Me las doy de detallista y me gusta andar con cara de genio incomprendido por todos lados, pretendiendo ver cosas que la gente del montón (usted) no es capaz de percibir.
Últimamente he tratado de relacionar el universo entero con un lugar cualquiera, uno solo, que la gente visita a diario. Antes frecuentaba discotecas, pero no alcanza. En las discotecas la gente mete drogas en los baños y se toca en la pista de baile. Habla mucho de la especie humana, pero no es suficiente.
Vivo jugando fútbol. Una cancha es un buen lugar para conocer a las personas: un hijo de puta en el fútbol es un hijo de puta en la vida. Recuerdo la frase de Albert Camus que dice que todo lo que sabía sobre moral se lo debía al fútbol. Podrá ser cierto, pero estamos hablando de la misma persona que dijo que el periodismo era el mejor oficio del mundo, así que a otra cosa.
Las últimas semanas las pasé en un hospital. En los hospitales se ven todas las miserias humanas y el poderoso y el mendigo se retuercen de dolor en idénticas proporciones, pero todos los días son iguales porque la gente no para de morir. No hay descansos, no hay domingos, y la vida sin domingos no vale la pena.
Durante mi estancia en el hospital tuve que ir con frecuencia a un supermercado que estaba cerca (porque es real la leyenda que dice que la comida de hospital es intragable).
Un supermercado tiene mucho de la vida misma. Al llegar a la caja la gente pone los billetes sobre la banda donde ruedan los productos, lo que prueba que somos cochinos. Hay ofertas, dos por uno, descuentos, y uno busca todo eso como loco, porque el ser humano es ventajoso. En un supermercado todo está rotulado, clasificado, identificado, que es como nos quieren los gobiernos y las multinacionales.
Luego están las manzanas. El hombre es un puesto de manzanas: todos apiñados, uno encima de otro, relucientes, deseables, exhibiéndonos para que alguien nos compre. De lejos nos vemos formidables, pero una vez nos detallan tenemos nuestro imperfecto, nuestra magulladura, nuestra falla.
Todos esos sitios son solo meras aproximaciones a la vida. Tienen baches, blancos en el mapa que pretendo armar. Mi búsqueda tiene deficiencias, justo como la frase de Camus sobre el periodismo, solo que decirla con un Nobel de literatura en el bolsillo sirve para que nadie afirme que eres un pobre diablo que no sabe lo que dice.
Seguiré pues buscando el lugar que contenga el universo en sí mismo. Se me ocurre que un burdel es una buena opción y que ahora que me dejaste puedo ir a uno sin cargo de conciencia. Será el viernes, y salvo cambio de planes de último minuto, me echaré un polvo en tu honor.
Twitter: @azableh