jueves, 30 de mayo de 2013

Como si todo estuviera bien

Decimos ser intolerantes con la violencia infantil, con la de género, pero no nos molesta la violencia de clase. Vemos a un niño sufrir, a una mujer abusada y nos unimos (en Twitter, digo, porque no es que levantemos el jopo de la silla), pero un presidente de empresa gana 50 veces más que un practicante y no pasa nada. Estamos llenos de violencia de clase. La generamos y no nos damos cuenta de que por culpa de ella el mundo es un orinal.

Violencia de clase es, por ejemplo, que sepamos que alguna ropa es barata porque es hecha en Asia por niños y mujeres en condiciones de miseria, e igual nos limpiemos el culo con esa información. Lo importante es lucir bien a ver si se nos sube la autoestima, pero ni así. Podrían forrar el planeta de almacenes de Zara y seguiríamos siendo inseguros.

Violencia de clase es que el consumidor final tenga que pagar al contado en los grandes almacenes de cadena y que ellos les paguen a sus proveedores a 30, 60, 90 días, tiempo que (me han dicho) usan para que la plata rinda intereses. Digan lo que digan las reglas y los ideales de la sociedad, cuando usted trabaja con la plata de otro para volverse más rico está contribuyendo a la desigualdad del mundo, así genere empleo.

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