lunes, 2 de diciembre de 2013

Un pueblo mal alimentado

Siempre he dicho que Bogotá es una tierra tan estéril que lo único que produce es Presidentes de la República. Tiene la gran virtud de darnos a los de afuera las oportunidades que no hubiéramos tenido en nuestras regiones, y por eso le voy a estar eternamente agradecido. Pero si uno mira bien, la tierra como tal no es que dé mucho, en especial músicos populares, futbolistas y comida.

De la comida es que me voy a ocupar porque en Bogotá sí que se come mal. Usted entra a un restaurante en cualquier otro lugar de Colombia y va a la fija, no necesita ir a un sitio de lujo para comer bien y barato. En Bogotá, en cambio, si no es en esos lugares donde cobran como si estuviéramos en París (y eso), la comida es bien regular; insípida, como los bogotanos. Aquí, algunos ejemplos.

* Hace unos meses fue noticia nacional la historia del tipo que se inventó el Chocoramo. Prefiero comer comida de perro vencida que esa vaina. Postre infecto, brownie de pobre que se deshace en boronas apenas se muerde y que ni siquiera está recubierto de chocolate: tiene una cubierta de grasa con color y sabores artificiales.

* Los bogotanos se enorgullecen de sus empanadas y no ve uno por qué, si están llenas de arroz. Uno pide una empanada de carne y es de arroz con trocitos de carne molida; si es de pollo, viene repleta de arroz con tres hebras de pollo. Y para que sepan a algo se les tiene que echar tres litros de ají.

* En Bogotá se come tan mal que la gente hace fila para almorzar en Crepes & Waffles. Es un producto bien armado, cómo negarlo: buenas instalaciones, carta completa, precios decentes. Tengo entendido que las meseras son madres cabeza de familia, lo que hace de la cadena algo de admirar. Sin embargo, la comida es insípida, bonita y limpia, pero sin alma, como para gente con el alma muerta. Sólo en una ciudad con mala comida un restaurante así podía triunfar.

* El ajiaco es una vaina muy buena, así como la fritanga y el lomo al trapo, pero coja usted una sopa como la changua y se daña todo el repertorio. Plato de jubilado, de anciano moribundo. ¿Cómo le van a meter huevo a una sopa? Huevo tienen también la papa rellena y el cachaco cuando se pone a cocinar.

* Existe otro buen plato: el tamal, que aunque en teoría es tolimense, tienen su versión bogotana. Hasta ahí bien, pero, ¿cómo es posible que el tamal con chocolate sea una tradición? Digo, ¿se come un masacote de esos y toca pasárselo con una bebida dulce y caliente? Qué poco estilo.

* Una pregunta. ¿Por qué no dejan de ser tan hijueputas en esta ciudad y cortan ese inmundo hábito de comer cosas saladas rellenas con guayaba y bocadillo?

* Como si esto fuera un menú, de último vienen los postres. Hay que ser muy muerto de hambre para comer dulce de papayuela,  merengón, fresas con cremas, brevas con arequipe, cuajada con melao y postre de natas, que además viene coronado por uvas pasas, que es de lo asqueroso que creó Dios. Y encima la gente los compra los domingos en la tarde en baúles de carros viejos parqueados junto a la carretera. Digo, ¿es esa la mejor forma de enfrentar la dura jornada laboral que empieza horas después?

Publicada en la edición de noviembre de Cartel urbano. www.cartelurbano.com