Si es cierto que uno habla de lo que no tiene, los políticos carecen de honradez, los curas de fe, los humoristas de alegría, las putas de sexo y las mamás de amor.
Si es verdad que uno pregona sus falencias como si fueran fortalezas, el sistema de salud está corto de hospitales, Estados Unidos no es una democracia, Francia pisotea los derechos humanos y los abogados viven de quebrar la ley. (Y va uno a ver, y sí)
El ejército, entonces, carece de inteligencia y también de hombría, porque eso de peluquearse al rape, sacar músculos, maltratar a los subalternos y cargar un arma todo el tiempo es más bien raro. Autodenominarse “Glorioso Ejército Nacional” quiere decir que no le ha ganado a nadie.
Por andar luchando en público contra lo que se ama en secreto termina uno como Eliot Spitzer, un ex gobernador de Nueva York que combatía la prostitución en su estado pero tuvo que renunciar cuando se descubrió que había gastado más de 80.000 dólares en acompañantes de lujo.
Yo, sin ir lejos, llevo dos décadas gritando que odio manejar, que no soporto los trancones, que lo mío es ir dormido en el asiento de atrás. Todo es mentira. La verdad es que quiero un carro desde que tengo uso de razón, pero mi padre me rompió el corazón a los 15 cuando no me pagó el curso de conducción por haber perdido el año.
En protesta rompí la puerta de la casa y juré nunca tocar un carro. Hoy ya hace parte de mí y no sé si de verdad odio manejar o si sólo me estoy vengando. Lo cierto es que hay días que deseo tanto un automóvil que me abstengo de pasar frente a un concesionario; de lo que no he sido capaz es de botar mi colección de revistas Motor.
Dedicarse a lo que uno más odia para dinamitarlo desde adentro es una gran estrategia, una especie de placer culposo. Benedicto XVI anda de visita en Alemania y dijo ayer que la Iglesia necesita una "fuerte renovación". El artículo que reseña el hecho viene con una foto del Papa mismo siendo coronado simbólicamente como un rey, rito de tiempos en que se creía en la elección por inspiración divina, equivalente hoy a mandar un marconi en vez de un correo electrónico.
Si es cierto que uno habla de lo que carece, en los mercados escasea el dinero. El pasado fin de semana las bolsas de Estados Unidos, Europa y Asia cerraron a la baja, haciendo crecer el miedo de una recesión global. A cambio, se informó que el PIB colombiano creció un 5,2% gracias al empuje de los hogares del país, que pusieron 80 de cada 100 pesos que se gastaron durante el segundo trimestre del año.
Entonces resulta que los que salvan la economía no son los ricos, sino casas humildes como la suya y la mía. Mientras la bolsa de París se desmoronaba y la de Shangai quebraba unas cuantas compañías medianas, una señora en Engativá (por nombrar un barrio popular) no solo madrugaba para enviar a sus hijos al colegio y después montaba dos horas de bus para trabajar como empleada de servicio en una casa del norte, sino que también mantenía la economía a flote.
Y después hay insensatos que afirman que si las madres pregonan amor a los cuatro vientos es porque carecen de él.