lunes, 7 de noviembre de 2011

No se deje descrestar

No se deje descrestar por las personas, que los humanos no somos otra cosa que miedos y defectos.

El otro día abrí el correo y había un mensaje de una mujer. Decía que me escribía porque me acababa de ver en un restaurante. Había leído algunos artículos míos y no fue capaz de hablarme cuando me reconoció porque se sintió intimidada.

Accedí a que nos conociéramos en persona para que se diera cuenta de que no había razón para ponerse nerviosa. Fuimos a cenar y durante la cita comí con la boca abierta, eructé, dividí la cuenta en mitades y la mande en taxi a la casa; lo que fuera para que viera que soy un idiota del común que a veces sabe juntar sujeto, verbo y predicado.

No deje que nadie lo deslumbre. Que no lo intimiden aquellos que tienen una especialización, o los que hacen doble carrera, que no son más inteligentes que usted. ¿Qué es esa idiotez de estudiar al tiempo dos ingenierías, o Filosofía y Administración de empresas? ¿Se creen más especiales, van a salir mejor preparados? Nadie más inseguro que aquel que estudia dos carreras en simultánea.

Que no lo obnubilen los líderes. Ni Hitler (rechazado en la escuela de bellas artes) ni Berlusconi (se pinta las canas porque no acepta su vejez). Alfonso Cano sobrevivió sus últimos días sin barba, en un rancho con arroz y pasta, fresco Royal, revistas de farándula y un puñado de euros que no tenía cómo gastar.

Que no lo intimiden las modelos, que la mayoría son tan bonitas como vacías. Uno no anda con ellas no porque no pueda levantárselas, sino porque no se les puede hablar de nada.

A todas les gusta el sushi, el humor de Andrés López y tienen un novio empresario. Empresario puede ser un traqueto, un dueño de locales en San Andresito, o Alejandro Santo Domingo, que tengo entendido que aunque millonario y con buen físico, es tan aburrido como las modelos que sueñan con conquistarlo.

Vea no más a Valerie Domínguez, tan deseada, tan señorita Colombia, y se metió con un señor que no sólo la golpeaba como cualquier costeño, sino que la embaló con la justicia. Así son ellas.

No se deje fascinar por los que salen en televisión, que todos son Carolinas Cruces y Lincolnes Palomeques. La televisión colombiana, así como la política colombiana, está colonizada por gente inferior a usted.

No hay que dejarse impresionar ni por el gran Benny Hill, un tipo cuya única aspiración era hacernos reír. Famoso, millonario y con sobrepeso, murió del corazón en el apartamento de lujo donde vivía, solo y con pocos muebles. Falleció sentado frente al televisor y fue descubierto porque no contestaba sus llamadas y su cuerpo olía a podrido.

Pienso en Hill y pienso en Andrés López, que nunca me ha sacado una sonrisa. Al paso que va superará los más de 100 kilos de peso del británico, aunque no igualará su talento (no igualará, ni siquiera, el de Hernando Casanova). No le deseo una muerte así, al contrario, que la vida le dé lo mejor. Sólo le pido que nos deje en paz.