Uno puede hacer lo que se le dé la gana, pero no por dinero.
Tumbar unas torres, escribir columnas dictadas por jefes paramilitares, invadir países, odiar al padre, matar a la madre, violar a la hermana; todo está bien, pero no por monedas. Usted puede ser Mozart o Garavito porque así le nace, no porque va a obtener dinero por ello.
Yo prefiero a un terrorista (de los de antes) que a un banquero. El primero se lucra igual, pero lucha por algo así tome la vía equivocada. El banquero, en cambio, no empuña un arma, no se esconde en cuevas, usa corbatas Hermès y no descuida el manicure, pero todo lo hace por la rentabilidad. No tiene un plan de vida diferente a cumplir metas, maquillar balances, cobrar por servicios prestados. Eso sí, no se deje despistar, que tener un plan de vida está sobrevalorado. Si lo suyo es salir del trabajo para aplancharse en el sofá a ver televisión y comer embutidos, está bien siempre y cuando lo haga porque le reporta placer y no dividendos.
Por vivir pensando en dinero es que el senador Corzo dice que 16 millones mensuales de pesos no alcanzan para vivir, mientras que en otras esferas del Gobierno afirman que con $190.000 es suficiente. Por dinero nos humillamos: vea que hace poco celebramos una certificación que Estados Unidos dio a Colombia por su desempeño en Derechos Humanos, y que representa 23 millones de dólares en ayuda militar. No solo tratamos a los Derechos Humanos a las patadas, sino que nos los van a dar para seguir pisoteándolos. Además, 23 millones de dólares son una miseria que en la billetera de Corzo se escurren como gasolina entre los dedos.
Por dinero las empresas recortan personal: gente buena, gente mediocre, da igual. Por dinero los bancos niegan créditos y cobran como mafiosos. Grecia está que arde, literal: En Salónica, un hombre de 55 años se prendió fuego frente al banco que le negó la renegociación de su crédito de vivienda.
El hecho fue reseñado por la prensa en un fotograma de cuatro cuadros, al estilo de los comics, y la historia parecía un comic en sí. Primero se veía al personaje gritar sus males por megáfono, luego rociarse gasolina, posteriormente salía envuelto en llamas y, por último, un policía acudía en su ayuda.
Las fotos eran llamativas pero no me conmovieron, porque la prensa no está para informar, sino para lucrarse con las ventas de publicidad. Al lado de la historia del griego, un banco anunciaba un iPad de regalo por abrir un CDT. Estuve a punto de cerrar el periódico y salir a la sucursal más cercana porque soy casi tan esnob como para creer que un juguete Apple es la felicidad, pero no tan idiota como para darle más de mi plata a un banco. La entidad financiera que me prometa un extintor el día que me dé por inmolarme, a esa donaré mi escueta fortuna.