El caso es que el sucio no es su cuerpo, sino usted (su cuerpo y usted no son el mismo ser viviente). Lo que lo mancha es el sentimiento de culpa, para el que no se ha inventado jabón alguno. El Pecado Original dice que hasta el bebé mas lindo llega al mundo cargando una falta ajena, y uno se lo toma tan a pecho que siente que hasta con respirar está cometiendo un delito.
Pecados mortales, pecados capitales, pecados veniales, ajenos o propios, ninguno deja dormir de noche. Roban la casa y es culpa de uno por no echar doble tranca. El hecho es que se vive con la sensación constante de haber hecho algo malo. Lo paran en un reten del tránsito y así se tengan los papeles en regla jura que la licencia va a estar vencida aunque ayer, cuando la vio por última vez, estuviera vigente.
Cuando era niño no sabía dónde esconderme cuando se perdía algo en el salón de clases. No había sido yo, seguro, pero me moría al pensar que la calculadora que había desaparecido se iba a materializar de manera milagrosa (antimilagrosa mejor) en mi maleta. Cuando se comete un crimen sin culpable sale uno a decir de inmediato que no fue sin que nadie le haya preguntado, mientras la cabeza repasa si lo que dice la boca es cierto.
Pecados mortales, pecados capitales, pecados veniales, ajenos o propios, ninguno deja dormir de noche. Roban la casa y es culpa de uno por no echar doble tranca. El hecho es que se vive con la sensación constante de haber hecho algo malo. Lo paran en un reten del tránsito y así se tengan los papeles en regla jura que la licencia va a estar vencida aunque ayer, cuando la vio por última vez, estuviera vigente.
Cuando era niño no sabía dónde esconderme cuando se perdía algo en el salón de clases. No había sido yo, seguro, pero me moría al pensar que la calculadora que había desaparecido se iba a materializar de manera milagrosa (antimilagrosa mejor) en mi maleta. Cuando se comete un crimen sin culpable sale uno a decir de inmediato que no fue sin que nadie le haya preguntado, mientras la cabeza repasa si lo que dice la boca es cierto.
Yo hago las cosas no por juicios morales, ni religiosos, sino por cómo me siento después de hacerlas. Yo sería capaz de cometer atrocidades. Mataría, estafaría a amigos y familiares, pero sé que el sentimiento de culpa, y no la sentencia de un juez, no me dejaría vivir. Si no puedo ni levantar los pies después de comerme un litro de helado de chocolate, no sé qué sería de mí si violara a una compañera de trabajo con la que solo tengo fantasías de ese tipo.
Culpo a Dios de todo. Si nos hubieran educado con otra religión no estaríamos buscando culpables ante cada problema, sino soluciones. Es lo que nos está pasando con el invierno: el Gobierno culpa a la CAR, que se defiende diciendo que el error es de las alcaldías locales, y así. Es que somos católicos, nos gusta flagelarnos, señalar al prójimo y agradecer que alguien nos diga que somos una porquería que necesita ser salvada. Nos dicen que Jesús murió por nosotros y eyaculamos de felicidad.
Mientras unos a otros se pasan la pelota del invierno, la ira de Dios no hace distingos e inunda la Universidad de La Sabana, fortín del Opus Dei. Ya ven cómo es la vida, tanto luchar esa gente para que a su institución no entrara el pecado y tener que lidiar ahora con toda la mierda del Río Bogotá. Suele pasar que aquel que come bajo de sal para cuidar la presión arterial termina sufriendo de la próstata.
Lo que prueba todo esto es que al agua la tiene sin cuidado el poder del Opus Dei. Ya seas un simple mortal que vino a este mundo a masturbarse, o una secta religiosa con todas las influencias, hay culpas que ni el mejor kit de Lancome es capaz de limpiar.