domingo, 24 de julio de 2011

Atroz, pero necesario

El tipo que puso una bomba y luego disparó contra civiles en Noruega dice que lo suyo fue atroz, pero necesario.

Atroz, pero necesario. No es una defensa, pero sí una explicación en un mundo donde no abundan las explicaciones. El estadio de Cali para el mundial sub 20 terminó costando tres veces más de lo presupuestado y nadie ha salido a decir por qué. Uno ha visto tantas cosas de las que sus autores no dicen que son atroces, pero necesarias, que alguien lo reconoce y nos parece un monstruo.

Anders Behring Breivik se llama el agresor, tiene 32 años y varias de las armas que usó en la matanza las compró legalmente. En esta civilización de libre comercio el gobierno te ampara si vendes Uzis y Glocks, y Magnums, y granadas, y bazucas, y explosivos, y tanques, y misiles teledirigidos, pero te manda a la cárcel si te ganas la vida vendiendo cocaína al menudeo. Breivik cometió sus crímenes con mercancía legal, y si viviéramos en un lugar justo, tal detalle debería darle una rebaja en la pena.

Nos escandalizamos con poco. No es que 76 víctimas sean una minucia, pero a diario pasan cosas peores que no nos causan ni rasquiña en el brazo.

780.000 niños morirán de hambre en Somalia, según la Unicef. Nadie salió a protestar a la calle por la noticia, no hubo arrestos, ni redadas de la policía buscando a los culpables. Nadie dice que la situación es atroz, pero necesaria, aunque en realidad sea atroz e innecesaria. Los niños en cuestión están vivos aún, pero ya fueron condenados a muerte. Son muertos en vida, como los zombis que vemos en las películas de terror.

Vaya al Carulla más cercano y verá que comida hay, lo que pasa es que las calorías están mal repartidas. Yo me comí este fin de semana un rollo de sushi, un sándwich de 30 centímetros de Subway, diez chorizos, dos libras de uvas, doce paquetes de Oreo de chocolate y tres litros de gaseosa; nadie vino a casa a arrestarme.

Breivick no cree que lo que haya hecho sea un crimen, y no está tan desfasado aunque lo esté. Otro señor, llamado Stuart Hughes, decoró para un empresario malayo un yate con 100.000 kilos de oro y platino. Y si crear un yate forrado en metales preciosos no solo no da cárcel, sino que genera la admiración de la gente y la atención de la prensa, perder el control y matar a 76 personas en una tarde de viernes no es grave.

Asesina a más gente el señor de Malasia que Breivick, porque tener una lancha de 4.850 millones de dólares en un mundo con 925 millones de desnutridos es un crimen de los peores. Ambos ocupan titulares de prensa, solo que uno sale en los hechos del día mientras que el otro protagoniza la sección de estilo de vida.

Al final hay que reconocer lo civilizados que son los noruegos, que a diferencia de lo que hizo Obama con Bin Laden, capturaron al hombre vivo para que contara su versión en lugar de echarlo a escondidas al mar.


Si la vida es justa, y al presidente de Estados Unidos le otorgaron el Nobel de Paz en Oslo por mantenerse firme en la Guerra de Irak y no cerrar Guantánamo, este año asistiremos a la premiación de Breivik. Me muero por saber qué armas va a comprar con los 1,4 millones de dólares que le den.