miércoles, 19 de enero de 2011

Procrastinar

Apenas el año pasado supe que existía la palabra procrastinar y fue como si me arrollara un tren. Resulta que yo había procrastinado toda la vida y apenas me enteraba.

Todo indica que el término se lo enseñan a aquel que entra a la Universidad de Los Andes, porque las primeras cinco veces se lo oí a personas que habían estudiado allí. Se trata de gente educada para liderar el país y pronunciar correctamente procrastinar pese a tener dos erres atravesadas en las primeras silabas.

Y parece que procrastinar tuviera el mismo estatus que el suicidio (el acto, no la palabra), ya que todo el mundo piensa en eso recurrentemente y se angustia. Lo sufre en silencio y luego sale a la calle como si nada.

Lo que más me sorprendió del descubrimiento fue que siendo yo tan curioso nunca me preocupara por averiguar si existía una expresión técnica que definiera la pérdida de tiempo, que es a lo que nos dedicamos. Los niños bien procrastinan y se salen con la suya, el resto de nosotros simplemente perdemos el tiempo. Y a veces hasta nos despiden por ello.

Creo que procrastinar está muy mal visto cuando en realidad es una bendición. Si usted es un autista que ocupa su tiempo en mirar al cielo lo más seguro es que nada malo le ocurra, y a los que están a su alrededor tampoco. Mi madre me decía que no me hiciera amigo de un joven del barrio al que le decían El Cacha. Años después supe que estaba en la cárcel por haber matado a un ex socio por un asunto de tráfico de drogas. Si El Cacha hubiera sido autista en vez de un joven inquieto y ambicioso, anduviera por ahí feliz de la vida.

Yo, que no soy autista pero casi, me la he pasado buscando la forma de llevar mi vida sin romperle el corazón a nadie. La clave está en alejarse de todo así se viva rodeado, arriesgar poco, tener claro que todo es prestado.

Hago lo que sea por mantenerme lejos de las tentaciones. Cuento postes, no piso las rayas del andén, miro escotes como quien mira a los ojos de su interlocutor, lo que sea con tal de no ocupar mi tiempo en cosas productivas. Cuando se sueña con estudiar, casarse, tener una familia, hacer empresa, dejar un legado es cuando más daño se le hace a la gente.

Sería también capaz de cualquier cosa para no ir al siquiatra. Por ahora me alcanza con escribir. Yo no escribo para ganar dinero, ni para hacerme famoso, ni para acostarme con alguien, lo hago para no llorar en un diván y luego pagarle doscientos mil pesos a un extraño. Por cierto, mis padres me mandaron varias veces a sicólogos (por razones que no vienen al caso) y me decepcionó ver que todos tenían sofá en lugar de diván. Mi siquiatra es una hoja en blanco.

La gente que se mete a la política, en cambio, nunca se preocupó por vivir tranquila, que es a lo que todos deberíamos apuntar. Armando Benedetti hubiera podido evitar su trágico destino de haberse dado ciertas licencias. Hablar solo durante su infancia para no tener que hablar de adulto frente a los colombianos hubiera sido perfecto para él, pero en especial para el país.

Si Vladimir Melo, ese concejal que está siendo juzgado por matar a su esposa, hubiera salido a trotar todas las mañanas detrás de nada mientras oía las voces en su cabeza (sin hacerles caso), hoy estaría tranquilo, seguramente sería amigo del Cacha, y de Armando. Serían tres bobos felices. El lío es que en cualquier momento habrían formado una banda en lugar de andar delinquiendo cada uno por su lado. No producimos nada bueno.