No hay nada peor que ser normal, que es como nos fabrican a todos.
Está quien vive la vida. Es el que muere a los ochenta querido por sus hijos, rodeado de nietos y con una pensión decente. Fallece feliz en su cama creyendo que ha dejado un legado. Está en cambio quien la asimila, aquel que trata de entender sin hacer mucho escándalo qué es esta vaina. Esos son los que terminan solos, dándose cabezazos contra el inodoro de su cuarto de manicomio. Usted y yo deseamos en secreto lo segundo, pero nos va a pasar lo primero porque somos desesperantemente comunes.
Vivir la vida es maldecir el transporte público y minutos después montarse en el próximo bus porque no se puede llegar tarde al trabajo. Asimilarla, en cambio, es no soportar más y tirárse a una buseta, no para que nos lleve a la oficina, sino para que se lleve la vida misma. Da envidia, pero una persona normal como usted o como yo no tiene las agallas para irse contra un Transmilenio. Creemos tener mucho que perder aunque en realidad no tengamos nada.
Yo voy a un matrimonio y me resulta fácil dar con las personas ordinarias; son aquellas que llegada “la hora loca” se emocionan y se ponen gorros y gafas gigantes, pitos y cadenas que fingen ser de oro, como de reggaetonero. Es sencillo desenmascararlas así estén enmascaradas.
Aquel que está en un concierto absorto, en silencio, que no canta ni baila pero mira fijo al escenario, ese está asimilando. El resto, esa manada de energúmenos que gritan, bailan y se drogan solo están viviendo. Usted quisiera ser aquel que se entrega manso a la música porque odia ser normal, pero es lo segundo y debe aceptarlo, que no tiene nada de malo. Aprenda a valorar lo que tiene porque vivir, y en especial vivir dignamente, como usted, es muy difícil aunque no tenga ninguna gracia.
Los que solo viven sienten el deber de hacer locuras porque la edad lo exige, pero en realidad son terriblemente aburridos. Cuando los jóvenes de hoy lleguen a la adultez serán como los hippies de hace cuarenta años, pero más tristes. A los hippies los movía el amor libre y la idea de cambiar al mundo, los rebeldes de hoy van a fiestas patrocinadas por una bebida energética. Ya no hay revoluciones por las que pelear, solo nos resta definir qué es mejor entre Blackberry y iPhone.
A los que asimilan la vida les pasó algo terrible en su niñez; no lo recuerdan, pero los marcó para siempre. Los que la viven también sufrieron, pero fueron al sicólogo y lo superaron. Ser celebrado por ser del montón es más fácil de lo que se cree. Usted podría ser Lady Gaga, solo que no se le ha dado la gana.