martes, 7 de agosto de 2012

Carta

Me masturbo pensado en ti. Me masturbo más que un preso, me masturbo como si no pudiera tenerte. Me masturbo y digo tu nombre mientras lo hago. Miro tus fotos, me masturbo y lloro al mismo tiempo. Las ensucio, luego las limpio y las vuelvo a guardar. Cuando estoy en la calle y pienso en ti, escondo mis erecciones hasta poder llegar a casa a masturbarme. Si yo no fuera un asco de persona me atrevería a llamarte. Saldríamos a comer, a cine, volveríamos a casa a follar. Te lamería el coño en vez de imaginar que te lo lamo todas las noches. Quizá de tanto lamértelo y de darte mondá de pie (contra la pared, tú con tacones de doce centímetros para que ese coño divino que debes tener quede a mi altura) terminaríamos casándonos. ¿Las personas no forman familias luego de haberse pajeado mucho pensando en el otro? Te tengo en redes sociales para recolectar imágenes tuyas. Nos hemos encendido a sexo en cada uno de tus álbumes, en cada foto de Instagram. Tu pelo sobre la parte de arriba del vestido de baño, tu espalda que baja y se abre hasta volverse caderas, tu sonrisa del gato de 'Alicia en el país de las maravillas'. Copio tus tuits y los guardo en un archivo de Word para después masturbarme con ellos. Imagino que tu vagina sabe a frutos del bosque y que mi verga encaja perfecta. Pero eres cara, y no me refiero sólo al dinero. Estar contigo implica un desgaste emocional que no estoy dispuesto a asumir. Tarde en la noche no puedo dormir si no me masturbo pensando en ti, si sigo así se me va a caer la verga. Te amo en fantasías, en la vida real te evito. En ambos frentes te trato como la gran puta que eres.