lunes, 13 de diciembre de 2010

Resistencia

La cocina y las cortinas (ambas nuevas), el número de postes de la casa al trabajo, los mocos en los trancones, un nuevo televisor para cada mundial, los eventos familiares donde debes socializar con un primo que no te agrada, el Playstation portátil, los libros del escritor que tanto admiras y que nunca serás, una tina con agua caliente, las putas, el fútbol del domingo, los noticieros de la noche, la larga espera antes de que Julio pase tu llamada al aire, el celular que reemplaza al que te robaron, el paseo de tres días del que se vuelve más cansado de lo que se fue y el viaje de tu vida del que no quisieras regresar, las rayas del andén que no debes pisar, el helado de chocolate, el porno suave (y el duro de vez en cuando), caminata en vez de taxi, escaleras en vez de ascensor, la ropa que se compra a sabiendas que no se necesita, todo el ritual de un lomo al trapo, la fila en la discoteca de moda, el tedio de ver siete veces a Harry Potter, once años de colegio y diez semestres de periodismo, dos matrimonios con el mismo número de divorcios y de hijos, los almuerzos de trabajo donde ni se almuerza ni se trabaja, el funeral de tu padre, la bicicleta que nunca montas, la vecina que ignora que cada sábado se desviste para ti, el arrume de juegos de mesa que nunca se usaron, obras de beneficencia en diciembre, la inmobiliaria que no tapa las goteras, las horas muertas (casi todas). Lexotán, Prozac o tus besos imposibles. Lo que sea con tal de resistir esta vida insoportable.