jueves, 22 de noviembre de 2012

Marca País


No entiendo el concepto de país, no me cabe que uno sea de un lugar y no de otro por el hecho de haber nacido allí, siendo que no podemos escoger dónde nacemos. ¿Por qué ser condenados por una decisión que no depende de nosotros? Creer en La Patria me parece tan arcaico como creer en Dios. Ambas cosas son inventos humanos, el mundo viene sin fronteras y sin deidades.

Todo esto por lo que acaba de pasar con Nicaragua y la pérdida de un pedazo de mar supuestamente vital para Colombia. Futuro de la gente de San Andrés que vive de ese mar al margen, el tema del fallo de La Haya tiene la banalidad de un reinado o un reality, por eso genera tanto interés.

Y es entendible, las buenas noticias no venden. Cuando vemos los noticieros fingimos dolernos con masacres y muertos, cuando la verdad es que por eso es que buscamos noticias, a ver qué extraordinario ha pasado. Nadie quiere abrir el periódico y ver que un centro para ancianos exporta ropa a Europa; bien por ellos, pero es muy aburrido. Vemos en cambio notas de explosiones, guerras, infidelidades, asesinatos pasionales y babeamos. Nos mostramos preocupados para que no piensen mal de nosotros, pero en el fondo (ni tan en el fondo) esas noticias nos gustan porque traen emoción a nuestras vidas, y vivir sin emociones sí que es aburrido.

No sé usted, pero cuando en el noticiero dicen que hubo una masacre me quedo pegado esperando que hayan muerto cientos, ojalá miles, de la forma más cruel y enferma. Por dura que haya sido, la matanza en un colegio ruso por parte de terroristas chechenos es el ejemplo de tragedia que uno necesita consumir cada tanto para no volverse loco.

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