Algunos curas ladran cuando lo que quieren es hablar, y aún así pretenden que los tomemos en serio. Benedicto XVI dijo el otro día frente a millón y medio de personas que lo mejor era no seguir a Dios por cuenta propia, cortando de raíz cualquier emprendimiento individual por buscarle a la vida las respuestas que las deidades no nos soplan. Años antes, el Obispo de Tenerife había declarado a la prensa que existían adolescentes de 13 años que provocaban a los sacerdotes. Lo dicho, van a hablar y en vez de palabras sacan sus instintos más primarios.
Y si no puede uno creer en gente de altas calidades morales como un obispo, menos va a aceptar lo que diga un civil del promedio. Ante el inminente derrocamiento de Muamar Gadafi, uno de sus hijos ha dicho que el líder libio se encuentra en Trípoli, lo que quiere decir que muy seguramente descansa en una playa de Tahití.
Otro civil del montón, Tomás Uribe, aceptó que se había reunido con los Nule, pero que se trató de encuentros sociales intrascendentes. Es decir, se junta el hijo del presidente de un país con unos contratistas que manejan megaobras y en vez de hablar de concesiones e infraestructuras, platican del clima, de la Selección Colombia y de la sobrinita con gripa. Yo he estado en reuniones de menos envergadura, con políticos y constructores de mediopelo, y esa gente no habla sino de plata y licitaciones. Se sale uno del libreto para preguntar por la llegada de Falcao al Atlético y no saben qué responder.
La gente dice lo contrario de lo que quiere. Cuando me ofrecen comida en una casa ajena digo que no, así quiera abalanzarme sobre la nevera, primero, y sobre la hija de 18, después. No sería de extrañar que el Obispo de Tenerife haya caído tentado no por un adolescente de 13, sino por un niño de 11, así como Ratzinger es hoy Benedicto XVI gracias a que pasó su juventud buscando a Dios en solitario.
Algunos curas abren la boca para hablar y emiten ladridos de perro, sonidos de metralla, mazazos de cavernícola, del mismo modo que hay personas con la sexualidad más torcida que la de un alemán y aún así ejercen el sacerdocio sin problemas. El colmo que exista gente que no cree en milagros.