miércoles, 17 de agosto de 2011

La sociedad civil

Nunca antes había sido tan peligroso ser civil como ahora. Yo, que me la paso con nostalgia del pasado, hubiera querido vivir en la Edad Media pese a que la gente andaba armadura, moría de catarro y era quemada por hereje.

Ser judío siempre ha tenido sus riesgos. Ser negro, homosexual, discapacitado o ateo puede también traer contratiempos en algún momento de la vida, pero lo que preocupa es lo peligroso que resulta ahora ser civil en términos generales. Usted va a la universidad a estudiar ingeniería, derecho, medicina, pero nadie lo prepara para ser un ciudadano común y corriente, sin ínfulas de grandeza, privilegios sociales, condecoraciones militares ni armas en la mesa de noche.

En Siria, más de dos mil civiles han muerto desde que empezaron los disturbios contra el gobierno. Suena a mucho pero importa poco porque se trata de Siria, que es Medio Oriente, lejos y complicado. Nadie quiere ir a Siria.

La gente, en cambio, quiere ir a Londres, a Madrid, pero se asusta cuando ve que Inglaterra y España se han convertido en pequeñas Sirias.

El primer ministro británico estudia la posibilidad de restringir el uso de redes sociales después de que disturbios en su país dejaran cinco muertos y 1600 detenidos. Imagine usted, que no acepta que su jefe le diga que pase menos tiempo en Twitter, recibiendo órdenes del director de la policía al respecto.

En España, donde tienen un desempleo del 20%, millones de personas sin más vínculo que estar cansados salen a la calle a protestar, al tiempo que a alguien se le ocurre que es buena idea gastar 50 millones de euros en la visita del Papa, representante en la tierra de un dios que no sabemos si existe.

Abro el periódico y la noticia de la página izquierda dice que están instalando transmisores satelitales a las tortugas para estudiar su comportamiento. En la de la derecha, una nota dice que al hambre en Somalia hay que sumarle un repentino ataque de cólera. Concluyo entonces que por estos días es mejor ser animal que humano, y que lo único peor que ser civil es ser civil en Somalia.

Seres humanos son atacados por todas partes, no tenemos quién nos defienda. Nos atacan los gobiernos que deberían protegernos, pero también los vendedores de planes de Movistar, las EPS y el departamento de cartera de MasterCard.

En los estadios del mundial sub 20, una arepa cuesta cuatro mil pesos y un sánduche viejo, 9 mil. Tiburones se comen a turistas en las Islas Seychelles, un chimpancé le arranca la cara y las manos a una mujer, mientras que a otra le echan ácido y le desfiguran el rostro. No hay manera de reaccionar ante tanto ataque, esto ya es sálvese quien pueda.

El papá de una amiga es capitán de barco mercante y dice que leyes internacionales obligan a echar al mar a cualquier polizonte que encuentren, sin importar si el buque se encuentra en la mitad del Atlántico. Enlaza uno todo y entiende a los piratas somalíes. Atacados por el hambre y el cólera, se buscan la vida en altamar pero van armados para que no los echen a los tiburones.

Y aunque hay mucho de miseria en un somalí con hambre cargando una ametralladora más grande que él, pero bastante glamour en las películas de Jack Sparrow, ambos vienen siendo piratas. Aún así, en este mundo de porquería da más prestigio ser inglés y bandido que negro y pobre. A las películas sobre los primeros, al menos, las nominan al Oscar.