jueves, 7 de noviembre de 2013

Nunca le pidas a alguien que te lea

Las personas me suelen pedir que lea las cosas que escriben. Personas que no viven de escribir, quiero decir: ingenieros, administradores de empresas, médicos. Me cansa que lo pidan porque lo hacen por vanidad, porque estás convencidas de que lo hacen bien, de que son un talento desperdiciado y esperan oír elogios tipo “Qué bien escribes, no puedo creer que no hayas publicado. Deberías escribir para el New York Times o publicar una novela, las editoriales se pelearían por ella”.

A mí me pasaba cuando estaba estudiando. Terminaba de escribir algo y decía “Soy un putas”, luego buscaba a algún periodista reconocido o un profesor para que lo leyera. Muy benévolos ellos, que ocultaban su cara de asco y decían tres generalidades, nada comprometedor, para que no me sintiera mal. Pero yo me sentía como el culo porque nunca me dijeron que lo mío era genial.

Ahora que no busco y me buscan, les doy con toda, porque sé que como vienen en busca de elogios y no de críticas, les voy a partir el corazón. Hace unos meses una amiga escribió algo luego de que Santa Fe fuera campeón de Colombia y me lo pasó para que le dijera qué pensaba. Era fatal y se lo hice saber; cero anestesia. Meloso, lleno de lugares comunes, de adjetivos y adverbios, sensiblero. Quedó aburrida, pero era mi deber. No tengo alma de editor y además no quiero que nadie que escriba sea bueno, así hay más trabajo para mí.

En su artículo, mi amiga cometía un error que solemos tener los que vivimos de esto y los que no, también: decir en diez palabras lo que podemos decir en tres. Si uno va a comunicar que el delantero hizo gol no tiene porqué escribir “el atacante impactó la bola hasta que ésta traspasó la raya y se encontró con la red”. Por eso el periodismo es un oficio de muertos de hambre, porque escribir no tiene ciencia, cualquiera abre un computador y empieza a teclear. Escribir bien es muy difícil, pero eso a los medios no les importa, por eso contratan de planta a cualquiera que tenga un diploma (a veces ni eso).