jueves, 7 de julio de 2011

Ella está enferma

El clóset de una amiga es más grande que un arco de fútbol (7,32 x 2,44 metros, por si el fútbol no es lo suyo).

Cuarenta pares de zapatos mal contados (muy mal contados), una galería de sacos negros, azules, rojos, blancos, todos iguales y diferentes entre sí. Pantalones, ropa de tierra caliente, chaquetas para otoño e invierno (no son la misma cosa). Bufandas, velos, pashminas, o lo que sea que usen las mujeres.

Otra amiga es igual de complicada a la del clóset, pero por diferentes razones. Sufre de una enfermedad llamada fibromialgia y de otra conocida técnicamente como enfermedad autoinmune no diferenciada (si lo estoy diciendo mal, señores doctores, demándenme).

Me contó en qué consisten sus males pero se me olvidó, lo cierto es que le atacan el corazón, la cabeza o cualquier otro órgano; le causan dolores en las articulaciones y los músculos, en especial cuando el cuerpo está rejalado.

Se trata de una enfermedad que hay que tratar con paciencia y que tiene su lado poético: sus propias defensas la atacan porque la consideran a ella misma un cuerpo extraño.

Siempre supimos que nuestro cuerpo jugaba en nuestra contra (mire el gol que se comió Dayro Moreno frente un arco más pequeño que el clóset de mi otra amiga), pero que nuestras defensas nos consideren un ente ajeno al propio cuerpo que habitamos es un problema que debería ser corregido por teólogos, no por médicos.

Mi amiga, la de la fibromialgia, está enamorada, pero el hombre no le pone atención. Ella, en cambio, no debe perder de vista a su enfermedad, por eso se llena de pastillas. Toma Lyrica, un antiepiléptico que ayuda a mejorar el dolor a largo plazo; Imipramina un antidepresivo que también baja los niveles de dolor; Dimard, que ayuda a que la enfermedad autoinmune no avance más, y Dovir, un opiáceo de lo más fuerte.

Su vida, en lugar de cartas de amor, está llena de recetas médicas. Al llegar la noche, en vez de recibir la llamada del hombre que le gusta, se toma un Zolpidem para dormir. Su tratamiento es costoso, ¿pero qué es el dinero cuando se tiene una enfermedad degenerativa y el corazón destrozado?

Mi otra amiga, la del closet, quiere hijos pero no sabe con quién tenerlos porque no está enamorada. Hizo uno de esos acuerdos que se pactan entre amigos, "Si llegamos a los 35 y estamos solteros...", pero no suena muy convencida. No pierde la esperanza de enamorarse pronto o de regenerar a algún amor del pasado.

Las mujeres son complicadas, lo sabemos, por eso unas sufren enfermedades que solo las atacan a ellas, otras creen poder cambiarnos y otras poseen clósets más grandes que una vivienda de interés social.

He pensado mucho durante estos días en mi amiga y su drama. Ella está enferma (me refiero a la del clóset).