sábado, 15 de enero de 2011

Mac Men

Lo que me enzorra de los que tienen productos Apple son los aires de superioridad con los que se pavonean por el mundo. Suelen mirar a los que usan PC con cara de pobrecitos, con esa mezcla de lástima y supremacía moral con la que miran las mujeres recién casadas a las que aun están solteras.

Manejan también altos niveles de orgullo, como si en lugar de haber adquirido un iPad como cualquier comprador del montón lo hubieran fabricado con sus propias manos. Pareciera que hacerse a un artículo de la marca diera la alcurnia que no conceden los apellidos. Yo te declaro Barón de Mac Apple (suave espadazo en cada hombro por parte de la reina).

Quien compra un Apple no es capaz de decir que lo hizo por snob, afirma en cambio que lo hizo porque es útil y funcional, como si los computadores de la competencia funcionaran con leña. Podrá serlo para editar videos y diseñar, pero para el 99% de personas que como usted o como yo usamos un computador para navegar en internet, bajar música y ver porno, igual viene siendo un Mac que cualquier otro.

Yo apreciaría a la persona que aceptara que compró un Apple por arribista y no por otro cosa, pero a la fecha todos me han dado una justificación filosófica como si estuvieran hablando de Kant y no de un simple juguete tecnológico.

Yo tengo iPod, iPhone y MacBook porque soy un pretencioso, pero no me siento mejor. Al revés, me siento como un miserable al despertar cada mañana. Soy un idiota del montón, solo que con aparatos más bonitos.

Antes tenía un IBM y era feliz. Tiene cinco años de uso, cantidades industriales de porno, se cayó media docena de veces y aun funciona. El otro día, en cambio, tardé seis horas en instalarle el Word a mi Mac (qué play suena “mi Mac”. Antes decía la frase un par de veces por semana, ahora no puedo pasar un solo día sin ella. Casi que experimento una erección cuando la pronuncio).

Hace poco se cayó mi Mac (erección) a menos de un metro de altura, y aunque logré amortiguarlo con mi pie, se alcanzó a aflojar el conector a la corriente. Invadido por el miedo -cualquier accesorio de Apple es tan caro que puede comprometer el dinero de la universidad de los niños-, fui a la MacStore (esa estúpida manía de juntar palabras y de jugar con las mayúsculas y minúsculas) y me lo arreglaron sin costo, ya que solo fue cuestión de abrir el computador y ajustar una diminuta pieza.

Ahora tengo ganas de hacer una serie que se llame Mac Men, parodia de Mad Men, donde muestre la vida de los hombres que como yo hemos sufrido con Apple y aun no nos acaba de convencer. Si el fútbol, el sexo, los niños y el amor están sobrevalorados, qué decir de Steve Jobs (Steve Blowjobs me gusta decirle).

En plena arreglada del conector tuve una revelación cuando el técnico abrió la máquina: el disco duro de los Apple –de mi Apple al menos- es marca Toshiba. Quiero ver qué hacen los niños lindos cultores de Mac para superar el trauma.