martes, 22 de febrero de 2011

Hacer una vida

El problema de hacer una vida es que quedas atrapado en ella sin darte cuenta. Haces tu vida acá y automáticamente no puedes hacerla allá. Entonces al estar construyendo tu destino estás también edificando tu cárcel.

Yo a veces quisiera ir al aeropuerto y coger el primer avión que aparezca en la pantalla de salidas, pero luego la 26 es un desastre y de golpe no tengo la visa requerida. Además, y para ser honesto, me daría un poco de tristeza llegar a un destino donde nadie me espera. Allá sería un don nadie; acá, en cambio, soy un don nadie al que tres o cuatro estiman.

Porque es muy difícil hacer una vida allá sabiendo de antemano lo complicado que fue forjarla acá. Te paralizas al recordar lo que costó hacerte a un lugar en el colegio para que tus compañeros
te invitaran a los cumpleaños en vez de molerte a golpes. La entrevista de la universidad, las peleas de tus padres, tu primer trabajo, la falta de plata o el exceso de ella, la sacada de la cédula, el examen para el servicio militar, el miedo escénico de sacar a bailar a alguien en una fiesta de quince vestido con un traje prestado dos tallas más grande. Piensas en todo y te invade el pánico.

Si a eso le agregas tener que empezar de cero a cinco horas en avión de donde creciste y no puedes ni levantarte de la cama. ¿Cómo sacar el permiso de trabajo? ¿Cómo llegar a un lugar con nada más que tu hoja de vida a aplicar para un empleo? ¿A quién pedirle que te sirva de codeudor para alquilar una casa? ¿Cómo no terminar en la calle en vez de en un apartamento de dos cuartos cuando tienes todas las de perder?

Es cierto que no ser nadie tiene sus comodidades, pero ser alguien no está del todo mal. Por mucho que odies tu vida hay alguien que la envidia y daría algo por tenerla. Tú no la soportas por las pequeñas puñaladas que a veces te da; en apariencia estás bien, pero en realidad estás agujereado y nadie parece notarlo.

Es más fácil escapar que cambiar, por eso sueñas con agarrar el primer avión para cambiar de calles en lugar de abandonar tus taras de crianza. Luego descubres que el vuelo está sobrevendido y la decepción no te la quita ni el beso de la mujer que amas.

Al final de todo el drama no es que seas desdichado en el lugar donde vives, que todo el mundo sufre en silencio desde su casa, sino que sepas que serías más feliz en esa ciudad que no conoces.