sábado, 16 de abril de 2011

Sesos

No es estudiar tres posgrados y saber cuánto subió el dólar. No es leer el periódico para estar informado, indignarse con las malas noticias y alegrarse con las buenas. No es tratar de entender al sexo opuesto. No es ahorrar para tener una vejez tranquila. No es trabajar mediocremente de lunes a viernes de 9 a 6 para no ser despedido. No es tener más claves que las que se pueden recordar y confundir la de Hotmail con la de Twitter y la de la tarjeta débito con la de crédito. No es viajar porque hay que conocer el mundo (en especial Nueva York). No es llenarse de gatos en caso de no tener hijos. No es cambiar de carro cada tanto porque hay que mejorar. No es controlar el mercado mundial de petróleo. No es ocupar un cargo público para que otros le abran la puerta del carro y le llamen doctor. No es entender la Ley Lleras, que las leyes fueron hechas para que nadie las entendiera. No es tener esmoquin propio para evitar el asco de alquilar uno. No es marchar por la séptima para protestar contra algo que no va a cambiar y volver a casa sintiéndose una mejor persona. No es dejar un legado para que en un parque de tu ciudad levanten un busto a tu memoria. No es dar limosna en la iglesia para tratar de compensar el hijo de puta que eres, ni llevar a la familia a tierra caliente una vez al año para sentir que se cumplió con la tarea. No es organizar fiestas de acuerdo a la edad que se tiene: del bautizo a la primera comunión, la fiesta de quince, el grado, luego el matrimonio, las bodas de plata o de oro (según el caso), innumerables cumpleaños y por último un concurrido funeral.

La vida se trata de no dejarse ganar la guerra por los demonios internos. Y en caso de perderla, pegarse el tiro con delicadeza para que los sesos no queden todos regados por ahí.