martes, 25 de octubre de 2011

Bienvenido a nuestra organización

Al tipo que está al otro lado del escritorio no se le mueve un músculo de la cara cuando le dice que el sueldo del cargo al que aspira es de un millón quinientos mil pesos mensuales.

Sabe que lo está robando, que millón y medio es poca cosa, pero igual lo hace porque ese es el mercado (ese es el hombre). Está jugando, lo tienta, es una apuesta. Él pone cara de serio mientras usted lo piensa, y sabe que, de decir que no, detrás vendrán miles dispuestos a trabajar más duro por menos plata.

Usted también pone cara de serio, hace cuentas para que los egresos sean inferiores a los ingresos, pero nada cuadra. Y eso que es soltero y no tiene a nadie a su cargo. En su caso, enamorarse no es esa bella causa de los románticos alemanes, que sufrían cuando encontraban al amor de su vida. Lo suyo es conseguir una mujer, cualquiera, que esté dispuesta a comer mierda con usted.

Antes de aceptar la oferta (o rechazarla) desea en silencio haber sido Carlos Tévez y ganarse 700 millones de pesos semanales, pero en vez de un futbolista talentoso y rebelde es un periodista sumiso y del montón.

Un millón quinientos mil pesos no es ni la mitad de un semestre en la universidad donde estudió. Esos 1,5 millones que usted se gane al mes, el dueño de la empresa para la que trabaje los gasta en comida para el perro, o en una noche de fiesta en Andrés Carne de Res. Un millón y medio de pesos mensuales no le alcanzan a su futuro jefe para darle a su hija menor, la consentida, la educación que se merece. Ella se la merece, usted no, piensa sin entender en qué momento se convirtió en un ser humano clase B.

Claro, el dueño de la compañía que está a punto de emplearlo puede hacer con su dinero lo que se dé la gana, que de eso se trata el capitalismo, pero no por eso deja de ser un poco inmoral el asunto. En Japón, el presidente de una empresa no puede ganar más de ocho veces más que un obrero cualquiera. Usted calcula al vuelo cuánto sería su sueldo de ser la octava parte de lo que se gana el presidente de la que está a punto de ser la suya y su mente se excita pensando en todos los viajes que haría, todas las casas que compraría, todas las mujeres que enamoraría.

El hombre al otro lado del escritorio nota su indecisión y trata de convencerlo diciendo que hay gente que vive con la mitad de eso. Es cierto. También hay gente que vive con cáncer de próstata, lo que no quiere decir que el cáncer no sea una porquería.

Al final usted acepta porque el plan b a trabajar por un millón quinientos es morirse de hambre en la casa, casa de la que lo desalojarán si no empieza a pagar el arriendo.

Una vez dado el sí, sus días se resumirán en hacer un oficio que le gusta por un sueldo que no le alcanza. Cada 20 empezará a invocar el fin de mes, y así se le irá la vida, de la misma manera en que a otros se les escurre esperando que llegue el viernes para irse de fiesta.

El primer día de trabajo lo sentarán junto a un practicante que no alcanza a ganarse el mínimo, lo que lo hará sentir a usted el más rico del barrio. Bienvenido a nuestra organización.