martes, 15 de noviembre de 2011

El Primer Novio de la Nación

Ser hijo de mi padre no me ha abierto puertas, al contrario. Casi no logro entrar a Israel por mi apellido palestino, por ejemplo, pero me colé por una rendija. Digo con orgullo que salí del país sin haber roto un plato. Yo vivo cerrándome puertas por torpe, por flojo, por vulgar, por cochino. Por incapaz también; ser tartamudo truncó el sueño de mi vida, que era hablar en radio.

Las pocas puertas que he abierto han sido falsas, no me han llevado a ningún lado. Tampoco me ha ido mejor abriendo piernas, soy experto en que las mujeres las cierren cuando me sienten llegar.

Pienso en eso de abrir y cerrar cuando leo a la hija del presidente decir en una entrevista "Sigo siendo la estudiante de siempre. Que mi padre sea el presidente no me abre ni me cierra puertas".

No sabe uno cómo empezar a desmentir esa frase. No se las ha cerrado Francisco Santos, que la vive cagando, ahora se las va a cerrar una joven de apenas 21 años que de lo único que se le puede acusar es de falsa modestia.

Maria Antonia, así se llama, estudia para neurocientífica, que tiene lo suyo. No es una tapia, seguro, pero está donde está por ser hija de Juan Manuel.

Está en la prensa, primero que todo, entrevistada en página entera por Yamid Amat, que no es mucha cosa pero es lo que tenemos. Un amigo de mi infancia tiene una maestría en fisiología y un doctorado en neurología en Oxford y no lo quiero entrevistar ni yo.

María Antonia está en Brown también, una de las mejores universidades del mundo. Ella no es especialmente más inteligente que usted, o que yo, solo nació privilegiada. No sabe reconocer una puerta cerrada porque nunca ha visto una. La del amor, tal vez, pero esa está sellada para todos.

Cuántos niños reclutados a la fuerza por la guerrilla no serían hoy estudiantes destacados de la Javeriana, o de Yale, si hubieran nacido en Rosales en Bogota, y no en El Doncello, Caquetá, por nombrar un municipio desde el que debe ser muy difícil llegar a una universidad de la Ivy League.

Ser hija del presidente puso a María a estudiar neurociencias en Brown, así como a su padre el apellido lo ayudó a llegar con 21 años a la Organización Internacional del Café, en Londres. 21 años, la edad en la que la gente común anda con lo del almuerzo en el bolsillo, buscando un lugar en la vida y fornicando con todo el mundo como si no hubiera mañana

Graduados de Brown son Tim Forbes, hijo de Malcom, el de la revista, y John D. Rockefeller, otro delfín. En Brown estudiaron herederos como John F. Kennedy Jr. y el príncipe Faisal bin Al Hussein de Jordania. A Brown asistió Will Oldham, uno de mis músicos favoritos, que abandonó luego de un semestre. No quiero fiestas con Will Oldham.

Dijo Maria Antonia en la entrevista que los focus group están condenados a desaparecer, que la mejor forma de probar un producto antes de que salga al mercado es con una nueva técnica llamada neuromarketing. Ella sí es una innovadora, a diferencia de Francisco, que cree que innovar es andar por ahí descargando electricidad en el pecho de los estudiantes.

De ideas de avanzada y lo que queramos, pero no le quita que sea privilegiada. A ella no la afecta la Ley 30, nunca la veremos marchando por la séptima pidiendo una mejor educación. Ser de la élite puede ser una real mierda, nada como ser del común, sin privilegios y lleno de obligaciones. No conozco a Maria Antonia, ojalá sea un buen ser humano pese a todo.

Termino de leer la entrevista y descubro que la puerta del amor puede abrirse donde uno menos lo espera. Concluye María que le gustaría trabajar con niños con discapacidades cognitivas cuando se gradúe, porque cree que si se les da las herramientas apropiadas para desarrollarse pueden llevar una vida casi normal.

Es cierto, yo me superé pese a todo; nunca tendré mi programa de radio, pero es que la vida no es perfecta. Yo saldría con María Antonia encantado, moriría por ser el Primer Novio de la Nación, pero soy izquierdoso, resentido y mi sueldo de periodista no alcanzaría para darle la vida que se merece.