todo se hace por internet, teléfono, o en esas casetas para carros donde uno manda la plata o el recibo por un tubo. Todo se demora minutos. Acá parece que regalaran cosas en los bancos porque siempre están llenos, especialmente en quincena.

* No hay semáforos peatonales, porque en los países atrasados el peatón es poca cosa y no alcanza el nivel del carro. Por eso acá vemos a la gente cruzar la calle a la de Dios: rápido, cogida de la mano y riéndose.

 * El stand up comedy es el viejo y querido cuentachistes, pero maquillado, por eso los humoristas de vieja guardia han podido adaptarse y Alejandra Azcárate e Isabella Santodomingo han podido dedicarse a eso. El stand up comedy es una persona hablando mierda, con un micrófono en una mano y la otra metida en el bolsillo.

* Hace un par de años la licencia de maternidad pasó de doce a catorce semanas y se celebró como si fuera un triunfo. En Suecia, donde en lugar de animales viven personas, la licencia es de hasta 96 semanas. Lo siguen reino Unido con un año entero y Noruega, con 46. 

 * No sabemos usar las escaleras eléctricas ni el roundpoint (rotonda o glorieta, se llama). Del primero ignoramos que los que se quedan quietos se deben parar a la derecha y dejar el carril de la izquierda libre para que el quiera subir los escalones. A lo segundo, en la costa le dicen romboy, o ronvoy, porque ni idea cómo se imaginan los costeños que se escribe eso.

* Los supermercados tienen empacadores, y eso tiene que ver con dos cosas: acá, cualquier forma de subempleo es tomado como empleo para maquillar las cifras, y además el colombiano es flojo, malcriado, le gusta que lo atiendan (como si lo mereciera). De hecho, si no hay empacador, el cliente espera que la misma cajera que registró los productos los empaque. Eso es ser muy poca cosa.

* Acá le ponen sobrenombre a todos los jugadores de fútbol, no puede haber un solo futbolista al que llamen por su nombre de pila. Suelen relacionarlo con un animal, el lugar donde nació, el barrio donde vive, la música que oye, la comida que come, lo que sea. Y a la gente le encanta. Entre más apodos ponga un comentarista, más sintonía tiene y mejor le pagan.

Publicada en la edición de septiembre de Cartel Urbano. www.cartelurbano.com

jueves, 26 de septiembre de 2013

Qué milonga

Se murió Álvaro Mutis y empezó el llanto. Amigos de toda la vida, gente que nunca lo conoció, fanáticos de su obra, lectores ocasionales, personas que solo vieron ‘Ilona llega con la lluvia’, otros que apenas habían oído el nombre.

En los medios de comunicación le dedicaron lunes y martes a su muerte, y ya saben lo que vale un minuto en televisión. En los noticieros entrevistaron a escritores que lo único que dijeron ante la cámara fue que justamente la noche anterior habían estado leyendo un libro del autor, como si eso fuera una señal divina. En redes sociales fue peor porque hablar mierda en internet no cuesta, entonces se llenó de lamentaciones y lugares comunes. “Gracias por todo, Álvaro”, “Las letras colombianas están de luto” y cosas por el estilo.

Nunca he entendido esa costumbre de hablar bellezas de los muertos. Digo, el mundo es una cloaca por culpa de personas que alguna vez estuvieron vivas, así que tan maravillosas no debían ser. Alguien debería montar un cementerio llamado 'Jardines de los que en vida fueron unos completos hijos de puta', no cabrían los cuerpos.

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jueves, 19 de septiembre de 2013

¿Ya pa qué?

El otro día la amiga de una amiga me dijo que yo era un bien escaso. Quería decir, supongo, que a nuestra edad (segunda mitad de los 30) las cosas se han puesto tan difíciles para las mujeres que cualquier hombre soltero y heterosexual es un buen partido.

Ambas tienen 35 años y un hijo, y a esa edad las mujeres lucen desesperadas. No necesariamente porque quieran casarse; de hecho, ya no creen en el príncipe azul ni en el te amaré toda la vida. Lo que buscan es una salida diplomática: una compañía que no las joda y les dé buen sexo. Es así porque son independientes y ya no cargan con ese sentimiento de culpa de la adolescencia, cuando se sentían como unas zorras cada vez que se acostaban con alguien que no fuera el novio.

Entonces la amiga de mi amiga, hijo en brazos, me dijo que, si estaba soltero, tenía muchas amigas que podría sacarme. Yo me quedé callado y luego de un rato le respondí lo único que a esta edad se le puede responder a una mujer que propone tal cosa: ¿ya pa qué?

Ojalá me hubiera dicho eso a los 20. Yo era buen partido a los 20, cuando las mujeres quieren pasarla bien y explorar con el sexo (así se sientan mal después). Me le hubiera medido de una porque eso sí puedo ofrecerlo. Las de ahora, que esperan seguridad, estabilidad, un hogar, una familia, no son para mí; proporcionar todo eso está fuera de mi alcance.

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lunes, 16 de septiembre de 2013

El circo

Creo que ya había dicho que Twitter es una red de subnormales, así la veo y así me comporto. No tengo lío con el que se la toma en serio, solo que me parece que la vida ya es demasiado solemne como para asumir Twitter de la misma manera. Yo abrí cuenta para decir bobadas, y en vez de ponerme un seudónimo y una foto cualquiera, me inscribí con mi identidad y cara verdaderas. En parte porque creo que hay que poner la cara, en parte porque es bueno para el negocio. Por mis tuits me han insultado y descalificado, pero también me han contratado para que escriba artículos, que es de lo que vivo.

El hecho es que hace poco puse una de mis pesadeces características, algo así como que iba a montarme a Transmilenio a coger culos (un medio que la gente usa también para colarse sin pagar y robar celulares), y una mujer se lo tomó en serio, muy. Empezó entonces una serie de críticas donde me denunció públicamente y me acusaba con el Alcalde de Bogotá, a quien le preguntó si era posible evitar que yo cometiera tal delito.

Poco le importó a esa persona que yo haya publicado casi 40.000 tuits, cada uno más idiota que el anterior, que le explicara que llevo ocho años sin coger un Transmilenio, que nunca haya tenido problemas con la justicia, y que en realidad ese día hubiera trabajado en una oficina hasta la una de la mañana. Ella siguió, y además de acusarme con Petro, me trató de acosador sexual y me denunció también con la cuenta de Twitter de El Tiempo, diario para el que trabajé.

Hay que ser muy idiota para tomarse una barbaridad de esas en serio y muy mala leche para sapear a alguien con un empleador para que lo despidan o dejen de contratarlo para escribir artículos ocasionalmente. Nunca he entendido a los creen que Twitter es la vida real, y se indignan, y convocan marchas, y piden la renuncia de un Senador, la revocatoria de un mandato o la cancelación del TLC. Si lo que quieren es cambiar el mundo, ¿por qué no dejan de joder a personas como yo (imbéciles, pero inofensivas), levantan el jopo de la silla y van detrás de los malos?

Es que se toman todo en serio, literal. Una vez escribí que Roberto Gómez Bolaños había muerto mientras veía un reality show donde concursantes encarnaban a sus personajes más famosos (una forma de decir que el programa era malo y las interpretaciones destrozaban a los personajes) y la gente lo entendió al pie de la letra. Salí en las noticias de por lo menos cinco países, en la edición digital de la revista People, me entrevistaron por radio y el mismo Gómez Bolaños tuvo que salir a desmentir que había fallecido. Y aún así, todavía hay quien me conoce como el hombre que mató a Chespirito. Yo sigo creyendo que lo mataron aquellos que no saben interpretar las cosas.

Si a esta altura usted no se ha dado cuenta de que yo soy una especie de Silvestre Dangond de las redes sociales, un chabacán, un irresponsable, pero que eso no es más que una postura, un personaje, está jodido. Ustedes de mí pueden decir las cosas malas que quieran, menos que uso de a dos y tres hashtags y lleno los tuits de hipervinculitos azules. Soy un idiota del promedio, pero no tanto como para unirme a un TT tipo #iSad, que fue el que usaron cuando murió Steve Jobs.

Soy periodista, vivo de escribir, pero usted nunca verá en mi perfil nada de eso. En Twitter soy Adolfo Zableh, a secas, respondo por mí, no por los medios para los que trabajo. No entiendo por qué despiden a periodistas que han puesto tuits considerados inadecuados si, no importa lo que digan los expertos de redes sociales, una cosa no tiene que ver con la otra. Es como la creencia esa de que una persona adúltera no puede ser buen Presidente de un país.

El otro día vi una valla que promocionaba ‘El Alquimista’, de Paulo Coelho, y anunciaba que el libro ya había vendido 65 millones de copias. Me parece una cifra insignificante, la verdad. En el mundo hay muchos más imbéciles, y casi todos estamos en Twitter.

Publicada en la edición de septiembre de la revista Enter. www.enter.co

jueves, 12 de septiembre de 2013

Billy

Yo estudié con David Manotas Char pero me tomó unos días caer en cuenta, porque en tiempos del colegio se llamaba Billy.

Recuerdo la primera vez que oí su nombre: Billy, Billy Manotas. No podía parar de reírme porque era un nombre chistoso, inusual para la Barranquilla de esa época (y para la de ahora también). Luego me vine para Bogotá y creí perderle el rastro, cuando la verdad era que él también se había mudado para acá con su familia y vivía a dos cuadras de mi casa. Una vez lo vi saliendo de la suya, a lo lejos, y nos alzamos la mano por cortesía, sin acercarnos ni cruzar palabra, porque la verdad es que nunca fuimos amigos. Esa fue la última vez que vi a Billy.

Al que vi la semana pasada en la prensa, David Emanuel, era otra cosa. Imposible saber cómo pasa uno de ser el Billy del colegio, noble en apariencia, incluso huevón, activo académicamente, amigo de los profesores, siempre listo para participar en cualquier actividad cultural del colegio de esas que son tan aburridas, a cambiarse el nombre, parecer un discípulo de Cristo, consumir droga y alcohol, acosar a vecinos y porteros y terminar apuñalando y tirando a alguien por el balcón de su apartamento.

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jueves, 5 de septiembre de 2013

Revoluciones a medias

El martes pasado hubo en Bogotá una marcha pacífica y no muy mediática. Salió de la 15 con 85 y luego recorrió la séptima hacia el sur. Sé de ella porque colgaron fotos en Facebook, Twitter e Instagram. Una mierda de marcha, la verdad, porque todo lo que salga en Instagram es una porquería.

Y muy bien que haya sido pacífica, pero había que verlos. Mucho hispster de bigote y gafa de marco grueso con la ruana puesta para “apoyar a nuestros campesinos”: ¿Dígame usted cómo ponerse una ruana un día al año y salir a caminar es apoyar un asunto que lleva siglos de conflicto?

Tarados, la verdad, gente buena y decente si se toma una a una (la foto de apertura me la prestó una buena amiga que participó en la marcha) pero unos Idiotas cuando decidieron juntarse a trancar la ciudad en ruana y bicicleta. Y no en cualquier bicicleta, muchas de ellas eran esas de panadero, pero plays, reformadas, azules, amarillas o rosadas, porque tener una bicicleta corriente es demasiado ‘mainstream’, y ya saben ustedes lo especiales, diferentes y originales que se sienten los hipsters y los jóvenes de ahora. Y esperen a que los de la llamada ‘Generación Z’ crezcan, para que vean lo que es un verdadero hijueputica.

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