miércoles, 18 de mayo de 2011

La gente sola es mayoría

Las personas solas son mayoría, pero están escondidas. No dan las unas con las otras porque les da miedo reconocer que desayunan, de pie y en soledad, una taza de chocolate con maní antes de salir al trabajo. Yo esta mañana desayuné dos chorizos, medio litro de helado y un vaso de Coca-Cola. Sé que algo no anda bien, empezando por mi colon.

Y es un malestar instintivo. No es que a esta altura la felicidad sea tener esposa, perro y dos hijos, que hay mil maneras de vivir en paz, pero hay algo adentro de uno que le dice que a la vida le está faltando algo.

Las personas pasan solas las vacaciones y el Halloween, Navidad y el Día de la madre. No siempre por necesidad, sino porque así les nace. Quisieran ser más sociables, en parte para que los demás no los miraran con esa cara de pobrecitos, pero no pueden.

Por eso nos la pasamos buscándonos. Uno se busca en todos los lugares, menos en uno mismo. Las redes sociales, los aparatos tecnológicos, la lectura y la escritura, los sicólogos y las fiestas electrónicas no son otra cosa que un medio para buscarnos mientras hacemos otras cosas.

Tengo amigos que se buscan en clases de yoga y de pilates, en las urnas el día de elecciones, en la forma en que arreglan su puesto de trabajo, y no dan. Adornan su oficina como adornan su vida, pero en el fondo, detrás de los accesorios, no hay nada; sus vidas y sus cubículos carecen de contenido.

Y el problema puede ser que tenemos las necesidades básicas aseguradas (pese a vivir en Colombia, digo). Como ya sabemos dónde comer, dónde coger el bus, cómo abrir una cuenta de ahorros, ocupamos la cabeza en cuestiones metafísicas. ¿Quién soy? ¿Qué hago acá? El lío es que no nacimos con la capacidad de contestar tales preguntas, por eso en la búsqueda de respuestas hay quien termina volviéndose loco, y hay quien termina montando una agencia de publicidad. La publicidad, como la vida misma, carece de sentido, así que mejor no buscárselo.

Ahora existe Foursquare, una red social que revela en qué lugar del planeta estamos y a qué nos dedicamos. Yo no acabo de entenderla, pero sospecho que ante la imposibilidad de encontrarnos por medio de plegarias, la mejor opción es que otros den con uno gracias a un computador.

Pero Foursquare no resuelve nada. Sabemos que estamos en algún lado, pero ignoramos dónde. Mientras usted está sentado frente al computador de su oficina, trabajando, en realidad está en sus ocho años porque cree que a esa edad era feliz.

Esta semana David García, un vigilante de 27 años, se buscó a sí mismo en lo más alto de una torre de comunicaciones y se estrelló contra el mundo. El presidente del FMI pensó que podría encontrarse en los brazos de una aseadora de hotel, pero terminó en la primera plana de todos los periódicos. Yo, al igual que ellos, creí que me hallaría en tus besos. Fueron de lo mejor, pero no le dieron sentido a mi vida.