No soportaría que te suicidaras porque quedaría embrujada la casa que compartimos y arruinarías así la experiencia de vivir allí. Es una buena casa, me gusta, me costó dar con ella. Tú sabes lo difícil que es encontrar hoy un lugar bien ubicado, no muy caro, con una cuota de administración decente, sin problemas de humedad y servicios estrato cuatro.
Si te quitas la vida tendría que mudarme, porque del miedo no podría volver tarde en la noche después del trabajo, atravesar la sala a oscuras y llegar al cuarto para tirarme en la cama como si fuera a morir (no creo que el apartamento esté en capacidad de sobrellevar más de una muerte).
No me gustaría llegar, no prender la luz como es mi costumbre y llevarme la sorpresa de golpearme el pecho con tus pies. Además no quiero imaginar tu cuello -una de las cosas más bonitas que he visto- todo desgarrado, y deforme y morado después de soportar el peso de tu cuerpo. ¿Qué tipo de cuerda compra alguien que quiere colgarse? ¿Cuántos metros son suficientes? ¿Quién la vende? ¿Cómo llega uno al mostrador y la pide sin despertar sospechas?
Y es un milagro que la gente no se suicide más seguido, con lo desesperanzadora que es la vida. Uno ve personas de edad que por necesidad se regalan y se meten, por ejemplo, a extras de comerciales y por doscientos mil pesos la jornada aguantan que las lleven de acá para allá, y les hablen duro y al final del día vuelven a casa en un bus. Tal vez no noten lo bajo que hay que caer para seguir malviviendo, o lo saben pero se hacen los locos para no pegarse un tiro.
Pero en tu caso es mejor no te dispares. Podrías tirarte de una ventana si se te da la gana, que así tu muerte, técnicamente, no sería en el apartamento, sino en el pavimento, y así no tendría yo que convivir con el miedo de un fantasma en la casa. El problema es que sería algo muy público, desagradable para tus amigos y engorroso para tu familia. La gente podría pensar que eres una vil imitadora de Lina Marulanda, y a ti nunca te ha gustado ser segunda de nadie.
En todo caso, si te vas a quitar la vida avísame con tres meses de anticipación, como exigen las inmobiliarias, para tener tiempo de hallar un nuevo lugar dónde vivir.
No esperes que te descuelgue del techo (viendo el cielo raso de la casa pensaría que no va a aguantar) ni que recoja tus vísceras con pala, que después de una caída de veinte pisos nadie es capaz de diferenciar el hígado del riñón.
Igual dale, si eso te hace feliz. Solo te pido dos cosas: la primera es que todo salga bien, porque si fallas vas a odiarte más y de paso lograrás que yo, que nunca te he visto como una mediocre, desconfíe de tus capacidades. La segunda es que dejes una nota donde me aclares una duda que he tenido siempre. ¿La gente se quita la vida por desespero, por aburrimiento o simplemente para joderle la vida al prójimo?