domingo, 19 de diciembre de 2010

En sábado por la noche

Tenía once años y mi madre decía que en ese momento la mujer de mi vida no pasaba de los seis. Yo la miraba extrañado, como quien oye hablar a un loco, pero pensaba inmediatamente en Carolina, una niña del barrio de más o menos esa edad.

Yo estaba enamorado de Carolina. Me gustaba tanto que cuando nació mi hermana menor moví cielo y tierra para que se llamara así, y lo logré. No creo que Carolina, mi hermana, sepa tal detalle. Carolina, mi vecina, murió de cáncer un par de años después y ahora que lo recuerdo tenía un hermano mayor que se llamaba Adolfo. Todo es muy extraño.

Un sicoanalista diría al respecto que desde entonces me gusta mi hermana en secreto porque su nombre, que a la larga es prestado, es el único recuerdo que me queda de aquel amor infantil nunca consumado.

El hecho es que desde entonces he ido alimentando una larga lista de mujeres que no me correspondieron. Desde niñas de las que no puedo recordar el nombre, pasando por hijas de amigas de mi madre y terminando en mujeres hechas y derechas que pese a reconocerme algunas virtudes nunca las creyeron suficientes como para estar conmigo.

Entre todas crearon un fantasma que aun hoy persigo, porque cuando nos enamoramos de una mujer en realidad lo hacemos de la misma, una y otra vez, de una sin rostro que nos marcó la vida y nos la estropeó para siempre. Yo ignoro a qué amor del pasado estoy exorcizando cuando me fijo en alguien, lo único que sé es que cuando miro tu cara, veo la de la niña que a los ocho años me dijo que no.

Será por eso que en sábado por la noche busco amor. Es por aburrimiento, seguro, pero no cabe duda de que lo quiero más que nada. Miro películas románticas y juego con tus fotos de Facebook. Las abro y paso sobre ellas ese cursor que es como una manito. Lo paso por encima de tus ojos, de tus fosas nasales, como si te hurgara la nariz. Pero no te preocupes, todo el efecto desaparece en lunes por la mañana.

Si yo tuviera una hija quisiera que fuera como tú, para que desde los seis años rompiera los corazones de niños como yo.