viernes, 7 de enero de 2011

Es un tiro al aire

Dicen las noticias que andan balas perdidas sobrevolando cielo colombiano, así que mejor tenga cuidado si se encuentra una por ahí, sobre todo si está en movimiento, porque lo que mata no es la bala en sí, sino la velocidad con la que rasga el aire.

Cuando llega el 31 de diciembre todas las balas se ponen nerviosas, pensando en su destino inmediato, tratando de adivinar si terminarán en el pecho de un delincuente, en el centro de un polígono o en el cerebro de un niño de cinco años.

Las noticias sobre las balas perdidas se reproducen y uno no sabe si es que estamos viviendo una racha impresionante de proyectiles extraviados, o si siempre fue así pero los noticieros no nos lo habían contado. El asunto es que con diferencia de horas cayeron niños en Cartagena, Bogotá y Medellín con balas que en teoría no eran para ellos.

El solo hecho de decir bala perdida significa que tenían un destino original que nunca alcanzaron. Es decir que andan por ahí tres personas vivas de milagro. Quien mata a alguien por accidente es juzgado por homicidio culposo, algo que en el lenguaje cotidiano podría llamarse "fue sin querer". En esta vida nada duele más que nos rompan el corazón sin querer, ni qué decir de cuando nos vuelan el cerebro sin culpa.

Yo mismo me perdí cuando era niño. Había tenido una pelea con mi madre y abandoné la casa con un limón apenas –por si me daba hambre-. El limón me lo comí a las dos cuadras y en vez de quitarme el hambre me dio una sed terrible. Tenía siete años y terminé antes de la media hora en una calle en la que no había estado antes. Recuerdo que por esa misma época el vecino pasaba días sin llegar a la casa, en especial los fines de semana; su esposa decía que estaba perdido y en ocasiones armaba escándalos que cesaban cuando volvía a dar la cara, el lunes por la mañana generalmente.

Cada uno, el señor y yo, teníamos nuestras razones para perdernos, y hacíamos daño a nuestras familias, pero era reversible y no atacábamos al cerebro, a diferencia de los tiros al aire que durante este fin de año perdieron su rumbo.

Perdidos estamos todos, no digamos pendejadas, pero nadie tan letal como una bala. Y por más que el monólogo del Ser o no ser no sea más que el de un hombre en busca su destino, no hay mira calibrada ni corriente filosófica capaz de enderezarle el camino a una bala.  

Indumil está necesitando una agresiva campaña publicitaria para ganarse la confianza de la gente, a ver qué va a hacer la agencia que se gane la licitación.