sábado, 19 de febrero de 2011

Esta mañana no hice café, lo odio. No troté los cinco kilómetros que nunca troto, no rebajé la barriga que me invade. No leí la prensa para no enterarme de cómo va el mundo, y al entrar a la ducha no me enjaboné los pies por pereza de agacharme y miedo a resbalarme.

Hoy no disfruté mi trabajo. No pedí aumento de sueldo ni presenté mi renuncia irrevocable. No aprendí a tocar piano, no empecé a escribir mi libro. No ahorré los diez mil pesos diarios que me he puesto de meta para tener una jubilación digna.

Esta tarde la carrera séptima no se movió mucho que digamos, Europa no devolvió a América lo que le robó, ningún político aceptó públicamente que es corrupto y Andrés López no maduró; Lady Gaga tampoco. Hoy el Medio Oriente no dejó de ser una olla a presión y el Papa no pasó hambre pese a que casi la mitad de sus fieles sí.


No fui a ver apartamentos para mudarme de donde vivo ahora. No le hablé a la mujer que me gusta, no empecé a ganarme la entrada al Cielo. No fui a cine solo, acompañado tampoco. No le bajé a la sal, no almorcé ensalada, ni dejé el chocolate. Si fumara, hoy no habría dejado el cigarrillo.

Hoy no cerré mi cuenta de Twitter, tampoco la de Bancolombia. No pedí mi desafiliación a Telmex. No di limosna, no doné mi ropa vieja a los pobres, no compré el regalo de matrimonio que le debo a un amigo. No renové el Soat, no fui a la agencia de viajes para averiguar por las vacaciones de mi vida. No reciclé ni salvé a las ballenas.

No tuve sexo con ácidos, que dicen que es una experiencia inolvidable donde todos los sentidos se despiertan. Tampoco tuve sexo sin ácidos.

Esta noche me acostaré sin haber hecho las paces con mi madre porque vivir consiste en no cumplir ninguna de las metas que uno se traza. Este no fue el primer día del resto de mi vida, el suyo tampoco.