miércoles, 9 de febrero de 2011

Feliz día del periodista

Una amiga está enferma. Tiene los síntomas de la gripa, pero no es gripa. Tiene la cara hinchada, pero solo le duele la mitad izquierda de ella. Le duelen las encías, el paladar. Debería irse a casa, pero se encuentra en el trabajo; en parte porque le aburre perder el tiempo, en parte porque sabe que detrás de ella hay una fila de desempleados listos para hacer su trabajo por la mitad de su sueldo. Mi amiga es periodista.

Sin saber bien por qué, algunos jóvenes se han acercado a pedirme consejos porque quieren estudiar periodismo. Yo trato de disuadirlos. Les muestro mi casa, mi closet, mi nevera, mi cuenta de ahorros. Les señalo el poco glamour que tiene este oficio. Les hablo del gringo que presenta RCN News in english, o de los periodistas deportivos, expertos en frases prefabricadas, que ya echaron a rodar las expresiones “El conjunto ajedrezado” y “El equipo asegurador” para hablar del Boyacá Chicó y de La Equidad.

En ocasiones la profesión se parece al ejército, les digo, con un rígido orden jerárquico donde el periodista raso maltrata al practicante porque el editor de sección se la tiene montada. Algunos sueñan entonces con llegar a jefe de redacción, o editor general, para devolver la mierda que les pusieron a comer a ellos cuando empezaron en esto. Por último les recuerdo que el mundo no va a cambiar a punta de artículos, que lo único que puede cambiarlo es la Bomba, con mayúscula.

A mis colegas comunicadores, en cambio, les recomiendo que estudien en el exterior y que de paso busquen trabajo por allá, que seguro es mejor pago. O que se metan de jefe prensa de algún político, o a manejar las comunicaciones internas de una multinacional, lindos y aburridos enfoques que tiene la profesión.

No se los digo porque esté interesado en su bienestar, sino por competencia desleal. Entre menos gente se dedique al periodismo, entre más personas se vayan del país, más chance tendré yo de vivir de escribir artículos, que es lo que me gusta.

Por eso odio al reportero ciudadano; me cago en el reportero ciudadano, con todo respeto. Está el asunto social, la idea primaria de que cada persona sea un vigilante y trabaje por una sociedad mejor, que no está mal, pero entre más ingenieros y odontólogos se dediquen a reportar hechos, menos trabajo habrá para nosotros.

Las salas de redacción son hoy galpones de pollos con jóvenes redactores que producen, producen y producen. Producir dinero está bien, los medios no son instituciones de beneficencia, pero a veces es bueno meterle amor al negocio. Algún día, al igual que los galpones, las redacciones tendrán luces radioactivas para aumentar la productividad.

Quien se dedica al periodismo tarde o temprano descubre que cuando se cumple el sueño de llegar a un gran medio de comunicación no se puede hablar de tal o cual cosa con total libertad, y es ahí cuando se empiezan a decir bobadas, a hacer artículos frívolos, tontos.

Ser periodista puede ser una buena forma de vivir sin decir nada relevante, pero si lo que se quiere es decir bobadas de verdad, mejor estudiar publicidad.