domingo, 6 de febrero de 2011

Hay que saber con quién meterse

Me llamó Jean Claude Bessudo. Sonó el celular y en vez de un número salía la palabra Oculto. No es un chiste, ni lo digo para dármelas de importante. Me gustó que lo hiciera. Con mucha decencia me preguntó por qué había usado términos agresivos para referirme a él en el artículo Ellos tienen el mar (utilicé las palabras empalar, avaro y especulador).

Tras una breve charla me excusé, le dije que tenía razón, y aproveché para decir que como usuario tenía reparos con los precios que maneja Aviatur, su agencia de viajes. Luego, suprimí esa parte del artículo. Haberlo escrito habla mal de mí como periodista, pero haber borrado el fragmento por completo en lugar de editarlo, suavizarlo, pero dejar en claro lo que pienso, habla mal de mí como persona. Soy un cobarde.

La enseñanza que deja mi cobardía es que hay que saber con quién meterse. Maltratas a un toro y la gente paga por verte, te lanza flores, sales en la prensa (en sociales, vida de hoy), los hombres te celebran, los niños te imitan y las mujeres quieren acostarse contigo aunque estén casadas. Torturas a una perra, en cambio, y sales en la prensa (pero en judiciales), te quedas sin empleo y eres el más odiado del país.

Los policías no supieron con quién meterse, y en vez de ensañarse contra un toro de cuatrocientos kilos lo hicieron contra una pobre perra de no más de veinte. Se reían y celebraban, igual a como celebra la turba borracha la agonía de un toro picado y jadeante. Lo primero te convierte en un paria, lo segundo, en un ser sociable de gustos exquisitos.

La ley de este país castiga el maltrato animal, pero la ley no es divina sino humana (de la peor calaña, hay que decirlo) y sabe con quién se mete, No toca a la tauromaquia, porque quienes aplauden la muerte de un toro son los mismos que manejan el país. Son también los que festejan su riqueza a costa de explotar a otras personas, aunque con menos alharaca (no así con menos licor del que toman una tarde de domingo en la Santamaría).

Lo bonito de la tauromaquia son las fotos, hay que decirlo. También son bonitas las fotos de guerra, pero ya sabemos qué pasa en la guerra. Nadie merece morir en nombre de la belleza.

Hay que saber con quién meterse, insisto, y en el artículo debí caerle a Samuel Moreno, un lugar común al que todo el mundo ataca. Tanto, que el pobre no sabe por dónde empezar a defenderse. De él pude haber dicho lo que fuera sin que nadie llamara a reclamarme.

Para tratar de lavar su imagen, el alcalde ha anunciado la incorporación de mil trescientos nuevos policías para Bogotá. La noticia suena bien si se lee de primerazo, aunque habría que entrar a analizar qué tipo de agentes nos están mandando. Si son de los que vigilan la seguridad de la plaza de toros cuando hay corrida sería irritante, pero vaya y venga; si son de los que violan mujeres y torturan perras, de ninguna manera.