lunes, 1 de agosto de 2011

Los traumas se quedan en casa

Los traumas hay que dejarlos en la casa, antes de salir al trabajo cada mañana.

Usted llega a la oficina a las nueve y tiene que fingir que le gusta lo que hace y está feliz con su sueldo; viste decente (aunque no use corbata), pretende que no quiere acostarse con ninguna compañera y no revela que estuvo a punto de darle un puño al espejo mientras se afeitaba porque no se soporta. No lo hace porque no sabría cómo explicar la herida, pero también porque es un tacaño que no está dispuesto a comprar un espejo nuevo.

El mundo es un lugar violento por culpa de aquellos que llevan sus complejos más íntimos a la vida cotidiana. Los maltratados por sus padres se convierten en sicarios, mientras que los niños que todo lo tuvieron se meten a la política. Simón Gaviria llegó con 30 años a la Presidencia de la Cámara y Santiago Pastrana sueña con ser presidente de Colombia, como su padre y su abuelo. Anhelan el poder desde antes de tener cédula, aunque no sepan por qué, ni para qué sirve.

Hay en internet un video de un policía en Medellín que dispara al aire mientras civiles le dicen que guarde el arma y se vaya. Hay lógica en lo que le piden, pero nadie sabe qué pasa en la casa de ese agente ni qué le ocurrió en su infancia. Es un señor que cada mañana carga sus resentimientos en su pistola de dotación y sale a recorrer las calles escudado en el “Dios y Patria” de su escudo.

El video me hizo recordar una foto que fue primera página en la prensa y que mostraba a dos francotiradores de la Policía en el techo del estadio El Campín, acompañada de un titular que decía que la seguridad para el Mundial Sub-20 estaba lista.

La imagen, lejos de darme seguridad, me llenó de miedo. ¿Qué hacen dos tipos con escopetas apuntando hacia la cancha de un estadio de fútbol? No creo que estén para protegerme. Desde que un agente me dio un bolillazo en una pierna a los 12 años nadie me quita la idea de que el Estado está para joderme y no para darme una mano.

Lo dicho, traumas.

Sacar los traumas caseros a pasear a la calle es peor que llevar trabajo a la casa. Usted trabaja horas extras en el hogar y logra que su mujer se divorcie y que sus hijos lo abandonen cuando sea anciano, pero lleva los rechazos de su madre a la calle y termina disparándole a diez en un McDonald’s o a 76 en Noruega, según lo fuerte que lo hayan golpeado.

Traumatizados nuestros policías y nuestros delfines políticos, traumatizado Humberto Rodríguez, “El Gato”, que aceptó la presentación de Sábados Felices; traumatizado el tipo que fundó en Caquetá el Movimiento Machista, que sólo admite en su partido a hombres que no dejen opinar a su mujer y tengan al menos una demanda por alimentos.

Traumatizado también un árbitro en Argentina que dio 18 minutos de adición en un partido porque no quería volver a casa por temor a su esposa, que siempre critica sus decisiones con violencia. Quizá unirse al Movimiento Machista sea lo suyo.

Traumatizado yo, que una vez en la ducha tengo que empezar a enjabonarme siempre por la axila derecha. Cuando me distraigo y lo hago por la izquierda, me trastorno, baja mi rendimiento en la oficina, ingiero comida todo el día sin logar llenarme.

Pasó esta mañana. No sé en qué estaba pensando, pero comencé por el pecho. Cuando me di cuenta ya era tarde y a partir de allí todo fue cuesta abajo. Dejé en casa un espejo roto y llegué al trabajo con mis traumas y mi mano izquierda vendada; no fui capaz de mirar a nadie a la cara.

Escribo esto con una sola mano (la menos diestra) en uno de mis peores días, no espere mucha poesía.