jueves, 20 de octubre de 2011

La diferencia está en las formas

A mí me piden tres diferencias entre Gadafi y un presidente cualquiera elegido por votación popular, y no doy con ninguna. Gadafi por Fujimori, Pinochet por Uribe, Franco por Menem; la diferencia entre los líderes no son los crímenes que cometen, sino la forma en que los cometen.

Si usted anda por ahí disfrazado de general, adornado con condecoraciones por no haberle ganado a nadie, le llamarán dictador. Diga incoherencias cada tanto, deslíguese de la OTAN y haga alianzas con países exóticos como Bielorrusia para reafirmar su condición.

O puede vestir de corbata, afeitarse todos los días y usar perfume, puede ser un habitué de las asambleas de la ONU y agachar la cabeza ante países más poderosos; así le llamarán doctor. Ponga a sus amigos en cargos importantes, pague favores por debajo de cuerda y pronúnciese contra las injusticias del mundo pero no mueva un dedo por acabarlas para reafirmar su condición.

Puede matar a sus opositores políticos a cuchillo a mitad de la noche, o aprobar la construcción de un hotel de superlujo en una reserva ecológica, es su elección. Mi consejo es que si va a hacer canalladas, hágalas con elegancia, ojalá con una primera dama vestida de Dior al lado.

Gadafi, una persona que apoyó el terrorismo, que se robo el oro de un país (su país) y se mantuvo 40 años en el poder, no es peor que ninguno de nuestros dirigentes. Hace poco salió un libro que decía que Los Pitufos era una historieta antisemita, igual que Hitler, pero ya sabemos que la tolerancia hacia una cosa y otra son bien diferentes. Lo dicho, la diferencia está en las formas.

De haber nacido en Colombia, Gadafi habría llegado a senador, mínimo. Nunca habría sido presidente porque le habrían encontrado un escándalo menor. Nada grave, nada que lo comprometiera, algo tan frágil y contundente para que le dañara la carrera pero no le impidiera seguir saliéndose con la suya, diga usted como Santofimio si no le hubiera dado por mandar a matar a Galán.

Ninguno de nuestros gobernantes es mejor que usted. Tampoco es peor, no se sienta la gran cosa. La diferencia es que a usted le queda un poco de decencia como para no dedicarse a la política.

Por eso no vote en las próximas elecciones, no se deje amedrentar por los que dicen que los abstencionistas tenemos la culpa de todo. Al revés, la culpa es de ellos que votan. No busque a los candidatos en las urnas el próximo 30 de octubre, que ellos, una vez elegidos, irán a cobrarle a su casa.