Toda la vida oyendo música, desde las canciones que me cantaba mi madre hasta La Polla Records, sin saber que, con toda la paciencia del caso, Paul Simon estaba esperando por mí un martes cualquiera.
Lo bonito de American Tune es la melodía, pero también la letra. Nada más lindo que los sueños frustrados y las derrotas, que es de lo que habla. Subestimamos el poder de las palabras y pretendemos reemplazarlas con juegos de colores, por eso no simpatizo con Shakira: veo que mueve los labios, pero no me dice nada.
Le tenemos miedo a las palabras porque significan mucho pero no sabemos usarlas. Con ellas cometemos idioteces como decir que Messi es Dios cuando en realidad queremos expresar que es un jugador excepcional.
Tienen tanta carga emocional que hieren al que sea, por eso no podemos decir minusválidos sino discapacitados, negros sino afrodescendientes, infectados de Sida sino contagiados. Es como si yo exigiera que digan que sufro un trastorno del lenguaje cuando lo que soy es un tartamudo de mierda.
La semana pasada oí en radio que habían escogido las palabras más bonitas del español por votación popular. Entiendo que ganaron Sueño, Libertad, Añoranza y Espíritu, todas etéreas. Asumo que fue así porque pretendemos arreglar con intangibles el daño real que le hemos hecho al mundo.
Pero las palabras que eligió la gente no dan dinero (salvo que uno sea Borges), ni ganan elecciones, ni controlan el precio del petróleo. Las personas anhelan ese tipo de términos porque en la vida material ganan Guerra, Intriga, Avaricia, Crimen, Injusticia, Desigualdad y Terrorismo (de Estado, por supuesto). Y ganan porque seguimos creyendo que con poesía se vence a los mercados.
La realidad es que las palabras no dan para vivir. ¿Cuántos escritores y filósofos muertos de hambre hay? Pregúntele a un periodista promedio cuánto gana. En todo caso, si la vida es una mierda, y no podemos escapar del sistema, y nuestra misión es ser carne de cañón para hacer más ricos a los ricos, mejor componiendo canciones que pavimentando calles.
Pero algo pasa cuando un colombiano se enfrente a las palabras, es como si nos dieran la espalda. Ahí están nuestra literatura y nuestras películas, mediocres salvo excepciones. Somos un desastre haciendo stand up comedy también. Con todo y lo que Sábados Felices ha divertido al país, nos cuesta deshacernos de su herencia y es por eso que mientras Estados Unidos tiene a Jerry Seinfeld nosotros nos aferramos a Andrés López. Qué lejos estamos.
A Borges le pusieron alguna vez a oír una canción y se puso a llorar. Era de los Beatles. Yo nunca seré Borges y Paul Simon no es John Lennon (aunque se le acerca), pero el asunto es que oí American Tune y se me contrajo el estómago. Yo no sé qué tendrá la música, que una pieza de tres minutos puede dejarnos desnudos en la calle.
Porque no es la gira mundial de U2, ni Shakira cantando en dos finales, ni un concierto con luces artificiales y un escenario de mil metros cuadrados. La música, la vida misma, no es más que un tipo con una guitarra, un peinado chistoso y algo que decir. http://www.youtube.com/watch?v=AE3kKUEY5WU.
Tienen tanta carga emocional que hieren al que sea, por eso no podemos decir minusválidos sino discapacitados, negros sino afrodescendientes, infectados de Sida sino contagiados. Es como si yo exigiera que digan que sufro un trastorno del lenguaje cuando lo que soy es un tartamudo de mierda.
La semana pasada oí en radio que habían escogido las palabras más bonitas del español por votación popular. Entiendo que ganaron Sueño, Libertad, Añoranza y Espíritu, todas etéreas. Asumo que fue así porque pretendemos arreglar con intangibles el daño real que le hemos hecho al mundo.
Pero las palabras que eligió la gente no dan dinero (salvo que uno sea Borges), ni ganan elecciones, ni controlan el precio del petróleo. Las personas anhelan ese tipo de términos porque en la vida material ganan Guerra, Intriga, Avaricia, Crimen, Injusticia, Desigualdad y Terrorismo (de Estado, por supuesto). Y ganan porque seguimos creyendo que con poesía se vence a los mercados.
La realidad es que las palabras no dan para vivir. ¿Cuántos escritores y filósofos muertos de hambre hay? Pregúntele a un periodista promedio cuánto gana. En todo caso, si la vida es una mierda, y no podemos escapar del sistema, y nuestra misión es ser carne de cañón para hacer más ricos a los ricos, mejor componiendo canciones que pavimentando calles.
Pero algo pasa cuando un colombiano se enfrente a las palabras, es como si nos dieran la espalda. Ahí están nuestra literatura y nuestras películas, mediocres salvo excepciones. Somos un desastre haciendo stand up comedy también. Con todo y lo que Sábados Felices ha divertido al país, nos cuesta deshacernos de su herencia y es por eso que mientras Estados Unidos tiene a Jerry Seinfeld nosotros nos aferramos a Andrés López. Qué lejos estamos.
A Borges le pusieron alguna vez a oír una canción y se puso a llorar. Era de los Beatles. Yo nunca seré Borges y Paul Simon no es John Lennon (aunque se le acerca), pero el asunto es que oí American Tune y se me contrajo el estómago. Yo no sé qué tendrá la música, que una pieza de tres minutos puede dejarnos desnudos en la calle.
Porque no es la gira mundial de U2, ni Shakira cantando en dos finales, ni un concierto con luces artificiales y un escenario de mil metros cuadrados. La música, la vida misma, no es más que un tipo con una guitarra, un peinado chistoso y algo que decir. http://www.youtube.com/watch?v=AE3kKUEY5WU.