jueves, 19 de diciembre de 2013

La superioridad moral

A una amiga soltera le están haciendo el feo sus amigas casadas. Esto quiere decir que organizan reuniones y no la invitan por no tener esposo e hijos. Ya saben cómo son esas citas de mujeres estrato seis: encuentros en el club entre semana a las 10 de la mañana con niñeras que cuidan a sus hijos mientras sus esposos producen. Yo le digo a mi amiga que no se sienta mal, que eso no es vida y que hay que estar loco para querer pasar los fines de semana en familia. Ella lo sabe, pero igual le duele porque es mujer, y así lo nieguen, todas sueñan con casarse de blanco algún día.

Lo cierto es que la gente que ya hizo familia mantiene un juego de poder no declarado con los solteros. No lo dice abiertamente, pero nos mira con cara de pobrecitos, como diciendo “No desesperes, ya llegará tu hora”. Se sienten moralmente superiores porque ya alcanzaron lo que se supone es un logro: tener hijos. De la forma en que lo veo, la familia es la base de todo y este mundo está hecho mierda por culpa de los humanos, así que tener hijos no puede ser algo bueno. Pero los casados voltean la torta y hacen sentir que el que está mal es uno y que ellos son los que van por el buen camino.

Pasa igual con los que votan, que se creen ciudadanos ejemplares y son en realidad unos idiotas. ¿Cómo va a ser posible que la culpa de que tengamos malos dirigentes sea mía, si yo no voto? Los que salen a la calle en día de elecciones suelen argumentar que si no votamos no podemos criticar, y que si los abstencionistas fuéramos a las urnas, no habría tanto dirigente malo. ¿Es en serio? ¿Han visto la clase de hijueputas que somos los colombianos? A ver, ¿dónde están esos colombianos de bien que no han salido elegidos por culpa mía? Votar por un político colombiano es una maniobra sin futuro, como elegir entre el cáncer, el sida y una canción de Juanes.