Esa es la historia de mi
vida: buscar explicación a los actos irracionales que cometo cada tanto.
Irracionales sin importancia, quiero decir, porque el asunto con mis defectos
es que no alcanzan a ser ilegales. Soy malo, pero no tanto como unos
paramilitares que salieron en la prensa por andar traficando con tungsteno
(¿?), o como ese señor Mohamed Merah, que viene de cometer una masacre en un
colegio judío de Francia.
Usted es parecido a mí, ni
mejor ni peor. La diferencia es que yo disfruto compartiendo mis carencias,
esperando que algún día usted se anime a contar las suyas como si no tuvieran
nada de malo, que no lo tienen.
Si usted abriera la boca
se daría cuenta de que no es el único al que le gusta echarse un peo y meterse
bajo las cobijas para olerlo completo. Si entendiera que en este mundo no hay
bien ni mal, sabría que hay millones como usted que gastan horas masturbándose
mientras ven porno, y que luego de llegar al orgasmo se quieren morir del
sentimiento de culpa.
Lea el artículo completo en http://win.gs/GGJTvs