domingo, 17 de junio de 2012

Un año

Mi papá tuvo la gentileza de morirse un día antes del día del padre de 2011, así que hoy le estoy celebrando el cumpleaños. Pese al dolor por su muerte le agradecí el gesto, ya que no soy fanático de las efemérides.

Nunca sentí que tuviera que felicitar a mi padre en su día. De niño, mi mamá me llevaba entre semana a comprarle un regalo y el domingo en la mañana me despertaba para que se lo entregara. Yo cumplía la orden, pero no lo sentía: era el dinero de mi padre y la elección de mi madre en un día inventado por ni idea quién. Recuerdo que llegaba a su cama con un tarro de colonia y le decía “Feliz día, papi” sin alma, como recitando una línea, igual a como los que fueron a su funeral hace un año daban el sentido pésame. No todos los pésames son sentidos, no todos los día del padre son felices.

Hoy es el primer día del padre sin mi papá y es un alivio. Lejos de compromisos y obligaciones, no tengo que llamar a nadie para compartir una felicidad que no siento, tampoco tengo que gastar plata en regalos; cómo odio gastar dinero en terceros.

Este domingo me quedo en el estudio de la casa, viendo fútbol, cine y porno, que es lo que me gusta, y me gustaría que todos los padres del mundo tuvieran un día así. Cuando viví con una novia supe de la angustia que genera no tener un día para uno solo, un día de pijama, peos en la cama, celular apagado y comida a domicilio.

Alguna vez quise ser padre, pero la idea de ser felicitado en mi día y de convertirme en el mío me desmotivaron. Ahora me la paso buscando a huérfanos como yo para que vayamos a cine o juguemos fútbol, porque con los que aman a su padre no puede uno contar en estas fechas. Y no es fácil dar con los que no cuentan con sus papás porque prefieren callar por miedo a la condena pública.

Nadie espera hoy por mi llamada, por mi regalo, es una sensación liberadora. Espero que pronto ocurra lo mismo con el día de la madre.