Uno solo puede ser hincha del equipo de la ciudad en que nació o del que le enseñaron en la casa, punto. Bogotanos hinchas del Nacional, costeños que le van al América, japoneses fanáticos del Manchester United, todos son hinchas clase B, aberraciones de la naturaleza, subhumanos.
Si nació en Santa Marta, dé
la vida por el Unión Magdalena; si es risaraldense, lo suyo es el Pereira. De
malas, asúmalo. Si es de Santa Fe, lo siento, no tengo palabras de aliento para
usted.
Hay que ver a los que se
autoproclaman “hinchas” del Barcelona. Salen de todos lados, no solo de Japón y
de Bogotá; están en Twitter y Facebook, fueron con usted al colegio, viven en
su edificio, han compartido con su familia almuerzos y fines de semana.
Uno entiende que alguien
congenie con el equipo y le gusten los jugadores; entiende también que las
mujeres mueran por Guardiola. Imposible no simpatizar con este Barcelona que
está haciendo historia, pero decir que uno es hincha del club, hacerle fuerza
como si fuera algo propio y enfrascarse en discusiones con seguidores del Real
Madrid es de las actividades más idiotas del hombre, un ser que se ha
especializado en actividades idiotas.
Y es idiota porque lo
hacen por exitismo. Un hincha colombiano del Barcelona le va a sacar mil
excusas para justificarse: que estudió en Barcelona, que la tatarabuela era
catalana, que es admirador de Miró y de Serrat, que es hincha desde 1995, como
si en el 95 el FC Barcelona fuera un equipo con tres hinchas y ningún título.
Si estudió en Barcelona, ¿por
qué no se hizo hincha del Espanyol entonces? Si vive en Madrid, ¿por qué le
hace fuerza al Real y no al Rayo Vallecano? Mire usted cualquier hincha paria y
verá que sigue el patrón de haber cambiado a su equipo por uno más ganador,
nunca por uno más débil. ¿Usted cree que es coincidencia que los equipos más
ganadores sean los de más hinchas y más dinero? Eso somos los humanos, siempre
queriéndonos montar al bus de la victoria por la puerta de atrás.
Y van saltando de club en
club según el que gane más títulos. Antes eran boquenses de corazón, luego se
volvieron ultras del Milan; hoy sienten que nacieron en Paseo de Gracia cuando
en realidad los concibieron en un paseo de olla.
El hincha paria es el que
llega a la oficina con la camiseta del equipo de ocasión y les hace fieros a
sus compañeros, como si hacerse de un equipo ganador requiriera algún tipo de
talento del que los demás carecen. Son los mismos que dicen “hoy jugamos contra
el Valencia” o “ayer le ganamos al Leverkusen”. Así no es. Ellos, los futbolistas,
fueron los que jugaron, ellos ganaron, ellos son los que cobran en euros. Usted
es un tronco, ve los partidos por televisión, lleva una vida aburrida y si no
trabaja cinco días a la semana se muere de hambre.
Al hacerle fuerza al
Barcelona o al Real Madrid, da lo mismo, usted se convierte no solo en un
hincha clase B, sino en un ser humano de segunda. En España no le van a
agradecer su apoyo (no lo necesitan), lo seguirán viendo como un sudaca, mano
de obra barata. Acá celebramos en bares las victorias del Barcelona como si en
reciprocidad los catalanes salieran a echar maicena cuando Millonarios gana la
Copa Colombia.
Hace unos años existía en
Bogotá una cigarrería que se llamaba Real Madrid. Era la época de Zidane, de
Figo, de las tres Champions en cinco años. Hace poco pasé por allí y descubrí
que hoy se llama Cigarrería Barcelona. Usted, que se creía gran cosa porque fue
a la universidad, hizo una especialización en el exterior y conoce el mundo, en
realidad tiene la mente de un dueño de cigarrería.
Publicada en la edición de marzo de la Revista SoHo. www.soho.com.co