jueves, 30 de mayo de 2013

Como si todo estuviera bien

Decimos ser intolerantes con la violencia infantil, con la de género, pero no nos molesta la violencia de clase. Vemos a un niño sufrir, a una mujer abusada y nos unimos (en Twitter, digo, porque no es que levantemos el jopo de la silla), pero un presidente de empresa gana 50 veces más que un practicante y no pasa nada. Estamos llenos de violencia de clase. La generamos y no nos damos cuenta de que por culpa de ella el mundo es un orinal.

Violencia de clase es, por ejemplo, que sepamos que alguna ropa es barata porque es hecha en Asia por niños y mujeres en condiciones de miseria, e igual nos limpiemos el culo con esa información. Lo importante es lucir bien a ver si se nos sube la autoestima, pero ni así. Podrían forrar el planeta de almacenes de Zara y seguiríamos siendo inseguros.

Violencia de clase es que el consumidor final tenga que pagar al contado en los grandes almacenes de cadena y que ellos les paguen a sus proveedores a 30, 60, 90 días, tiempo que (me han dicho) usan para que la plata rinda intereses. Digan lo que digan las reglas y los ideales de la sociedad, cuando usted trabaja con la plata de otro para volverse más rico está contribuyendo a la desigualdad del mundo, así genere empleo.

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jueves, 23 de mayo de 2013

Escribir, jugar fútbol y follar

No más Rosales, no más Chicó, no más Parque el Virrey. No más viejas del Marymount, ni del Femenino, ni de Los Portales. Me voy a Venecia, a Morato, a Barrios Unidos. Llevo la vida buscando a la misma mujer -un fantasma-, persiguiendo el culo de siempre por El Coq y por La T, La G y El Bandido; últimamente por Gordo y Bruto. No más. No más ese círculo vicioso de arpías deliciosas y sin culo, cachacas de pelo liso y aretes pequeños que son el símbolo de su superioridad moral. Creen que con su belleza y con la bondad que no poseen van a salvar el mundo.

Llega un día en el que se puede prescindir del mundo en el que crecimos, es posible vivir de escribir, jugar fútbol y follar sin que el resto de las cosas nos afecten. Yo elegí dejar todo y dedicarme a teclear, correr detrás de un balón y fornicar sin corazón (pero con ganas). No hago bien ninguna de las tres, pero ahí voy.

Escribir para comer, no por talento, porque escribir es muy difícil. Teclear, sí es sencillo, por eso hay tanto columnista. Es tan fácil que cualquier hijo de puta publica un libro (yo tengo dos y voy para el tercero, ninguno la gran cosa). Darle a unas teclas y ser publicado es tan fácil que por eso a los que lo hacemos nos pagan tan mal. Haga un cohete, eso sí es difícil; constrúyalo y se hará rico. Los que no somos capaces de hacer cosas tangibles (cohetes, edificios, familias) nos ponemos a escribir. 

Luego viene el futbol, que está por encima del sexo. El fútbol en todas sus formas, quiero decir. Yo nunca soy tan feliz como cuando juego a las ocho de la mañana afuera de la ciudad y el aire es liviano y la neblina está aún a ras de pasto. El primer mundial que cubrí me la pasé llorando cada vez que entraba a un estadio. Yo no sé qué es la felicidad, pero tiene que estar muy cerca a eso. Da igual verlo por televisión. El otro día llegó la primavera a Londres y justo pasaron Tottenham-Southampton. Todo se veía tan perfecto. Es probable que no haya nada más bonito (ni la camiseta negra de la Sampdoria, ni un coño bien depilado) que una buena cancha con sol.

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lunes, 20 de mayo de 2013

la inutilidad del iPad

No sé a qué hora me convertí en un influenciador, un tipo de esos que dice bobadas en redes sociales y la otra gente le copia. Yo, que estudié comunicación y quería escribir libros, terminé expresándome en 140 caracteres. Las grandes empresas, que lo saben todo y que más que vendernos cosas son nuestras dueñas, se dieron cuenta y cada tanto me llaman para que pose de espontáneo y las ayude a hacer plata, que es a lo que se dedican.

Y yo digo que sí. Hay que aprovechar que Twitter es una burbuja donde te pueden pagar millones por poner tres pendejadas diarias. No sabemos cuánto dure, así que mejor chupar de la teta mientras dé.

La cosa es que hay ya tanto tuitero vendido (inclúyome) que cada vez ofrecen menos plata y más pagos en especie. A mí pasaron de pagarme cifras con seis ceros a ofrecerme canjes: ropa, bonos de gimnasio, descuentos en almacenes de cadena, cenas en restaurantes finos. A todos dije que no porque uno no tuitea para las corporaciones por amor, que el amor es para la novia, sino por metal. Si quieren hacer plata, que inviertan.

Me dan ganas de mandarlos a la mierda cada vez que proponen pagarme en especie, pero necesito las conexiones, así que declino amablemente las propuestas. La última vez me ofrecieron un iPad a cambio de un mes de tuits. No he conocido cosa más inútil que ese aparato, remedo de computador, iPhone con ínfulas. El otro día alguien dijo que un iPad era como coger un iPhone y aplastarlo para hacer un patacón. Y peor, lo que me ofrecieron fue un iPad mini, doblemente ridículo.

Es más fácil demostrar la existencia de Dios que la utilidad del iPad. Quien tenga uno va a tratar de justificar su compra a toda costa: que es rápido y liviano, que tiene cámara, que la conectividad, que las aplicaciones. No saben ni lo que dicen. Se expresan como si su vida fuera valiosa, como si se la pasaran salvando el mundo y no tuvieran tiempo que perder. ¿Para qué quieren algo más rápido y ligero que un computador? ¿Para alcanzar a pasar más niveles en Angry Birds?

Un amigo tiene uno de segunda generación y se la pasa hablando pestes de su computador: que es muy pesado, que se demora en cargar. Defiende la causa del iPad diciendo que ahora lee en la cama más fácil. Díganme romántico, pero para leer en la cama nada mejor que un libro, porque ni el Kindle ha pegado. Y si no se tiene libro, no le veo problema al portátil, que ha demostrado hasta el hartazgo que sí facilita la vida. Y al final, por mucho iPad que tengamos, necesitamos en computador. Es decir, se trata de un juguete bonito y caro.

Y hablo del iPad mini porque me sonó más que la otra opción que me dieron para ser influenciador: un viaje para dos a Santa Marta. Imposible pegarse el viaje hasta allá, ¿ha visto usted cómo tienen el mar las carboneras?

Sigo entonces tuiteando a placer desde casa, a la espera de una marca que quiera pagarme con billetes, como debe ser. Aprovecho esta tribuna para poner a la venta mis servicios. Mientras, veo cómo los de ‘La red’ fingen que hacen cosas importantes con su iPad en cada una de las emisiones del programa. Y si lo usan los de ‘La red’ (como en su momento lo implementaron para los jurados de ‘Yo me llamo’), quiere decir que es una vaina muy inútil.

Publicada en la edición de mayo de la revista Enter. www.enter.co

jueves, 16 de mayo de 2013

El amor de la vida

Resulta difícil ser mal hijo en el Día de la madre, cuando el mundo entero se desparrama de amor hacia la suya mientras uno se queda comiendo y viendo películas en el sofá sin el menor interés de estar con alguien.

No tengo una buena relación con la mía. De hecho, los últimos años he tratado de no tener ninguna. Es una confesión dura de hacer y a cambio no espero ni condecoraciones ni escarnio. Así como pasó con mi padre, hablaré de ella luego de su muerte (pongo todas las fichas a que ocurrirá primero que la mía, pero quién sabe).

Pero mejor hablemos de ustedes, que no solamente están orgullosos de amar a sus madres, sino de gritárselo al mundo. Seguro ellas son unas verracas, merecedoras de amor y respeto, pero esas exageradas demostraciones de afecto con regalos predecibles y almuerzos repetidos hablan muy mal de ustedes.

El pasado domingo hubo en redes sociales una avalancha de gente poniendo fotos con sus mamás cuando eran niños. Muy originales todos. Es cierto que las personas tenemos cosas en común, pero a veces somos tan iguales que damos asco.

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jueves, 9 de mayo de 2013

Los nuevos ricos

Ahora resulta que según el Banco Mundial usted y yo somos ricos. Banco Mundial suena a oficial, así que hay que creerle y obedecerle aunque creamos que existe para ayudarnos cuando en realidad está para jodernos (como la ONU, la UNESCO, la OEA y similares).

Desde Washington (allá queda) acaban de decir que quien gane en Colombia dos millones de pesos al mes es rico, de ahí que afirme que usted y yo lo somos, quién sabe desde cuándo, y no teníamos idea. Podría apostar que Eike Batista, Richard Branson y Gordon Gekko van a vomitar del asco apenas sepan la noticia. Seguro que si dicen que ahora somos ricos es para hundirnos más, para quitarnos alguna otra cosilla amparados por la ley. Debe ser que van a agregar algún impuesto mínimo, a pedir algún donativo voluntario y van a sancionarnos si no lo damos.

La cuestión es que gracias al Banco Mundial estamos a la altura de Sarmiento Angulo, de los Santo Domingo. Somos sus iguales, solo que mientras ellos tienen empresas y paquetes accionarios, nosotros, ricos de estadística, montamos en bus.

Habría que decirle a los de ese banco que en el estrato seis de Bogotá no se llega a fin de mes con dos millones de pesos ni almorzando chitos todos los días, y que aunque en el resto de Colombia se viva holgadamente con dos millones, en esta ciudad los avaros están en todos lados: restaurantes y bares de moda, parqueaderos, colegios.

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jueves, 2 de mayo de 2013

El camino al éxito

Estuvo Guardiola en Bogotá y la gente se volvió loca. Hasta le dijeron ‘Pep’, aunque se llame Josep, como si fueran amigos de toda la vida. Era lo mínimo, los colombianos nos arrodillamos ante los extranjeros y más si son españoles (aunque los catalanes no se sientan como tales). Tenemos una tara con ellos y se nota en la cara, por eso nos niegan cada vez más la visa Schengen cuando la pedimos por España.

Vino Guardiola a hablar de liderazgo y no sé que más bobadas y la gente fue a oírlo (dicen que ocho mil personas), supongo que para ver si en una charla de un par de horas les revelaba el secreto del éxito (y las mujeres para morbosearlo, que les encanta). Éxito, vaya palabra, vaya mentira, buscamos el camino al éxito, que es como buscar la fuente de la eterna juventud.

¿Qué habrá dicho Guardiola? ¿Qué el secreto del éxito es darle la pelota a Messi? ¿De verdad aún queda gente que cree que su vida se va a enriquecer votando en día de elecciones, oyendo a Guardiola o leyendo a Coelho?

El secreto del éxito, que no existe, es seguir jalando pese a todo, vencer el miedo y levantarse cada mañana a trabajar así nos sepa a mierda. Hacer las cosas lo mejor posible a cambio de poco, o de nada. Y eso ni siquiera es éxito, es remar para no morirse de hambre.

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