jueves, 16 de mayo de 2013

El amor de la vida

Resulta difícil ser mal hijo en el Día de la madre, cuando el mundo entero se desparrama de amor hacia la suya mientras uno se queda comiendo y viendo películas en el sofá sin el menor interés de estar con alguien.

No tengo una buena relación con la mía. De hecho, los últimos años he tratado de no tener ninguna. Es una confesión dura de hacer y a cambio no espero ni condecoraciones ni escarnio. Así como pasó con mi padre, hablaré de ella luego de su muerte (pongo todas las fichas a que ocurrirá primero que la mía, pero quién sabe).

Pero mejor hablemos de ustedes, que no solamente están orgullosos de amar a sus madres, sino de gritárselo al mundo. Seguro ellas son unas verracas, merecedoras de amor y respeto, pero esas exageradas demostraciones de afecto con regalos predecibles y almuerzos repetidos hablan muy mal de ustedes.

El pasado domingo hubo en redes sociales una avalancha de gente poniendo fotos con sus mamás cuando eran niños. Muy originales todos. Es cierto que las personas tenemos cosas en común, pero a veces somos tan iguales que damos asco.

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