jueves, 22 de marzo de 2012

La historia de mi vida

Voy por la calle y meto las manos en los bolsillos de la chaqueta porque hace frío. Siento en el derecho un bulto de tela que no logro reconocer. Lo saco disimuladamente y resulta ser un calzoncillo. Lo guardo y sigo caminando como si nada, pero en realidad estoy en shock. ¿Cómo llegó allí? ¿Por qué está en el bolsillo derecho y no en el izquierdo, si soy zurdo?

Esa es la historia de mi vida: buscar explicación a los actos irracionales que cometo cada tanto. Irracionales sin importancia, quiero decir, porque el asunto con mis defectos es que no alcanzan a ser ilegales. Soy malo, pero no tanto como unos paramilitares que salieron en la prensa por andar traficando con tungsteno (¿?), o como ese señor Mohamed Merah, que viene de cometer una masacre en un colegio judío de Francia.

Usted es parecido a mí, ni mejor ni peor. La diferencia es que yo disfruto compartiendo mis carencias, esperando que algún día usted se anime a contar las suyas como si no tuvieran nada de malo, que no lo tienen.

Si usted abriera la boca se daría cuenta de que no es el único al que le gusta echarse un peo y meterse bajo las cobijas para olerlo completo. Si entendiera que en este mundo no hay bien ni mal, sabría que hay millones como usted que gastan horas masturbándose mientras ven porno, y que luego de llegar al orgasmo se quieren morir del sentimiento de culpa.

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